LA MISION(1) DEL INSTITUTO Y LAS ACTIVIDADES DE LOS HERMANOS
EN LOS ESCRITOS DEL HNO. GABRIEL TABORIN
El Instituto fundado por el Hno. Gabriel se encuentra entre los llamados “de vida apostólica” o “de vida activa”, desde su condición laical.
A pesar de su interés por la vida monástica y contemplativa, expresado sobre todo en la fundación de Tamié, y del impulso misionero, manifestado en el envío de Hermanos a Estados Unidos, la congregación del Hno. Gabriel no corresponde a la vida religiosa contemplativa ni tampoco a las “sociedades de vida apostólica” creadas para la misión ad gentes. Las actividades del Hno. Gabriel y de los Hermanos corresponden a “ministerios laicales” ejercidos por religiosos, que tienen su fundamento en el bautismo y en la confirmación con un nuevo mandato recibido en la profesión religiosa. Para el Hno. Gabriel la identidad laical del Instituto era, sin embargo, compatible con la presencia de algunos sacerdotes.
“Desde nuestra más tierna juventud comprendimos cuán útil y qué grandes servicios podía prestar una Sociedad religiosa de Hermanos que tuviese al mismo tiempo el objetivo de instruir a la juventud, el servicio de las iglesias y cantar las alabanzas de Dios”. (RESEÑA HISTÓRICA. Primera redacción)
El Hno. Gabriel presentó y explicó muchas veces la misión del Instituto tanto a los Hermanos como a las autoridades eclesiales y del Estado, algunas veces trató también en su correspondencia con algunas personas sobre cómo los Hermanos ejercían su misión y la problemática que suscitaba.
Todos conocemos, tanto ayer como hoy, la distancia entre el enunciado de los textos y la realidad que se vive en lo concreto de la vida. Aun así, la lectura de estos textos puede ayudarnos a captar la originalidad del carisma en el aspecto de la misión y a entrever en gran parte la problemática vivida por el Hno. Gabriel y los primeros Hermanos en su deseo de responder a la llamada de Dios y de ponerse al servicio de la Iglesia y de la sociedad en un contexto nada fácil.
Belley 2018
Hno. Teodoro Berzal
- La palabra « misión » no tenía en tiempos del Hno. Gabriel el mismo sentido que hoy. Se empleaba más bien en plural “misiones” y se refería a las misiones parroquiales (tiempos fuertes de la vida cristiana animados por un grupo de sacerdotes misioneros) o a la actividad de la Iglesia en países lejanos (de Europa). Para referirse a lo que hoy entendemos por “misión del Instituto” estaba la palabra francesa “but” (objetivo o finalidad) del Instituto.
- El mejor punto de partida para referirse a la misión del Instituto y a las actividades de los Hermanos de la Sagrada Familia es la experiencia misma del Fundador en sus años de adolescencia y juventud en Belleydoux. Para ello nada mejor que recurrir a quienes lo conocieron durante esos años y que poco después de su muerte aportaron sus testimonios, recogido por el Hno. Nicolás Tardy, que por entonces trabajaba en Belleydoux. Como el Hno. Gabriel dice en su autobiografía con toda sencillez: “Esas mismas funciones debía continuarlas un día y enseñárselas a otros, más como fruto de mi larga experiencia que de mi capacidad intelectual, que ha sido siempre mediocre.”
Recuerdos de Francisco Perrin, llamado Pirron, que fue criado de la familia Taborin (Era 18 años mayor que el Superior)
El reverendo hermano Gabriel Taborin nació en Belleydoux de padres de posición acomodada y muy virtuosos. Su padre se llamaba Claudio José y su madre María Josefa. Era el más pequeño de cuatro hermanos. En su niñez, el pequeño Gabriel mostraba bastante vivacidad. Había que ver cómo se agitaba en la cuna (dice el viejo Perrin), y cuando yo le tomaba en brazos, a veces era difícil dominar su turbulencia pues trataba de pegarme con las manos en cuanto lo contrariaba un poco. Pero, añadía en seguida, cuando fue un poco más mayor y llegó al uso de razón, todo su comportamiento era edificante para sus compañeros y era muy bondadoso con ellos y con todos; tenía mucho ardor por todo lo que se refiere a la religión; guiaba a sus compañeros a la oración y a la piedad.
Desde la edad de ocho años aproximadamente, el pequeño Gabriel llevaba las vacas a pastar. Se lo veía ya por entonces construir pequeños altares con piedras e invitar a los otros pastores a rezar con él. Hacia la edad de diez años, empezó a recibir lecciones en casa del Sr. cura (no había por entonces maestro en el municipio). Mostraba mayor interés por el estudio que por los trabajos del campo.
Los demás niños, es decir los otros pastores, le tenían un cierto respeto y se sometían a él. Y tenían que obedecerle, pues no se andaba con bromas, sobre todo si se trataba de alguna actividad de carácter religioso. A veces en los juegos él organizaba una procesión, con la bandera en cabeza ( que normalmente era un pañuelo atado a un palo) y una cruz de forma un poco rudimentaria. Había que ver cómo se movía el pequeño Gabriel para que todo funcionara correctamente. Había quienes eran mucho más mayores que él y, sin embargo, exigía que se sometieran. Algunas veces también el criado debía participar en la procesión, como los demás, aunque tenía dieciocho años más que el pequeño Gabriel.
Había preparado en su habitación una especie de altar ante el que simulaba las ceremonias de la misa y reunía a los niños del pueblo. Los convocaba tocando una campanilla por las calles del pueblo. Pero los jóvenes carentes de piedad ridiculizaban el entusiasmo de Gabriel. En una ocasión organizó una pequeña capilla en una caseta que tenía su padre a un cuarto de hora de camino del pueblo ( en Bellevoîte). Allí el pequeño Gabriel reunía a los pastorcillos de los alrededores tocando una pequeña campana colocada en la fachada de la casita, en el interior de la cual había un pequeño oratorio.
Durante dieciséis años el joven Gabriel desplegó un ardiente entusiasmo. Decía la misa (es decir, representaba las ceremonias), predicaba, incluso confesaba (o sea, enseñaba cómo confesarse, pues no pedía que se le dijeran los pecados). Todo ello debía efectuarse con la máxima seriedad, y reprendía severamente a quien venía a perturbar el orden o a interrumpirlo. Un día en que el pequeño Gabriel predicaba, metido en un pequeño tonel que estaba suspendido en el aire por una cuerda, ésta se rompió, y el predicador bajó de su cátedra más de prisa que había subido. Este accidente no le impidió continuar con sus prédicas; pero desde entonces empezó a servirse de una silla alta sobre la que se colocaba para predicar.
Cuando contaba alrededor de dieciocho años, abrió una escuela en Belleydoux. Sus alumnos lo temían y lo respetaban.
Un día, para celebrar una fiesta con sus compañeros, Gabriel, de pequeño, había llevado unas cabezas de cabrito que su madre le había preparado (sus padres tenían un albergue). Después de la comida y de las oraciones, hicieron fuego y Gabriel tomó un zueco en el que colocó un poco de ceniza y unas brasas, y después incensó religiosamente a sus compañeros.
- El Hno. Gabriel, al narrar los comienzos de la fundación del Instituto en la primera versión de su autobiografía, dice cuál era la finalidad que se proponía con dicha fundación y cuáles eran las actividades de los primeros Hermanos en Saint-Claude, tomando siempre como punto de referencia las que él mismo había ejercido durante los años de su juventud en Belleydoux.
