Mensagem aos jovens | Para ser Irmão se necessita de um tempo de formação |
Por: H. Fernando Cob.
1. Lo más genuino de la vida religiosa y su pérdida
La vida religiosa laical o vida religiosa de Hermano, como la prefiere llamar Vita Consecrata, hunde sus raíces, en el mensaje mismo del evangelio: la caridad fraterna. El trato de unos con otros como hermanos es el rasgo distintivo que califica a los primeros cristianos. El sentirse hijos de un mismo Padre y hermanos de Cristo y tratarse como tales, deben ser las señas de identidad del que se enorgullezca de ser cristiano.
Cualquier otro título que denote distinción o superioridad cae fuera de lo exigido por Jesús: “Vosotros en cambio no os dejéis llamar “Rabbi”, porque uno solo es vuestro Maestro, y vosotros sois todos Hermanos”. (Mt. 23,8-12).
Así lo entendieron los primeros cristianos, y por eso no es de extrañar que las primeras formas de vida religiosa nacieran en el ámbito laical, sin ningún añadido ministerial o de autoridad. Se trataba de acentuar y atestiguar en medio del mundo y sus valores la fuerza de la fraternidad, el testimonio de los valores más genuinos del evangelio y la imitación de manera radical de la forma histórica de vida del Maestro.
Pero la tendencia a la sacralización de los diversos ámbitos de la vida eclesial y la consecuente clericalización del monaquismo primitivo y de ciertas formas de vida religiosa, pesó fuertemente en la historia de la vida religiosa y de la Iglesia para infravalorar, con el paso del tiempo, esta forma de vida religiosa y llegar a desfigurar su identidad y su esencia en muchas ocasiones.
No es de extrañar que las primeras formas de vida religiosa nacieran en el ámbito laical, sin ningún añadido ministerial o de autoridad. Se trataba de acentuar y atestiguar en medio del mundo y sus valores la fuerza de la fraternidad.
2. Recuperación de la fraternidad
Fueron, sobre todo, San Francisco de Asís en el s. XIII y posteriormente San Juan Bautista de la Salle, en el s. XVIII los que recuperan desde diversa perspectiva la fuerza de la fraternidad que había tenido la vida religiosa primitiva. Las congregaciones de Hermanos que surgen en el s. XIX retomarán de nuevo este principio evangélico y lo situarán como su sello de identidad y centro de la organización de sus comunidades.
Las dificultades por comprender la vida religiosa de Hermano permanecen todavía en sectores de la Iglesia y de la misma Vida religiosa. Los intentos fáciles de entender nuestra vida desde el trabajo y la profesión o definirla desde lo que no se es: no somos sacerdotes, siguen estando presentes en amplias capas del Pueblo de Dios.
Las dificultades por comprender la vida religiosa de Hermano permanecen todavía en sectores de la Iglesia y de la misma Vida religiosa.
3. El V. Hno. Gabriel Taborin: Un Fundador que vive y muere como Hermano
El V. Hno. Gabriel, Fundador de los Hermanos de la Sagrada Familia descubrió también en su propia historia la vocación de Hermano. Vivió desde joven como Hermano en sus primeras experiencias apostólicas cuando ejerció en su pueblo natal como maestro y catequista y luchó por la elección evangélica de la fraternidad como modo de vida para él y sus Hermanos, frente a las presiones por clericalizar su opción vocacional.
Sufrió como tantos la incomprensión histórica de la vocación religiosa laical, pero además su condición de ser Fundador laico le condujo a vivir esta dificultad con más fuerza. Su perseverancia en fundar la Congregación desde su condición de Hermano le trajo no pocos disgustos e incomprensiones desde sectores sociales y eclesiales. De las veinte congregaciones de Hermanos fundadas en Francia en el s. XIX, la de los Hermanos de la Sagrada Familia es la única en que su fundador muere como religioso laico. Todas las demás están fundadas por sacerdotes, o por laicos que después fueron ordenados sacerdotes.
Sin duda ser sacerdote le hubiera facilitado el camino de la fundación y se habría evitado muchos sufrimientos. En la sociedad rígidamente jerarquizada y en la Iglesia fuertemente clericalizada del siglo XIX no resultaba fácil abrirse paso con un proyecto de vida e iniciar un camino de fundación siendo laico, pero por fidelidad a sí mismo y a sus convicciones, permaneció en su camino de vivir y morir como Hermano.
