La carta escrita por el Delegado general para las Fraternidades Nazarena en 2018 con motivo del 25 aniversario de su creación da un amplio panorama de lo que es esta Asociación y motivaciones para vivir en ella en lo concreto de la vida.
Queridos Hermanos y Hermanas, miembros de las Fraternidades Nazarenas.
Con mi saludo fraterno os invito a celebrar gozosos el veinticinco aniversario de la creación oficial de la Asociación Fraternidades Nazarenas. En nombre del Consejo General y de nuestro Instituto, quiero animar a cada miembro y a cada una de las Fraternidades a bendecir y agradecer a Dios por los dones de gracia que en estos veinticinco años ha derramado en el Instituto y en la Iglesia a través de nuestra Asociación Fraternidades Nazarenas y con el carisma del Venerable Hermano Gabriel, que compartimos en familia inspirándonos en Nazaret.
Me parece oportuno recordar el artículo 1 de nuestro Plan de Vida, que define fundamentalmente nuestra situación en la Iglesia:
Las Fraternidades Nazarenas nacen de la irradiación del carisma taboriniano efectuada por los Hermanos de la Sagrada Familia y de la sensibilidad espiritual de algunos laicos que, al entrar en contacto con el carisma del Hno. Gabriel, han visto en él un camino seguro, accesible y actual para vivir la propia vocación a la santidad inspirándose en el misterio de Nazaret.
Es un signo de los tiempos, don del Espíritu a la Iglesia que hemos descubierto en la Iglesia a partir del Concilio Vaticano II.
Las Fraternidades Nazarenas se constituyen en Asociación de fieles en la Iglesia, asociada al Instituto de los Hermanos de la Sagrada Familia de Belley, en conformidad con el C.D.C. canon 677, 2.
El Consejo General del Instituto, siguiendo una orientación del Capitulo General, decidió la creación de la Asociación Fraternidades Nazarenas en su reunión de los días 7 y 8 de enero de 1993. Su existencia y relación con el Instituto están reconocidas en el art. 9 del Directorio General de 1995. (Plan de Vida, 1)
Cuando contemplamos la vida de la Fraternidades Nazarenas en la panorámica de estos veinticinco años, el corazón descubre gozoso que podemos cantar hoy con el salmo 125: “El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres”
Y os invito a recordar el inicio de nuestra Fraternidad Nazarena asociada a una Comunidad Religiosa de Hermanos, cuando buscábamos caminos y medios, cómo hacer y cómo organizarnos, para entender la propuesta que se nos hacía y acertar en la respuesta carismática cristiana que el Instituto nos ofrece. Momentos, a veces largos, en que vivimos la incertidumbre de equivocar la ruta, de no saber qué hacer. Acuden a mi mente aquellos primeros años de incertidumbre en la vida de las Fraternidades Nazarenas, cuando incluso tuvimos que ponernos de acuerdo sobre el nombre que debía tener la Asociación, nombre que se decidió definitivamente en el Encuentro Internacional de 2003 en Villa Sagrada Familia, San Antonio, Córdoba, Argentina.
¡Cuántas veces comentamos entre nosotros que no sabemos con certeza por qué entramos en la Fraternidad o cómo llegamos a mantenernos en ella! Y sintiendo con fuerza el sentido de familia, descubrimos que hoy Cristo cumple su palabra: «Estos son mi madre y mis hermanos. Pues todo el que cumpla la voluntad de mi Padre celestial, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre» (Mt. 12:48) y nos encontramos con el regalo de una familia nueva, insospechada, maravillosa, que no conoce horizontes, empadronada en Nazaret. Es la familia de Dios, colmada con toda suerte de dones y de personas, sin distinción de razas y colores: hermanos, hermanas, amistades. ¡Qué despilfarro de gracia! ¡Que riqueza de personas, de encuentros, de lugares! ¡Qué sintonía nazarena en las distancias más dispares y en las culturas más diversas! Es como si hubiésemos crecido en la misma casa: Argentina, Brasil, Ecuador, Colombia, México, Uruguay, Burkina Faso, Benin, Filipinas, Francia, Italia, España, una Babel geográfica que habla la misma lengua: la que se aprende en la Familia de Nazaret, la que expresa los mismos gestos tan familiares de oración, trabajo, amor, paz.
Podemos apreciar la fecundidad del Espíritu que cubre a María en Nazaret y que, traspasando todo cálculo, raza, situación y género de personas, se manifiesta hoy en 44 Fraternidades Nazarenas, con 190 hermanas/os que tienen compromiso como miembros asociados a nuestro Instituto y un total de 500 miembros espiritualmente residentes en Nazaret. Podemos decir con toda verdad: gracias, Padre, por el regalo de tu familia. Gracias Padre fecundo.