RESEÑA HISTÓRICA. (Primera redacción)
Desde nuestra más tierna juventud comprendimos cuán útil y qué grandes servicios podía prestar una Sociedad religiosa de Hermanos que tuviese al mismo tiempo el objetivo de instruir a la juventud, el servicio de las iglesias y cantar las alabanzas de Dios.
La buscamos en vano, no pudimos encontrar una ese tipo en Francia. Decidimos, entonces, buscar a alguien a quien Dios inspirara la formación de semejante obra. De buen grado nos hubiéramos asociado a él, pues sentíamos un atractivo muy particular por ella, ya que nosotros mismos habíamos desempeñado estas santas funciones en Belleydoux, nuestra parroquia natal. Pero la búsqueda fue inútil. Decidido a abandonar el mundo, nos abandonamos confiadamente en las manos de la Providencia, y nos pusimos a buscar una casa religiosa. No fue fácil encontrarla. La tormenta revolucionaria había golpeado con su martillo destructor y pocas habían podido, por aquel entonces, levantarse de la ruina.
No sabemos cómo fuimos conducidos hasta Mons. de Chamon, Obispo de Saint-Claude; pero cuando este digno prelado nos vio, quiso que permaneciéramos con él. Le manifestamos entonces nuestra intención de ingresar en la vida religiosa y el deseo que teníamos de encontrar a alguien que pudiera formar una Asociación, tal como la hemos descrito más arriba.
Entonces el digno Prelado nos dijo con un tono inspirado: “Usted mismo será quien forme esta obra, Dios lo llama a ello; la comenzará aquí”. (Esto ocurría en 1824). ¡Cuál fue nuestro asombro en ese momento!
Nos disculpamos alegando nuestra incapacidad, nuestra poca experiencia, diciendo que nos era imposible implicarnos en una obra de tal envergadura; que no estábamos en condiciones para formar a los demás a la vida religiosa; que la teníamos en gran estima, pero que no conocíamos bastante sus obligaciones para cumplirlas y hacerlas cumplir a otros. “Comience esta obra. Es Dios quien se la ha inspirado y Él le dará cuanto cree que le falta, nos respondió este digno y venerado Obispo, cuyo recuerdo tendremos siempre en gran estima..
Animado con estas palabras y lleno de confianza en Dios, pusimos manos a la obra, con temblor lo confesamos; porque pensábamos en la responsabilidad que íbamos a tener delante de Dios y de los hombres. Además, era demasiada temeridad para nosotros emprender tal obra, comenzar sin tener recursos y pensar que no podríamos estar nunca a la altura de nuestra misión.
Pero nos hacíamos este razonamiento: A través de un obispo digno y lleno de fe, Dios parece manifestar su voluntad. Por otra parte, o es su obra o es la tuya: si es la tuya, será necesariamente una obra nacida muerta, pero si es de Dios, nada tienes que temer. Él es rico y te ayudará en todas tus necesidades; Él es la luz y te iluminará suficientemente para ti mismo y para ayudarte a guiar a aquellos que asociará a tus trabajos.
Mientras tanto fueron tomados todos los acuerdos. El muy venerado Párroco de Les Bouchoux, P. Chavin, de acuerdo con Mons. de Chamon, nos acogió en su casa, con cinco otros jóvenes. Allí nos preparó con un retiro de ocho días para nuestra toma del hábito, que tuvo lugar un domingo en su iglesia. Esta ceremonia atrajo a Les Bouchoux una multitud de fieles piadosos y clérigos de todas las parroquias vecinas. Fue uno de los días más hermosos de nuestra vida. Su recuerdo nos produce siempre felicidad y santo afecto.
Revestido del hábito religioso, volvimos a Saint-Claude, con cinco Hermanos que debían ser nuestros colaboradores. En seguida se nos confiaron las escuelas primarias de la ciudad y el servicio de la catedral. Pero nos esperaban grandes pruebas en estos comienzos: los padres de cuatro de los Hermanos los desanimaron y, temiendo que les faltase el pan, nos dejaron solo con un Hermano; no era suficiente para atender el trabajo que teníamos confiado.
- No sabemos cuándo fue escrita la primera regla de vida por el Hno. Gabriel. Lo cierto es que en 1838 él mimo dice, al presentar el Guía, que “Las reglas contenidas en este libro han sido, desde hace más de veinte años, objeto de nuestras más serias reflexiones.” Hay constancia de una redacción hecha con la ayuda del canónigo Desrumeaux en Saint Claude con el título de “Constituciones de la orden de San José…” En ella se describen los principales aspectos de la vida religiosa de los Hermanos, su formación y organización y , desde el comienzo se presenta cuál es la misión de la nueva congregación. En otros artículos se desarrollan varios aspectos de la actividades de los Hermanos.
CAPÍTULO 1: FINALIDAD DE LA CONGREGACIÓN.
Hace ya tiempo que los párrocos se vienen quejando de la actuación de los maestros en sus escuelas, pues son, en su mayor parte, personas desconocidas de diferentes diócesis que, en lugar de ayudar al pastor en su difícil tarea, dan a la juventud, tan susceptible a las malas impresiones, ejemplos de insubordinación y con frecuencia también de corrupción. El mayor deseo de estos veteranos de los templos ha sido, desde hace muchos años, ver en sus parroquias A alguien como ellos que, sin más móvil y preocupación que la gloria de Dios, pudiera encargarse de una parte de su trabajo. Y precisamente para atender a estos deseos tan unánimes, va a iniciarse la pequeña Congregación de los Hermanos de San José, bajo los auspicios de un prelado amado y venerado, que se complace en hacer feliz al clero tan estimado por él.
Los fines que esta Sociedad se propone son: educar a los niños, hacer de ellos buenos cristianos, encargarse de la sacristía y de la limpieza de la iglesia, dar la catequesis y las conferencias familiares y hacer que se lleven a cabo las ceremonias del culto.
CAPÍTULO 30: RELACIÓN DE LOS HERMANOS CON EL PÁRROCO Y CON LA PARROQUIA
ARTÍCULO PRIMERO
Relación con el párroco
Los Hermanos enviados a las parroquias para aliviar a los sacerdotes en sus penosas tareas, intentarán, por la delicadeza, la amabilidad y la honradez, merecer su estima y su afecto. Cumplirán todos sus deseos, con tal de que vayan encaminados al bien y no sean contrarios a las constituciones. Les tendrán el mayor respecto y les considerarán como a un padre a quien la providencia ha elegido para conducirlos por el camino de la salvación.
Si los párrocos experimentan alguna contrariedad proveniente de su fieles, los Hermanos los apoyarán totalmente; ocultando sus defectos, realzarán sus cualidades y mostrarán la estima que ellos les tienen condenando de esta manera los reproches, incluso bien fundados, de los libertinos e impíos.
ARTÍCULO 2°.
Relación con las parroquias
Los Hermanos deben considerar que si Dios los ha elegido entre miles para enviarlos a trabajar a su viña, no se deben únicamente a los niños sino también a las personas mayores. También a estas deben predicar más que con las palabras, con el buen ejemplo. La honradez, la dulzura y la afabilidad conquistan a las personas y, una vez que se tiene dominio sobre ellas, es fácil dirigirlas hacia Dios, su verdadero centro.