Como eco de este esfuerzo por mantener su condición laical dejó escrito a sus Hermanos: “Lleváis el dulce nombre de Hermanos, no permitáis que os llamen de otra manera. Los nombres de las dignidades inspiran e imponen respeto; este por el contrario, sólo sugiere sencillez, bondad y caridad” (H. Gabriel. Guía art. 112).
El Hno. Gabriel luchó por la elección evangélica de la fraternidad como modo de vida para él y sus hermanos, frente a las presiones por clericalizar su opción vocacional.
SER HERMANO HOY
Hoy día la vocación de Hermano, sigue siendo incomprendida para muchos. Quizá una de las dimensiones de esta vocación, como es el trabajo profesional ha eclipsado lo más nuclear y significativo de la vocación religiosa laical. En Vita Consecrata, de forma sintética, se presenta lo más carismático de esta forma de vida consagrada y su aportación a la Iglesia: «Estos religiosos están llamados a ser hermanos de Cristo, profundamente unidos a Él, primogénito entre muchos hermanos (Rm 8, 29); hermanos entre sí por el amor mutuo y la cooperación al servicio del bien de la Iglesia; hermanos de todo hombre por el testimonio de la caridad de Cristo hacia todos, especialmente hacia los más pequeños, los más necesitados; hermanos para hacer que reine mayor fraternidad en la Iglesia » (V.C.60).
El valor evangélico de la fraternidad es, pues, el foco que esclarece la identidad y misión de esta vocación:
– ser hermano de Cristo,
– ser hermanos entre sí, y
– ser hermano de todo hombre.
1. Hermanos de Cristo
Toda vocación cristiana está referida a la relación fraterna con Cristo. La Vida religiosa al optar por un seguimiento radical de Cristo y al imitar su forma histórica de vida, hace más clara la visibilidad de este aspecto cristiano, y todavía más en la vida religiosa de Hermano. El religioso Hermano se convierte en Hermano de Cristo y pasa a formar parte de la familia de Jesús, sencillamente por “escuchar el mensaje de Jesús y ponerlo por obra” (Cf. Lc 8, 21; Mt 12, 48-50) No corre el riesgo de que los títulos de “Rabbí”, “Maestro” o “Director” oculten lo más original de esta relación fraterna con Jesús y la pertenencia a su familia.
Para el Hermano de la Sagrada Familia, como no podía ser de otra manera, Cristo es también el Hermano Mayor, a quien se une, le sigue y se configura con Él: “El Hermano… configura su vida con la de Cristo virgen, pobre y obediente como Éste la vivió en su vida pública y, sobre todo, en Nazaret con María y José” (Constituciones nº 20). El Hermano con su vida de oración y de relación con el Padre, trata de que no recaiga sobre él la grave recriminación que lanza el evangelio: “Vino a su casa (La Palabra) y los suyos no le recibieron“. El Hermano está convencido de la grandeza que alcanza, de lo que llega a ser desde su consagración bautismal y religiosa: hijo de Dios y hermano de Cristo: “pero a todos los que la recibieron, les dio les poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre” (Jn.1, 11-13).
2. Hermanos entre sí
Jesús llama hermanos a los que pertenecen a su familia, a los que creen en él y le siguen: “Id a avisar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán (Mt 28,10)”. Por eso no es de extrañar que los primeros cristianos se relacionaran entre ellos utilizando este título y aparezca en el Nuevo Testamento en numerosas ocasiones para expresar las relaciones entre los cristianos y de estos con Jesús.
La palabra Hermano, expresa la experiencia profunda de la gracia, mediante la cual se crean unas relaciones nuevas entre las personas que siguen a Jesús: es la relación de la fraternidad, basada en el amor: “Amaos unos a otros de corazón e intensamente, como Hermanos, porque habéis vuelto a nacer” (1Pe 1,22).