Y en estos veinticinco años descubrimos que es Él quien cuida de la familia para que cada día viva en la novedad y en la fecundad evangélicas. Y en ella, en la familia nueva de la Fraternidad, a través de cada miembro, nos invita a descubrir que en comunión, unidos, es muy fácil tener un solo Dios y adorarle de corazón, y simultáneamente nos advierte en sencilla comunicación fraterna que, cuando falta Dios, cualquier cosa puede ser Dios. Y para cuidarnos nos congrega regularmente en los encuentros de la Fraternidad local, nos espera en los ojos del hermano y de la hermana, nos acaricia, nos habla, nos mima, nos abraza, nos conforta. Y cada 6 años nos reúne en fraterno Encuentro Internacional para mostrarnos con paternal ternura, en pluralidad de experiencias e intuiciones, las líneas que orientan y encauzan el camino, las actitudes y gestos que en caricia fraterna suavizan situaciones embarazosas, las propuestas y vivencias que quieren romper la monotonía o alentar la vida. Y nos desplazamos gozosos y esperanzados a Córdoba en Argentina (2003), donde definimos nuestro Proyecto de Vida, después a Valladolid (2009), donde profundizamos en nuestra espiritualidad y últimamente a Buenos Aires (2015) donde revisamos la marcha de nuestras Fraternidades. Con gozo sentimos que el impulso fraterno tritura las distancias y machaca los inconvenientes. Siempre en familia decimos: gracias Padre del encuentro.
Y podemos descubrir en cada Fraternidad local que en el espíritu de familia, en el hecho de estar empadronados en Nazaret, es donde Dios Padre se muestra cercano, donde busca el corazón más que la razón. En esta nuestra casa nazarena nos recuerda en gestos vitales de la Sagrada Familia que el fruto de la vida es la infancia espiritual. Ser como niños para que pueda actuar la grandeza del Dios que mora en la casa de María, en nuestra casa de Nazaret. En espíritu de familia nos recuerda que vivir en adulto, calculando resultados, programando quehaceres, es quedarse en flor sin fructificar jamás. Y en reunión de fraternidad nos empuja a dar fruto, a creer en el poder transformador del amor y de la fraternidad, más eficaces que el poder del dominio y del dinero. Podemos decir: gracias Padre de la eficacia silenciosa.
Y también damos gracias al Padre por los Hermanos de la Comunidad Religiosa a la que estamos unidos. Pidámosle que puedan mostrarnos, y que podamos descubrir en estos Hermanos, el amor de Dios Padre en gestos vivos de entrega, de sencillez y de servicio; en gestos de fraternidad. Que mutuamente, Hermanos y laicos, nos ayudemos a crecer y nos animemos a aceptar la llamada de Dios para vivir nuestra fe en respuesta vocacional de amor, en comunidad carismática que se expresa en gestos sencillos de fraternidad, fieles al Carisma del Venerable Hermano Gabriel. Pidamos al Padre que unidos sepamos actualizar el servicio de nuestro Carisma hoy en la Iglesia y en la sociedad donde nos encontramos.
En este Año Aniversario supliquemos al Padre que siga llamando a jóvenes y adultos para que puedan disfrutar del carisma eclesial que nos entrega en la Fraternidad Nazarena. Pidámosle que no le defraudemos en la respuesta para que el testimonio de nuestra vida sirva de palabra alentadora que apoye su llamada. Gracias Padre silencioso y sorprendente.
Y bendigamos al Padre por los miembros de las Fraternidades que nos han precedido. Vimos su firme confianza en la misericordia del Padre, su serenidad en la partida para recibir el definitivo abrazo misericordioso que esperaban con fe. ¡Con cuánta perseverancia nos unimos como Fraternidad Nazarena en la oración por su salud, por su estado de ánimo, por cuantos les cuidaban! Pudimos ver en la sencillez de su vida en la Fraternidad que se cumple la palabra del Señor: “el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por causa de mí, la hallará”. (Juan 16:25). Y pudimos experimentar el valor de la oración, su importancia en nuestras vidas, su eficacia milagrosa para aceptar el poder transformador del Espíritu y la fuerza de la presencia divina. Démosle gracias porque en ellos, de forma tan gratuita como sorprendente, tantas veces Dios estimula muestra respuesta y aviva la llamada. Gracias Padre bueno.
Y en fraternidad podemos pedir al Padre que se manifieste amoroso también en todas las familias, especialmente en aquellas que entran en contacto con nosotros, las mismas que Él cruza en nuestras vidas. Que en nuestro breve encuentro con ellas puedan percibir el paso de Dios por sus vidas, su presencia amorosa en la familia. Os invito a pedirle que manifieste su generosidad sin límites: que nuestras Fraternidades permitan que Cristo se manifieste vivo y fecundo en iniciativas y en compromisos, que se note que es Él quien acompaña y guía nuestra misión carismática. Estamos llamados a ofrecer a la Iglesia y a la sociedad el humilde servicio de la fraternidad nazarena manifestado en la catequesis, la educación y el culto litúrgico, como nos impulsa el Carisma del Instituto. Gracias, Padre de la fraternidad.
Celebremos, pues, en cada Fraternidad local dentro de la humildad y sencillez de Nazaret y siempre en espíritu de familia, estas BODAS DE PLATA que cumple nuestra Asociación. Que en nuestra oración personal, en los Encuentros Nacionales, en los retiros espirituales brote el agradecimiento al Padre por todos sus dones y la súplica confiada a la Sagrada Familia para que pueda prolongar hoy en nuestras vidas la respuesta de amor que ofreció familiarmente en Nazaret. Que el Venerable Hermano Gabriel nos ayude a vivir en la Iglesia y en la sociedad el servicio y el don del Carisma que él recibió con tanta entrega y alegría.
Feliz 25 aniversario.
Roma, a 26 de febrero de 2018.
H. Francisco Cabrerizo.