Por lo que se refiere al ámbito de la escuela, los Hermanos se preocuparán de informar a los padres sobre la conducta de sus hijos, los testimoniarán una total confianza y les enseñarán con caridad el método de corregirlos. Cuando encuentren a una persona, los Hermanos estarán atentos para saludarla, y, de pasada, decirle alguna palabra de consuelo o de edificación. De esta manera intentarán hacer amable la virtud y quitar así el funesto prejuicio de que el bien debe ser austero. Tendrán mucho cuidado de no escandalizar a los débiles en las conversaciones y evitarán siempre la conversación con las personas jóvenes.
- Las “Constituciones de los Hermanos de la Sagrada Familia” de 1836 presentan una visión más elaborada de la misión del Instituto. En ella encontramos la expresión característica del Hno. Gabriel “toda clase de buenas obras” y junto a ella una enumeración escalonada de las actividades de los Hermanos. Algunas aparecen como permanentes, otras se ejercerán en ciertas condiciones y circunstancias. Es de notar la llamada a la disponibilidad de loa Hermanos para adaptarse a diversas actividades según que “los superiores dispongan”.
CONSTITUCIONES Y REGLAMENTOS de los Hermanos de la Sagrada Art. IV
La Sociedad de la Sagrada Familia tendrá como finalidad toda clase de buenas obras.
El objetivo principal será ayudar a los Sres. curas de los pueblos y de la ciudad como maestros de las escuelas parroquiales, ayudantes del culto, catequistas, cantores y sacristanes.
Podrán también acudir, en caso de necesidad y a petición de las autoridades, a los hospitales para cuidar a los enfermos ya las cárceles para atender a los detenidos.
Cuando la Sociedad tenga recursos, fundará un hospicio donde los niños abandonados y los huérfanos pobres serán acogidos gratuitamente desde la edad de siete años y podrán permanecer allí hasta los veinte e incluso toda la vida, si así lo desean. Estos niños serán formados en la piedad, la lectura, la escritura y el cálculo. Además se les enseñará algunos oficios que puedan ser útiles a la Sociedad y a ellos mismos cuando, dejada esta casa, se establezcan en el mundo donde se espera que vivan como buenos cristianos y se acuerden de los sabios principios que se les han inculcado desde la niñez.
Los hermanos se entregarán generosamente a todas estas obras tan aptas para procurar la gloria de Dios, la salvación de las almas y el servicio del prójimo, de acuerdo con lo que los superiores dispongan. Estos examinarán lo que cada hermano puede hacer según sus aptitudes y destreza para que sea eso lo que ejerza de modo especial. Cada cual, por su aplicación al estudio ya otros trabajos mecánicos, tratará de estar capacitado al final del noviciado para llevar a cabo todas las funciones indicadas o al menos parte de ellas, si los superiores lo creen oportuno.
Todos los asociados se mantendrán en la sincera disposición de sacrificar su libertad, sus talentos, su salud e incluso su vida para servir al prójimo de cualquier manera que sea a fin de ganarlos a todos para Jesucristo y salvar su propia alma. Estarán igualmente dispuestos a pedir limosna para sus hermanos si hubiere necesidad.
XXXV
Los hermanos de la enseñanza, elegidos para dirigir las escuelas, supondrán el remedio para un gran mal con tal de que sean buenos maestros. La gente, sobre todo la del campo, considera que la mejor cualidad de un buen maestro es tener una voz potente y sonora, pero los hermanos recordarán con frecuencia que, si bien es cierto que necesitan saber cantar (sobre todo si están encargados del canto en la iglesia) hay otras cualidades que les son mucho más necesarias. Tienen que ser en su tarea de maestros, hombres virtuosos e irreprochables, instruidos, prudentes y capaces de formar el espíritu del niño y enseñarle lo que la religión y la educación del mundo exigen.
XXXVI
Quienes por su capacidad hayan merecido ser colocados al frente de una escuela parroquial o comunal. Estos la darán todos los días de clase en la escuela. También podrán dar la catequesis en la iglesia cuando el señor cura así lo quiera y podrán también reemplazarle a él o al vicario en esta función. Los niños recitarán todos los días en clase la parte del catecismo que tendrán que decir al día siguiente en la iglesia.
XXXVII
Los hermanos que ejerzan las funciones de ayudantes del culto, cantores y sacristanes, estarán profundamente convencidos de que en el lugar sagrado deben tener un gran respeto a la majestad de Dios. Estando obligados a servir al párroco o a sus vicarios en las funciones de su ministerio, cumplan su deber sin negligencia, no como por obligación sino con modestia y delicadeza.
- No sabemos cuál es la parte del Hno. Gabriel en la redacción de los Estatutos del Guía (1839), pues intervinieron también los correctores de la curia diocesana de Belley. De todas formas él aceptó la versión publicada y en ella una presentación de la misión del Instituto y de las actividades de los Hermanos.
- La pequeña Asociación de Hermanos de la instrucción cristiana, conocida con el nombre de Hermanos de la Sagrada Familia, tiene como finalidad dedicarse a toda clase de buenas obras, pero su objetivo principal es secundar a los señores curas del campo y de la ciudad en calidad de maestros en las escuelas parroquiales, catequistas, ayudantes del culto, cantores y sacristanes. Los Hermanos de la Sagrada Familia se dedican a la educación primaria y enseñan principalmente la lectura y la escritura, conocimientos básicos de la lengua francesa y del cálculo, el sistema legal de pesas y medidas, y las primeras nociones de geografía, historia y agricultura. Pero, sobre todo, enseñan el catecismo y forman a sus alumnos en las virtudes cristianas, en las buenas costumbres y en la piedad. Dan también lecciones de canto gregoriano.
- Los Hermanos pueden ejercer sus funciones en cualquier país ateniéndose a las leyes eclesiásticas y civiles de la Diócesis y del Estado en los que vivan. Van a las parroquias de uno en uno, y en este caso es de desear que se alojen en la casa parroquial, o bien que el lugar esté cerca de donde trabaja otro u otros Hermanos para que puedan visitarse una vez a la semana. Si la parroquia necesita varios Hermanos, éstos se alojarán en una casa independiente, destinada únicamente a este fin. Los Hermanos así contratados, prestan sus servicios pidiendo a cambio un salario fijo proporcionado por la parroquia, por la obra parroquial o por fundadores particulares, o bien pueden vivir de las cuotas mensuales de la escuela con un pequeño suplemento que se les dé, más lo que pueda reportar el servicio de la iglesia, si están encargados de ello.
III. Los Hermanos sólo serán enviados a las parroquias que puedan ofrecerles una casa adecuada tanto para la escuela como para su vivienda, con los objetos y el mobiliario proporcionado al número de aulas y de Hermanos que desean.
Art. 30 LAS CLASES Y LOS DEBERES. En la escuela estaréis uno solo o varios. En el primer caso, tendréis solamente una clase de la que seréis totalmente responsables. Si sois varios, los Superiores os confiarán un cierto número de alumnos, y si no, lo hará el Hermano Ecónomo con el que estéis, quien tendrá la autoridad inmediata sobre la escuela. Le estaréis de tal forma sumisos, que nada haréis sin su consentimiento, ni siquiera el pasar un alumno a la sección o clase superior.