La Vida religiosa, desde el comienzo se sintió heredera y continuadora de esta experiencia y la presentó como una de los rasgos distintivos de esta forma peculiar de vida cristiana. La vida de comunidad en torno a Cristo como testimonio de la comunión fraterna de la Iglesia ha sido siempre uno de los elementos constitutivos de la Vida Religiosa y muestra de la elección particular del Señor a vivir con él y compartir su destino, junto con los demás seguidores.
En la vida religiosa laical de Hermanos, la vida de comunidad adquiere una importancia vital. No es un modo de organizarse para poder vivir o una forma para garantizar la eficacia en el apostolado. No; es una revelación de estas nuevas relaciones que la Palabra ha creado, es una manifestación profética del Reino que está ya aquí abajo, entre los hombres, superando las diferencias que los hombres creamos por ideologías, caracteres o posición social y económica.
Es una manera privilegiada de expresar de forma visible la común dignidad de los miembros de la Iglesia, su igualdad fundamental de hijos de Dios.
El Hno. Gabriel Taborin calificó estas relaciones entre los Hermanos, fundadas en la fraternidad como “el espíritu de cuerpo y de familia”. Fijándose en los lazos, “lazos vitales”, que unían a la Sagrada Familia en Nazaret, quiso que sus Hermanos reprodujeran en los variados aspectos de la vida esta comunión fraterna; que descubrieran el significado de Jesús, María y José como familia.
El Hermano de la Sagrada Familia construye la fraternidad, de modo especial, en la oración personal y comunitaria. Es aquí donde se descubre la fuente de la fraternidad y donde se alimenta para que crezca. Más que ser Hermano en un momento determinado, se llega a ser cuando cada día se construye la comunidad, cuando, junto con cada Hermano, se comparte el mismo camino, cuando se acepta a cada miembro de la comunidad y se dialoga con él, cuando se crece juntos, reconociendo las cualidades y superando los defectos de los Hermanos, cuando “desempeñan su trabajo apostólico como comunidad” (Constituciones 117).
El Prólogo de las Constituciones de los Hermanos tiene unas bellas palabras para expresar las actitudes que deben manifestar los Hermanos en sus relaciones.
Tu vida religiosa no es mera unión de personas,
sino comunión de espíritus.
Tus Hermanos son un don del Padre:
Cuídalos.
Ámalos.
También ellos te consideran a ti como don del Padre.
Ante el padre eres responsable de tus Hermanos.
Que su alegría sea tu alegría.
Comparte sus penas, su ideal y sus esfuerzos.
No les induzcas al mal.
Sé una presencia continua de paz en medio de ellos.
Ábrete a ellos y ellos se abrirán a ti.
En el crisol del diálogo
los valores del pasado, del presente y del futuro
adquieren un aspecto familiar y atrayente.
“El espíritu de cuerpo y de familia… nace de la caridad y, en consecuencia de Dios, que es la caridad misma. Todos los miembros que componen una Congregación en la que de verdad exista este espíritu tienen un solo corazón y un alma sola; se aman y se ayudan mutuamente, comparten las alegrías, las penas los éxitos y los fracasos de todos; las atenciones recíprocas y una entrañable fraternidad unifican los espíritus y caracteres más diversos; lo que es de uno pertenece a todos y dejan de tener sentido las palabras “mío” y “tuyo”; cada uno se considera menos que los otros y Dios reina sobre todos…”
(Hno. Gabriel: Circular nº 21,1864)
3. Hermanos de todo hombre
Ser hermanos de Cristo y hermanos entre sí, conduce ineludiblemente a ser hermanos de las personas que el Señor pone en nuestro camino. Ser hijo de Dios y hermano de Jesús, lleva a considerar a cada hombre como hermano y preocuparse por él, especialmente si es pobre, débil y necesitado.
Cuando Jesús llama a sus discípulos no sólo les llama para que le escuchen, sino para que compartan su vida; y como conocemos la vida de Jesús estuvo al servicio del hombre. Dicho de otro modo: la llamada a estar con Jesús lleva consigo incluida la misión de estar entre los hombres: “Subió al monte y llamó a los que él quiso; y vinieron donde él. Instituyó doce para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar con poder de expulsar los demonios” (Mc.3,13-15).
Especialmente para los que siguen “de cerca” a Jesús, como son los religiosos, el mandato de evangelizar alcanza más urgencia y radicalidad para llevarlo a cabo. El mandato a extender el Reino que cada religioso tiene por ser cristiano, arraigado en su Bautismo y Confirmación, adquiere más exigencia y fuerza por su consagración religiosa.