Art. 52 DEBERES DE LOS HERMANOS COMO CATEQUISTAS. La tarea de catequistas es una de las más honrosas y puede contribuir eficazmente a vuestra propia salvación y a la del prójimo si os entregáis a ella con espíritu de fe. Pero para ser buenos catequistas os tenéis que formar suficientemente en las verdades de la religión y esforzaros por progresar cada día leyendo el catecismo diocesano, el de Collot y, si podéis también el de Bourges, el de Couturier, el de Constance, el de los pueblos, etc., los proyectos de formación familiar de Chambéry, la explicación del catecismo de Ginebra, la que está en uso en las iglesias de Francia y otros buenos libros. No temáis repasarlos varias veces y leer algunos más. Sería una presunción pensar que ya estáis formados al salir del Noviciado y que no tenéis nada que aprender. Siempre hay algo que aprender en lo que se refiere a la salvación. Es un estudio que dura toda la vida. Guardaos sobre todo, de las opiniones novedosas y singulares, y ateneos a las verdades de fe promulgadas por los Concilios generales, reconocidas como tales por el Papa y aceptadas por la Iglesia.
Art. 54 OBLIGACIONES DE LOS HERMANOS COMO AYUDANTES DEL CULTO, CANTORES Y SACRISTANES. No ejerceréis ninguna de vuestras funciones en la iglesia sin revestiros de un sobrepelliz o de un roquete, que es más cómodo. Como sacristanes debéis mantener limpia la iglesia, los altares, la sacristía, los vasos sagrados y los ornamentos, objetos todos que están confiados a vuestros cuidados. Trabajaréis en estas tareas con espíritu religioso ya que quien está encargado de ellas, está cerca del altar; lo haréis en silencio por respeto a la majestad de Dios y a la presencia de Jesucristo en el adorable sacramento de la Eucaristía, con destreza, cosa que es una señal clara de vocación para nuestro Instituto y, finalmente, con gusto, para que todo esté colocado en orden y que nada quede fuera de su sitio en la sacristía.
6. Aunque de forma menos sistemática que en la regla de vida de los Hermanos, el Hno. Gabriel escribe muchas veces en su correspondencia sobre la misión del Instituto y sobre las actividades de los Hermanos, a veces para presentarlo a personas que no lo conocen, otras para precisar o interpretar algunos de sus aspectos. Veamos la presunción hecha a dos sacerdotes que no conocen el Instituto en sendas cartas.
Al Sr. Director de la Archicofradía de Notre-Dame des Victoires, París. 12-10-1840
Sr. Director:
He leído con agrado su piadoso Manual de la Archicofradía del Inmaculado Corazón de María que hace honor al celo que le anima por la gloria de Dios, la salvación de las almas, sobre todo la de los pecadores. Los milagros de conversión que la Madre de Dios hace por medio de su piadosa asociación me han emocionado y han despertado un ardiente deseo de pertenecer a ella con todos los miembros actuales y futuros de mi pequeña comunidad de la Sagrada Familia, compuesta ahora por 50 personas. El Obispo de Belley es nuestro primer Superior, en esta ciudad episcopal y bajo sus auspicios funciona nuestro Noviciado; nuestro Instituto tiene como finalidad toda clase de buenas obras, pero, sobre todo, trabaja en la propia santificación y en la del prójimo por medio de la enseñanza cristiana de la juventud, como maestros de primaria y ayudando a los señores párrocos del campo y de las ciudades como catequistas, cantores y sacristanes. También tenemos como fin dar asilo a los niños huérfanos de familias pobres. Creo que agradará a María, Madre de Dios, nuestra patrona, el que nuestra comunidad sea miembro de su piadosa asociación y participar de sus bienes espirituales.
Con la esperanza de que me concederá este favor, le ruego, Sr. Director, que acepte desde ahora mi sincero agradecimiento y la seguridad de mi profundo respeto y veneración, de usted, Sr. Director, su humilde y atento servidor.
Al P. Montbrun, misionero diocesano de Valence. 24-09-1842
Rvdo. Padre:
Respondo a su amable carta, de la cual no he podido aún poner en conocimiento a nuestro santo Obispo que se encuentra actualmente en Bourg para el retiro espiritual de los sacerdotes. A su vuelta, cumpliré con el grato deber.
En cuanto al joven, su protegido, lo recibiré con mucho placer vistos los buenos informes que me da respecto a su conducta; pero no podremos recibirlo gratis en nuestra Sociedad, por lo tanto, tendrá que traer, cuando venga, todo lo que pueda en dinero y ajuar, y lo que en conciencia no pueda traer ahora, lo hará más tarde, si algo hereda de sus padres.
Exigimos 700 francos por la pensión y la admisión, con un ajuar estimado en 300 francos. Los jóvenes cuando profesan en nuestra Sociedad, quedan a cargo de ésta, y los Hermanos no tienen por qué inquietarse por lo material, lo cual no deja de ser una gran ventaja. Envíenos sin demora al joven Fernando Michel; como nuestro retiro empezará dentro de poco, estos santos ejercicios podrían ser muy provechosos para empezar su noviciado.
Le agradezco sinceramente, Rvdo. Padre, su celo para procurarnos candidatos; tenemos mucha necesidad de ellos, pues tenemos más de 800 pedidos de Hermanos a los que no podemos por el momento proveer. La Divina Providencia que le ha llamado a trabajar por la salvación de las almas en las misiones, le obliga, más que a otros eclesiásticos, a buscar jóvenes que sientan gusto por la vida religiosa y por las funciones de educadores, catequistas, cantores, sacristanes y Hermanos para el servicio de los seminarios, funciones todas que pueden ser encomendadas a los miembros de nuestra Sociedad.
Le estaremos muy agradecidos por los candidatos que pueda enviarnos. Dígnese aceptar la expresión de mi sentimiento respetuoso con el que soy de usted el atento servidor.
7. La súplica dirigida a Gregorio XVI para pedir la aprobación del Instituto contiene como es natural una descripción detallada y bien pensada de su misión y de las actividades a las que se dedican sus miembros. Pueden destacarse dos subrayados en relación con la vida de la Iglesia en aquellas circunstancias: los Hermanos “acompañarán a los misioneros” (era el gran momento de impulso misionero) y “atajar el mal que nuestros infortunados hermanos quieren hacer” refiriéndose a la actividad de los protestantes en los alrededores de Ginebra.
15-05-1841 A Su Santidad el Papa Gregorio XVI
Congregación Religiosa de los Hermanos de la Sagrada Familia
Casa del Noviciado
Belley (Ain) Frontera de Saboya
Beatísimo Padre:
El que suscribe, Hno. Gabriel Taborin, Superior de los Hermanos de la Sagrada Familia, humildemente postrado a los pies de Su Santidad con profundos sentimientos de fe viva, buscando la gloria de Dios, la salvación de las almas y la edificación del prójimo en la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana, a la cual pertenezco y en la que quiero vivir y morir, expongo humildemente a Su Santidad que la Divina Providencia me ha inspirado desde hace varios años trabajar en la fundación de una Sociedad llamada Hermanos de la Sagrada Familia.
El Instituto tiene por fin toda clase de buenas obras, sobre todo la propia santificación de sus miembros. Su fin principal es ayudar a los sacerdotes del campo y de la ciudad como maestros, catequistas, cantores y sacristanes.
El Instituto prepara también Hermanos que se ocupan en el servicio de lo temporal en los seminarios y en toda otra institución de utilidad pública. Los Hermanos dedicados a las funciones mencionadas pueden establecerse y hacer el bien por doquier, de acuerdo a las leyes civiles y eclesiásticas de la diócesis y del estado en que se establecen. Además pueden ayudar a propagar la fe en tierra de misiones, con este fin acompañarán a los misioneros, y los ayudarán según sus fuerzas.
La Sociedad abre asilos para los huérfanos, nacidos de padres pobres; los instruye cristianamente, les enseña oficios, para que puedan ganar honradamente su vida, si no sintieran inclinación para entrar en la Congregación de la Sagrada Familia como Hermanos.
Las primeras casas del Instituto de Hermanos de la Sagrada Familia han sido establecidas en la diócesis de Belley por Monseñor Alejandro Raimundo Devie. Al celo y a la profunda piedad de este digno prelado debemos nuestra formación para la vida religiosa; por lo mismo el Instituto, del cual es él el primer Superior, se felicita de vivir bajo su báculo pastoral y lo considera justamente su protector.
La Sociedad de la Sagrada Familia se ha extendido ya por diversas diócesis, en las que los Obispos la acogen con bondad y la favorecen; sobre todo los Obispos de Saboya y del Piamonte que no cuentan con instituciones de este género nos piden que abramos casas en sus diócesis. Varias han sido ya abiertas y funcionan con éxito y con la complacencia y protección de los Prelados. El Gobierno Sardo ha prometido el reconocimiento oficial del Instituto cuando éste sea aprobado por la Santa Sede.
Humildemente postrado a los pies de Su Santidad, hacemos entrega de un ejemplar de los Estatutos y Reglamentos de nuestra Sociedad, rogando que quiera tomar conocimiento de los mismos. Están aprobados por Monseñor el Obispo de Belley y le ruego, Santo Padre, que quiera otorgarnos su autorización y aprobación apostólica.
Desgraciadamente, el protestantismo hace progresos en Francia; los apóstoles de Calvino se multiplican y buscan atraer a su secta las ovejas de su rebaño; nos sentiríamos muy felices, Santo Padre, si el cielo quisiera servirse de nuestra Sociedad para atajar el mal que nuestros infortunados hermanos quieren hacer, y nos alegraríamos en el Señor, si pudiéramos robustecer en la verdadera religión y apartar con el ejemplo y la palabra a los que se encuentran en peligro de perderse. Contando más con el auxilio del cielo que con nuestras fuerzas, nos atrevemos a asegurarle, Santo Padre, que pondremos todo nuestro celo y empeño para formar a la juventud de la clase pobre en la piedad e instruirla creando en ella hábitos de honradez y hacer buenos ciudadanos para el Estado y santos para el Cielo.
8. Los párrocos eran con mucho quienes más solicitaban la fundación de comunidades al Hno. Gabriel, por eso hay muchas cartas en las que tiene que aclarar cuál es la misión de los Hermanos en las parroquias y resolver algunos problemas particulares. Veamos dos casos.
01-08-1844 Al P. Dupuy, Párroco de Vizille (Isère).
Señor Arcipreste: Estimo en todo su alcance todo lo que usted me dice relativo a los inconvenientes que habría si un Hermano compartiera habitualmente la mesa de un Arcipreste o de un cura de cantón, que se ve obligado frecuentemente a tener otros sacerdotes; no aprecio menos lo que me dice concerniente al trabajo, que aprecio y que recomiendo mucho a nuestros Hermanos, para que no caigan en la desocupación, fuente ordinaria de todos los vicios. Cuando los coloco, pienso que ganarán conscientemente con el trabajo asiduo, el modesto salario que se les da, para no estar a cargo de nadie. A los Hermanos colocados en los seminarios, no les falta, como usted sabe, trabajo, sobre todo a los que están al frente de los diversos talleres. Los que ejercen en las parroquias funciones de maestros, cantores y sacristanes tienen una tarea bastante penosa; los Hermanos sacristanes colocados en una parroquia donde ordinariamente sólo hay una misa por día comprendo que no tienen en qué ocuparse todo el día, como tampoco su sueldo es suficiente para su existencia; por esto sólo los colocamos en las catedrales o en las grandes parroquias donde están ocupados todo el día.
No es nuestra intención enviar aisladamente Hermanos sacristanes a las parroquias, donde tengan que trabajar en la casa parroquial para ganar su sustento. Si me he apartado de la Regla para complacerle, ha sido en consideración a sus grandes méritos y a instancias de Mons. Depéry. El Hermano que quería colocar con usted hubiera podido, después del servicio de la iglesia, ocuparse del cultivo del huerto, aserrar leña, manipular el pan, fabricar rosarios, vender objetos religiosos, fuera de los trabajos específicos asignados y de los que nos habría informado en vacaciones como lo hacen los otros Hermanos. No puedo ocultarle, Sr. Arcipreste, a pesar de mi buena voluntad para agradar, mi temor de que el Hermano que le he prometido no le dé satisfacción por su trabajo y que se desanime por esto. Para no verme obligado a retirarle más tarde de su parroquia, le ruego que se dirija a otro y no considere como incumplida mi promesa.
Acepte con mi pesar la seguridad de mi profundo respeto con el que soy de usted, Sr. Arcipreste, su humilde y obediente servidor.
11-9-1848 Al P. Boquillot, Párroco de Authume (Jura).
Sr. Cura: Acabo de enterarme de su carta al P. Guillemin, Vicario General de Belley, en la cual manifiesta deseo de tener dos Hermanos para su parroquia, ejerciendo las funciones de maestros de primaria, catequistas, cantores y sacristanes.
Le comunico, Sr. Cura, que se los concederé con placer, uno de ellos, será diplomado; irán a su parroquia a mediados del mes de octubre para ejercer las funciones mencionadas. Espero hagan el bien bajo su paternal dirección y respondan a su laudable deseo, al del Sr. Alcalde y al de los habitantes de su municipio. Con esta esperanza se los prometo de preferencia a otros municipios que me los piden desde hace tiempo.
Pienso que los medios de existencia especificados en su carta serán suficientes para dos Hermanos, pero deben estar garantizados, asegurados por convenio escrito y por un cierto número de años; también deben procurar a los Hermanos un mobiliario y un ajuar, en lo posible conforme al prospecto escrito que le mando hoy mismo por correo. Si el municipio no pudiera cumplir con las condiciones, no podría, a pesar de mi buena voluntad, enviarle los dos Hermanos que desea, y desde luego, dispondré de ellos para otro municipio. Sea como fuere, le ruego con insistencia, Sr. Cura, que me responda de forma precisa, para que me sirva de norma…
Los Hermanos no pueden desempeñar las funciones de secretario. Las lecciones particulares que quiere el Sr. Marqués de Authume, para sus hijos, se las dará con placer un Hermano, si el tiempo se lo permite y si nada contrario a las Reglas lo impide. Examinaremos el tema con el Sr. Marqués, cuando yo acompañe a los Hermanos a Authume, si el municipio está en condiciones de recibirlos. Deseo que todo se arregle para común satisfacción. Espero su respuesta, que le ruego sea lo antes posible, y acepte la expresión de mi afecto, con el que soy su humilde y atento servidor.
- En la presentación de las distintas instituciones existentes en Ars, el Hno. Gabriel en su libro menciona a su Congregación para que los peregrinos tengan una información de primera mano. A ella se puede añadir la del internado fundado por los Hermanos por consejo del Santo Cura.