Para el religioso Hermano, para el Hermano de la Sagrada Familia su apostolado al servicio de la persona supera la consideración de un mero trabajo, o de un simple apoyo pastoral, para convertirse en auténtico ministerio eclesial (Cf. Vida Consecrata nº 60). Recibe un mandato específico y un envío concreto para servir a la comunidad cristiana.
El V. Hno. Gabriel Taborin así lo intuyó y lo vivió desde los años de su juventud, en las tareas de maestro, catequista y animador litúrgico en su comunidad natal y así quiso legarlo a sus Hermanos. El Fundador de los Hermanos interpretaba la misión de los Hermanos en las escuelas o en las parroquias, no sólo como una colaboración, sino como un verdadero apostolado, formado por varios ministerios de animación, para fortalecer la identidad cristiana de la comunidad y hacerla crecer y madurar en los valores evangélicos.
La comunión fraterna, punto medular de la vida comunitaria de los Hermanos de la Sagrada Familia, no se convierte en un repliegue sobre sí misma sino en una apertura hacia los hombres y sus necesidades y una disponibilidad mayor para la misión: “En ella y por media de ella (la comunidad) el impulso, la formación y la acción apostólica encuentran su vigor y apoyo” (Constituciones 117).
EL APOSTOLADO: Sentir con la Iglesia universal, evangelizar en la iglesia local,
animar la comunidad cristiana local
1. Hermanos en misión
Aunque la esencia de la identidad del Hermano, como la de la Vida Religiosa hay que verla en lo que se es: en su consagración y en el testimonio de la valores del Reino, la misión apostólica en lo que tiene de testimonio personal, actividad humanizadora y entrega generosa, no se puede separar de la identidad del Hermano y de su consagración; es parte de ella. Los Hermanos de la Sagrada Familia tenemos muy presente que para nosotros, como religiosos Hermanos “la actividad apostólica es una dimensión esencial de nuestra consagración a Dios y al Reino y expresión de nuestro amor al prójimo” (C 115).
Los Hermanos compartiendo el carisma del Fundador, el V. Hno. Gabriel Taborin, hemos sido llamados a evangelizar en la Iglesia local, especialmente por los tres caminos que fueron tan queridos y vividos por él:
-
la educación cristiana,
-
la catequesis
-
y la animación litúrgica.
Cada comunidad de Hermanos es enviada a una iglesia particular y en ella evangeliza con su testimonio de vida y su actividad apostólica. Como el V. Hno. Gabriel que siempre amaba a la Iglesia donde ejercía su apostolado y a sus pastores, nosotros los Hermanos, nos sentimos miembros vivos de la Iglesia particular donde el Señor nos envía. La Iglesia local con sus peculiares características religiosas y culturales constituye el espacio geográfico y humano en el que vivimos nuestra vocación y realizamos nuestra misión.
La evolución de la sociedad, el desarrollo de la misma Iglesia, la progresiva incorporación del laico a la vida de la Iglesia consciente de las implicaciones de su bautismo, la desaparición de algunas carencias sociales y el surgimiento de otras, el contexto cultural, económico, social y religioso de los diversos países en los que se encuentran los Hermanos ha hecho que el carisma y el apostolado del Hermano se encarne de forma heterogénea en cada lugar, sin perder la intuición primigenia del V. H. Gabriel.
La persona que visitara actualmente todas las comunidades de Hermanos en el mundo, observaría un gran abanico de opciones y servicios en el apostolado y en la forma de llevarlos a cabo. Podría encontrar Hermanos educando en escuelas y colegios, dirigiendo o colaborando en escuelas de catequistas y de pastoral; Hermanos impartiendo catequesis en parroquias, escuelas o grupos juveniles, Hermanos en talleres profesionales. Descubriría Hermanos en iglesias y santuarios animando la liturgia o acompañando y formando a jóvenes en casas de formación y casas de acogida.