EL ANGEL CONDUCTOR DE LOS PEREGRINOS DE ARS
- La Congregación de los Hermanos de la Sagrada Familia, establecida en la diócesis de Belley por Mons. Devie, tiene su noviciado, su casa madre y su superior general en Belley. El Papa Gregorio XVI, alabando el celo y la entrega de los Hermanos de la Sagrada Familia en los lugares donde ejercen sus actividades, ha aprobado, mediante un decreto y un breve pontificio, con fechas de 18 y de 28 de agosto de 1841, esta Congregación por ser muy útil, y además, la ha enriquecido con muchas indulgencias. El ilustre Sumo Pontífice Pío IX, que ocupa gloriosamente la cátedra de San Pedro, la recomienda y anima por estar llamada a producir gran bien en la juventud y en la infancia, tan querida siempre por nuestro Salvador. Los Hermanos de la Sagrada Familia están consagrados a Dios por los votos religiosos, se decidan a toda clase de buenas obras por amor a Dios y a los hombres, aunque su fin principal es trabajar en la enseñanza primaria y en la educación cristiana y social de la juventud en las ciudades y en las zonas rurales. Ejercen también la función de catequistas, de cantores y de sacristanes, y asisten a los sacerdotes en las ceremonias del culto divino; además se encargan de la dirección de internados, de casas de acogida y de detención. Dios se ha complacido en bendecir de manera sensible este Instituto, cuyos miembros están ya presentes en un gran número de diócesis en las que se aprecian sus servicios. Ejercen sus funciones individualmente o en grupo, según las necesidades. Su enseñanza tiene un carácter paternal y está totalmente fundamentada en las doctrinas de nuestra santa religión. Enseñan a sus alumnos cuanto está prescrito por las leyes relativas a la enseñanza primaria. Las autoridades y las personas que hayan contribuido a dar a la juventud tal enseñanza, tendrán mucho mérito ante Dios y su nombre no cesará de ser bendecido por las gentes de bien.
PROSPECTO – 14
PENSIONADO DE LOS HERMANOS DE LA SAGRADA FAMILIA
EN ARS (Ain) cerca de Villefranche (Rhône)
Este Establecimiento fue fundado por el venerable Cura de Ars en 1849.
Proporcionar a la juventud el beneficio de una educación basada en la alianza entre la enseñanza y la religión ha sido el objetivo de su venerable fundador. Los religiosos llamados por él para dirigir este Establecimiento se esfuerzan por conseguirlo, y los éxitos obtenidos justifican los esfuerzos y los cuidados que prestan a sus Alumnos.
Los Hermanos previenen las faltas de sus alumnos por medio de una vigilancia asidua; los corrigen especialmente por medio de sus sabios consejos y avisos. El alumno, para quien estos medios fueran ineficaces será despedido, pero con todas las precauciones convenientes para salvaguardar su reputación y el honor de su familia.
Se imparte a los alumnos una enseñanza según su edad y sus facultades. No se descuida ningún medio para obtener progresos rápidos. Se favorece la emulación constante con redacciones, concursos, exámenes, recompensas y premios al final del año escolar.
La enseñanza incluye el estudio de la religión, la lectura, la escritura, la gramática francesa, la ortografía, el análisis gramatical y el análisis lógico, la aritmética, el sistema métrico, nociones de geometría y agrimensura, un curso de historia y geografía, de literatura, composición francesa, estilo epistolar, teneduría de libros, (el dibujo, el lavado, el alzado de planos, los conceptos elementales de física con aplicaciones para la vida, la música vocal y el gregoriano).
El desarrollo gradual de los estudios se divide en cuatro cursos…
- He aquí la descripción de las actividades de los Hermanos en tiempos del Hno. Gabriel como ha sido propuesta en la tesis del Hno. Enzo Biemmi.
Las funciones a que se dedica el hermano son las de maestro, clérigo, cantor, sacristán y catequista. Estas funciones, en principio y de preferencia, son ejercidas por cada hermano, pero en las parroquias donde haya varios, se las reparten entre ellos.
Entremos en la clase de un hermano. Encima de la puerta de entrada, escrito en grandes caracteres, se puede leer: “Escuela parroquial (o municipal) dirigida por los Hnos. de la Sagrada Familia”. En la sala de clase, todo sean los objetos como los gestos nos recuerdan las características de un lugar sagrado. A la derecha de la puerta hay una pila de agua bendita. Los alumnos al entrar se descubren, toman agua bendita y hacen la señal de la cruz, saludando así la imagen de Cristo: saludan al maestro con una inclinación de cabeza y van a su banco en silencio.
En frente, detrás de la tarima y del pupitre del maestro, la imagen de Cristo domina la pared del fondo, a su derecha la de la Virgen y a su izquierda la de S. José. S. Nicolás y el Ángel Custodio, el uno frente al otro, están colocados en las paredes opuestas, en medio de la clase.
La cátedra del maestro, sobre una tarima, tiene a cada lado un listón de apoyo y dos banquetas en la tarima para los monitores. Delante de la tarima hay reclinatorio que hace las veces de escritorio. La clase comienza con la oración de la mañana que está en el catecismo, seguida por la que está en uso en el Instituto. Los niños se arrodillan, cruzan los brazos y fijan su mirada en la imagen de Cristo. Antes y después de cada lección, maestro y discípulos se recogen con una breve invocación. Cuando el reloj toca la hora, todo se interrumpe. Se trata de una cita espiritual establecida entre los hermanos de diferentes parroquias y sus alumnos: todos rezan el Ave María y la invocación a los Sagrados Corazones de Jesús y María. De tarde está prevista una hora de catecismo todos los días. La clase se termina con la oración de la tarde, el Angelus, el Sub tuum y algunos cánticos. El resto del tiempo se dedica a la lectura, la escritura y al cálculo y al aprendizaje, para los más adelantados, de nociones de historia, geografía y agrimensura. Las lecturas son siempre sobre temas religiosos, síntesis de historia sagrada o vida de santos. El método sugerido es el que se encuentra en la “Conduite des Écoles Chrétiennes” de La Salle, es decir el método simultáneo87, aunque en realidad se trata de un método mixto que integra ya ciertas dinámicas del método común88.
El ambiente que reina en clase es de silencio y recogimiento. El hermano habla lo menos posible, como también los alumnos. Todo está reglamentado por el código de signos y gestos que ahorran “una multitud de palabras inútiles que crean un estado de disipación durante los trabajos de clase, dispersan la atención de los niños, daña la salud que debéis cuidar para poder hacer el bien durante el mayor tiempo posible y no convertirse en carga para la comunidad a una edad aún joven89”. Dos aliados acompañan al hermano en esta empresa en que nada es dejado al azar: la campanilla y la señal de madera . Una campanilla anuncia los frecuentes momentos de la oración y la señal de madera, en uso en las congregaciones de hermanos, ordena el ejercicio de la lectura, la escritura y el cálculo. Uno, dos, tres toques… y toda la clase, como grupo bien entrenado, actúa como un solo hombre. Las recompensas y los castigos son señal del progreso y fallas de cada uno.
De hecho es un gran rito que se desarrolla cada día en clase y los niños no han de notar gran cambio en sus frecuentes pasajes de la iglesia a la clase y de la clase a la iglesia. Aquí y allí, el silencio, el recogimiento, las oraciones y los gestos conocidos y repetidos, recuerdan que se está trabajando, de dos maneras diferentes, en la misma obra de salvación del alma y por la gloria de Dios.
- (continuación)
La segunda actividad importante del hermano es la de “clerc”, cantor y sacristán. El hermano cumple estas funciones, que le acercan al santo altar, en espíritu de religión, en silencio, con habilidad y limpieza.
Cada vez que pasa delante del altar, y es a menudo, hace la genuflexión profunda, diciendo interiormente una oración a Dios. Nada se omite para que la iglesia este limpia, los ornamentos bien doblados y arreglados, las campanas en condiciones, los restos de cera de las velas cuidadosamente recogidos en una caja destinada para ello. El conocimiento del canto llano (gregoriano) es una de las características indispensables del buen hermano de la Sagrada Familia. El hermano canta las misas solemnes de la semana, no con ostentación, “sino con humildad y devoción”. Ensaya en los tiempos libres este importante ejercicio. En sus funciones de “clerc”, el hermano es ayudado por algunos niños de su clase, particularmente dispuestos y juiciosos: los acólitos y sobre todo los monaguillos, que él prepara con esmero para este ejercicio. Estos le pueden reemplazar durante la semana, cuando está ocupado en la clase. En todas estas funciones de la iglesia, el hermano está revestido con un roquete o sobrepelliz.
La tercera función, la de catequista, es la función más honrosa. El hermano se prepara cada día por la lectura y estudio de los catecismos aconsejados90, porque “Siempre hay cosas que aprender en el tema de la salvación; es un estudio de toda la vida91”. Antes de empezar el estudio del catecismo, pide las luces del Espíritu Santo y sobre todo las virtudes de humildad y caridad. Hay que diferenciar el catecismo dado en la clase todos los días, del dado en la Iglesia los domingos por la tarde. La sesión del catecismo se desarrolla siempre de la misma manera y de acuerdo a la costumbre establecida, que no ha cambiado desde la época de Belleydoux. El trabajo en que el hermano ha de distinguirse es en la preparación esmerada de la primera comunión. Los niños son preparados cuidadosamente por un retiro de varios días. Nada se omite para que todo se haga con solemnidad y pompa; este día ha de grabarse en la memoria de los niños, y de los adultos, como un “recuerdo precioso y duradero92”.
Todas las funciones ejercidas por el hermano, todas sus acciones, palabras y gestos, están marcadas, como hemos visto, por un carácter sagrado, casi sacerdotal. Hay una asombrosa unidad en la vida del hermano y en sus diferentes funciones. No se pueden separar unas de otras, sin perder de vista su característica común. El hermano es el hombre que en el ambiente sencillo de una pequeña parroquia dedica su vida a la formación cristiana de los jóvenes y adultos, por medio de una estrategia convergente en la que los principales medios son la escuela parroquial, el catecismo y la liturgia.
Encontramos en esta imagen del hermano presentada por el Guía de 1838 una asombrosa conformidad al tipo de hermano interpretado por Gabriel en su parroquia de Belleydoux primero y en sus primeras experiencias en la diócesis de Saint Claude y Belley. En contrapartida hay que asombrarse de la insistencia con que Gabriel vuelve sobre el hábito clerical que los hermanos deben llevar siempre: como se lo recuerda a Mons. Devie; los Hermanos. “están destinados al servicio de la iglesia como Clercs” y son “como los sacerdotes, consagrados totalmente a Dios por los votos93”. Están totalmente consagrados a Dios en funciones que son, a su manera, funciones “sacerdotales”. Aún la instrucción escolar que a los ojos del lector contemporáneo parecería la función más profana de las funciones, es, en el siglo XIX una actividad eminentemente religiosa. Los tres medios de que el hermano dispone para formar a sus alumnos en clase son: la oración, el buen ejemplo y la instrucción religiosa, que “pasa antes que todos los otros conocimientos94”. Estamos en una concepción de escuela distinta a la contemporánea.
12. Entre los trámites puestos en marcha repetidamente por el Hno. Gabriel para obtener la aprobación del Instituto en Francia figura esta carta que contiene una amplia descripción de la actividad del Instituto.
22-08-1852 Al Sr. Vicente De Lormay, Presidente del Consejo General del Departamento del Ain.
Sr. Presidente:
Le Asociación religiosa y caritativa llamada Hermanos de la Sagrada Familia de Belley (Ain), deseando ardientemente su reconocimiento legal, se cree en el deber de dirigirse con gran confianza al Consejo General de este Departamento para rogarle insistentemente que quiera, en su sesión de 1852, dar curso favorable a los Hermanos de la Sagrada Familia, manifestando el deseo de ver su Asociación autorizada por el Estado como “Establecimiento de utilidad pública para la Instrucción primaria”. Los Hermanos de la Sagrada Familia piden con confianza este favor al Consejo General por los servicios que prestan y por aquellos que están llamados a prestar, en consecuencia, entre las clases pobres y obreras; secundan los propósitos del Gobierno, que encontrará siempre en ellos auxiliares celosos y sacrificados para ayudar a moralizar a la juventud de las ciudades y del campo.
Éstos son, Sr. Presidente, algunos de los motivos que pueden considerarse a favor de los Hermanos de la Sagrada Familia, y obtener así del Consejo General el visto favorable que me permito pedir, contando con su poderosa y amable intercesión.
La Asociación de los Hermanos de la Sagrada Familia tiene por finalidad toda clase de buenas obras, pero su fin principal es la enseñanza primaria. Los Hermanos se distribuyen en localidades a muy bajo costo, solos o en grupos, de acuerdo a las necesidades, en los lugares en donde son llamados, y ejercen conformándose a las leyes las modestas funciones de maestros, cantores y sacristanes. Llamados en los asilos, talleres y cárceles fundados para utilidad pública, sea por los departamentos, sea por asociaciones de beneficencia, los Hermanos de la Sagrada Familia dan una sabia y paternal dirección a los niños pobres, huérfanos o abandonados.
Hace más de treinta años que fundé esta Asociación en este departamento con ayuda y bajo la protección del Obispo de Belley, Mons. Devie, de gloriosa memoria. Desde hace más de treinta años su sede está definitivamente fijada en Belley, en donde tiene un establecimiento en uno de los lugares más saludables y agradables; puede albergar ahora a más de doscientas personas, y cuando esté terminado, podrá alojar alrededor de quinientas, lo cual representa un bien material para esta ciudad…
El Soberano Pontífice, considerándola de interés por su fin, la aprobó para toda la cristiandad, en su calidad de Jefe de la Iglesia universal. Carlos Alberto, Rey de Cerdeña, también la ha autorizado legalmente en sus Estados por cartas testimoniales del 31 de mayo de 1842. Este Soberano también le concedió la exención del servicio militar para todos los jóvenes de sus Estados que forman parte de dicha Asociación. Es tal la comprensión que se tiene hoy, Sr. Presidente, de todo el bien que pueden hacer maestros piadosos y ejemplares, que me llegan desde diversos puntos de Francia infinidad de pedidos para tener a nuestros Hermanos…
Además de su casa Madre, tienen en el departamento de Ain nueve establecimientos para las escuelas; los tienen también con la misma finalidad en los departamentos de Isère, Hautes-Alpes, Saône-et-Loire, Côte d’Or y Doubs; dirigen en las ciudades de Vienne, de Beaune y de Autun asilos para niños pobres, a quienes enseñan diversos oficios e imparten, además, clases de agricultura y horticultura; los alejan del vicio en la medida de sus posibilidades y los conducen por el sendero de la virtud para hacer de ellos buenos cristianos y abnegados ciudadanos para la patria.