Ser hijo de Dios y hermano de Jesús, lleva a considerar a cada hombre como hermano y preocuparse por él, especialmente si es pobre, débil y necesitado
2. Con estilo nazareno
“El espíritu de familia pone una nota distintiva en su manera de obrar, los orienta en su misión entre los hombres, caracteriza su tarea educativa y refuerza los vínculos de humana solidaridad allá donde son enviados” (Constituciones nº 14).
Jesús, María y José son “la inspiración y el apoyo” de cada iniciativa que despliegan los Hermanos a favor del desarrollo del hombre. La fraternidad y familiaridad, fruto de nuestro espíritu de familia, marcan nuestro estilo en las relaciones con las personas con las que se trabajamos.
Fijémonos ahora en los campos principales de apostolado que ejercemos los Hermanos en nuestra Provincia Religiosa. Inspirándose en la acción del Padre que “escogió a la Sagrada Familia para dar a su Hijo a los hombres” (Constituciones 116), los Hermanos han estampado su sello nazareno en las diversas iniciativas desde que comenzaron su labor en España.
3. Educación: El desafío de evangelizar la cultura
“Los Hermanos se dedican principalmente a la educación cristiana… Orientan los valores de la cultura en orden al anuncio de la salvación, para ayudar a los alumnos a realizar en sí mismos la unidad viva entre la cultura y la fe” (Constituciones 124).
En la Congregación, y muy especialmente, en la provincia española, la educación ha estado siempre presente como expresión privilegiada de nuestro carisma y del legado del V. Hno. Gabriel, quien desempeñó con gran celo y pedagogía, su vocación de educador cristiano. Desde las primeras escuelas rurales que se abrieron, hasta la creación de los colegios actuales, la educación cristiana ha configurado la historia y organización de los Hermanos.
El Hermano, está convencido que la educación, fundamentada en los valores evangélicos es un medio privilegiado para crear el hombre nuevo, el hombre evangélico. Es uno de los areópagos modernos desde donde se juega el futuro de la sociedad. El Hermano educador une el aspecto instrumental y funcional de los conocimientos con el de los valores y las virtudes, la formación de la mente con la de la conciencia. La labor de educar siempre fue apasionante pero difícil; la “emergencia educativa” que vivimos actualmente en la sociedad, la hace más compleja y dificultosa. Pero, precisamente por eso se hace hoy día más necesaria.
El Hermano educador está persuadido de la “eficacia del espíritu de familia” como método educativo, espíritu que favorece la relación entre los diversos estamentos de la educación: profesores, padres y alumnos.
El Concilio Vaticano II recordó al mundo que “El porvenir de la Humanidad está en manos de quienes sepan dar a las generaciones venideras razones para vivir y razones para esperar” (GS, 31). Y sin duda el quehacer educativo realizado desde los valores cristianos tiene esta finalidad: dar razones al joven de hoy, tantas veces desubicado, motivos para vivir y motivos para esperar y construir un mundo mejor, más humano, más digno.
4. Catequesis: La belleza de anunciar la Buena Nueva
“A ejemplo de su Fundador los Hermanos conceden a la catequesis el primer puesto en su trabajo apostólico. En nombre de Cristo proclaman el mensaje de la salvación y la invitación a convertirse” (Constituciones 122).
El V. Hermano Gabriel Taborin, mostró siempre un gran aprecio por esta tarea. Desde que era pequeño ejerció de catequista en numerosas parroquias y en ocasiones, de 1824 al 1829, como catequista itinerante. Escribía a los Hermanos diciéndoles que “no hay actividad más bella, más honrosa y más meritoria que la de catequista, si se ejerce con fe… porque enseñan lo mismo que Jesucristo vino a enseñar a la tierra”
(Hno. Gabriel. Nuevo Guía nº 896). Tenía bien merecido el título que le concedió Gregorio XVI de “Catequista Apostólico”.
Los Hermanos han continuado siendo fieles a esta preciosa herencia de su Padre. La catequesis entendida como el anuncio explícito del mensaje evangélico siempre ha estado presente en su apostolado. Sin duda, el Hermano por ser laico y ser consagrado, está muy capacitado para esta responsabilidad eclesial de iniciar en la fe y capacitar para la vida cristiana. Acercar los corazones a Dios para que acojan desde el interior la persona y el mensaje de Jesús es una bella tarea y un ministerio clave en la evangelización que honra al Hermano que la desempeña.
Actualmente los Hermanos ejercen este ministerio principalmente desde las obras educativas. Las clases de Religión, la profundización de la fe en las comunidades y grupos cristianos, los momentos fuertes de experiencias de fe y vida como Pascuas, Campamentos, Festivales vocacionales y el ambiente educativo impregnado de cultura cristiana son los principales medios con los que contamos.
En el medio escolar de nuestras obras, el Departamento de Pastoral tiene un destacado papel para garantizar y animar esta tarea de la catequesis escolar.
También las parroquias en las que están insertas las comunidades han sido tradicionalmente espacios donde los Hermanos han impartido la catequesis.
5. Liturgia: La invitación a adorar a Dios en “espíritu y verdad”
“Herederos del dinamismo apostólico de su Fundador, los Hermanos se dedican a promover la vida litúrgica de la que son activos participantes y animadores” (Constituciones nº 123).
Toda la vida del V. Hno. Gabriel estuvo marcada por la vivencia de la liturgia. Por una parte animaba a los fieles a participar en las ceremonias litúrgicas de las parroquias y a apreciarlas y por otra desempeñó actividades relacionadas con ellas que en la época en la que existió eran significativas como la de sacristán, cantor, cuidador de los templos…
En las diversas versiones de su Reglas, al describir la misión apostólica del Instituto, dedica siempre una parte importante a orientar a los Hermanos sobre cómo vivir la Liturgia y cómo animarla. Les recomienda encarecidamente que ejerzan “tan honrosas y santas funciones” con fe viva, celo apostólico por la gloria de Dios, edificación para la gente, mérito para su alma y honor para su Congregación (NG 844).
La expresión “animación litúrgica” que recoge nuestras Constituciones está traduciendo, por una parte la participación que como bautizado y consagrado le corresponde al Hermano en la vivencia del misterio cristiano y en la vida de la Iglesia y por otra, las diversas tareas que puede desempeñar desde la animación.
Hoy en día, la mayor toma de conciencia de la misión de los laicos en participar de la vida de la Iglesia, en sus estructuras y servicios y la pérdida de valor de algunas funciones que en otro tiempo se consideraban importantes en la vida de las parroquias, ha llevado a que algunas de estas tareas no se realicen ya o las pueda efectuar cualquier fiel en virtud de su bautismo y confirmación.
No obstante, desde su condición de laico y consagrado, para el Hermano, animar y motivar a los jóvenes y adultos de nuestras obras educativas y parroquias a que den culto a Dios en “espíritu y verdad” e invitarles a participar y animar la vida de fe de su Iglesia local e insertarse en ella, serán siempre tareas actuales y necesarias.
6. El arco iris de la animación de la comunidad cristiana
Como ya hemos mencionado, el V. Hno. Gabriel siempre entendió su vocación en clave de animador de la comunidad cristiana que comprendía las tres manifestaciones del carisma. Más que las actividades concretas que realizaba, le importaba la construcción de la comunidad, de la parroquia, que el ambiente que se respirara en los pueblos fuera cristiano. De esta convicción nacieron los distintos servicios que él desempeñó y que transmitió a sus seguidores. Ser maestro, catequista, sacristán, cantor o administrador de una parroquia; dirigir una escuela o un orfanato… eran distintas muestras de un único objetivo: dinamizar la comunidad cristiana local, hacerla crecer, mantenerla en la fe.
El siempre unió inseparablemente la escuela y el templo, el altar y el pupitre, la educación cristiana, la catequesis y la animación litúrgica, la palabra “profana” proferida en la escuela y la palabra “sagrada” proclamada en la Iglesia.
El apostolado de los Hermanos desplegado en varios servicios es como un rayo de luz descompuesto en mil colores. Las circunstancias concretas en las que vive el Hermano, le obligan en la práctica a dar prioridad a un aspecto del carisma sobre otro, pero siempre tendrá la obligación de oír la voz del hombre contemporáneo con el que vive, de escuchar la Palabra de Dios que da sentido a su existencia y unirlas.
El Hno. Gabriel siempre entendió su vocacióno en clave de animador de la comunidad cristiana. Más que las actividades concretas que realizaba, le importaba la construcción de la comunidad de la parroquia.