Los Hermanos de la Sagrada Familia están en este momento realizando trámites ante el Gobierno para obtener su reconocimiento legal…Queriendo testimoniar el vivo interés que tienen por los Hermanos de la Sagrada Familia y hacer justicia a su sacrificio y celo y al bien que ellos realizan, Sus Excelencias los Obispos de Belley, de Grenoble, de Gap, de Autun, de Dijon y el Cardenal Arzobispo de Besançon han dirigido al comienzo de este año al Ministro de Instrucción Pública un pedido urgente para obtener el reconocimiento legal de nuestros Hermanos en toda Francia. Me atrevo a esperar, Sr. Presidente, que el Consejo General del Departamento del Ain no será menos benévolo y dará su voto favorable al respecto. Nuestros Hermanos le estarán profundamente agradecidos; esto será para ellos un motivo de ánimo y un servicio ofrecido para el país…
Soy, con el más profundo respeto, Sr. Presidente, su humilde y siempre atento servidor.
- Como para muchos otros puntos, si se desea conocer el pensamiento del Hno. Gabriel en su pleno desarrollo hay que acudir el Nuevo Guía. Es lo que vamos a hacer en varias etapas: 1ª la misión del Instituto y 2ª las actividades de los Hermanos.
§ I. Sede de la Asociación, fin que se propone, enseñanza de los Hermanos y condiciones para su colocación.
ARTÍCULO I. La piadosa Asociación de los Hermanos de la Sagrada Familia, formada en Francia, en la diócesis de Belley en 1827, por el Hermano Gabriel Taborin y por el ilustrísimo y reverendísimo Obispo de Belley, Mons. Devie, y aprobada por un Decreto y por un Breve del Sumo Pontífice Gregorio XVI, con las fechas del 18 y del 28 de Agosto del año 1841, tiene su sede y su Superior General en Belley, y puede extenderse, con la protección divina, por diversas diócesis.
ARTÍCULO II. Los Hermanos de la Sagrada Familia se proponen ante todo lo gloria de Dios y su propia santificación. Pueden dedicarse, bajo la santa obediencia, a toda clase de buenas obras por amor a Dios y al prójimo, pero su fin principal y específico es, en primer lugar, ejercer en las ciudades y en el campo, las modestas funciones de maestro en las escuelas cristianas, de cantor y de sacristán, y, en segundo lugar, de dedicarse a la dirección de internados para la enseñanza primaria y a la de casas de asilo, talleres y cárceles.
ARTÍCULO III. Hay dos clases de Hermanos en la Asociación: los Hermanos de la enseñanza y los Hermanos legos. Los Hermanos de la enseñanza son quienes han dado prueba de que tienen la capacidad necesaria para dirigir las escuelas, dar catequesis y educar de manera conveniente y cristianamente a la juventud. Los Hermanos legos son quienes están más especialmente dedicados a los trabajos manuales; también pueden, como los Hermanos de la enseñanza, ejercer las funciones de cantores y sacristanes en las iglesias de los lugares en que son colocados.
ARTÍCULO IV. Los Hermanos que dan clase enseñan a sus alumnos la doctrina cristiana, la lectura, la escritura, la gramática, la aritmética, la historia, la geografía, la cosmografía, el dibujo, la teneduría de libros, el canto gregoriano, la música y generalmente lo que concierne a la enseñanza y a la educación de la juventud. Su enseñanza se basará totalmente en la doctrina de nuestra religión y debe revestir un carácter muy paterno. Para que haya una perfecta uniformidad en todas las escuelas del Instituto, los Hermanos no pueden servirse en ellas sino de los libros que son propios de su Instituto, ni seguir otro método de enseñanza que el que se ha establecido en ellos, a no ser que hubieren obtenido para ello permiso escrito del Superior General.
ARTÍCULO V. Los Hermanos de la enseñanza y los Hermanos legos no ejercen sus funciones sino después de haber sido previamente autorizados por el Superior General o por su delegado, que les concede para ello una carta de obediencia con el sello del Instituto, por la que declara que el Hermano a quien se la entrega es miembro de la Sociedad de la Sagrada Familia y que es digno de dedicarse a la enseñanza o a las demás actividades que le sean confiadas.
ARTÍCULO VI. Los Hermanos no son enviados a los lugares donde sean pedidos, sino cuando pueda justificarse que se proveerá anualmente a su subsistencia, proporcionándoles un alojamiento, un mobiliario y un equipamiento convenientes, con una modesta asignación de unos 600 francos por Hermano: todo ello según los acuerdos tomados con las autoridades competentes y conforme al reglamento escrito en la Asociación para este fin.
ARTÍCULO VII. Los Hermanos no serán colocados solos sino cuando no se vea ningún peligro para ellos, y si están cerca de otros Hermanos del Instituto con los cuales puedan verse frecuentemente y edificarse mutuamente. Un Hermano no puede ser colocado en estas circunstancias más que cuando haya llegado a una determinada madurez de edad y si el Sacerdote de la parroquia da su consentimiento para que se aloje y haga sus comidas en la casa parroquial. Cuando un Hermano está colocado solo, depende del Hermano Director del establecimiento más próximo.
ARTÍCULO VIII. Para facilitar la fundación de las escuelas, el Instituto admite la retribución escolar; pero esta retribución de ordinario no es recibida directamente por los Hermanos, como tampoco lo que podría provenir del servicio de la Iglesia si es que están encargados de él. Estas retribuciones son recibidas por un tesorero particular o por el recaudador del Municipio, el cual da cuenta de ello a quien corresponde.
- Nuevo Guía: Las actividades de los Hermanos
634.- Las actividades que los Hermanos de la Asociación están llamados a ejercer, según el artículo II de los Estatutos, son las de maestro, catequista, cantor y sacristán. Todas ellas son funciones santas y honorables.
Maestros
643.- El deber principal de los Hermanos dedicados a la enseñanza es el de dar a los niños una buena educación. Ahora bien, educar a un niño es, en términos generales, desarrollar, fortalecer y perfeccionar los órganos de su cuerpo y las facultades de su espíritu y, sobre todo, educar su corazón, su voluntad, su carácter, su conciencia y su juicio.
644.- En cuanto a la educación física, los Hermanos exigirán limpieza en la persona y vestidos de sus alumnos. Les enseñarán ejercicios variados y moderados y les darán recreo en los momentos convenientes.
645.- En cuanto a la educación intelectual, los Hermanos desarrollarán en sus alumnos el amor al estudio; mantendrán su atención haciendo atractivas las lecciones; desarrollarán su capacidad de juicio mediante la observación de los hechos. Por lo que se refiere a la imaginación, fuente de las más placenteras alegrías como de los más funestos extravíos, los Hermanos comprenderán la importancia que tiene el regular y dirigir bien esta facultad de la que con frecuencia depende la felicidad de la vida.
646.- Pero los Hermanos se preocuparán por encima de todo de la educación religiosa y moral de sus alumnos habituándolos a las prácticas religiosas, inspirándolos el amor a la virtud y grabando profundamente en su alma la responsabilidad de sus deberes para con Dios, para con sus padres, para con las otras personas y para consigo mismos. Se esforzarán en corregir sus vicios y defectos, reprimir en ellos el deseo de dominar, dignificar a los pobres, prevenir la envidia de éstos últimos contra los ricos y la soberbia de éstos contra los pobres. A todos por igual les enseñarán a practicar la virtud de la caridad que afianza y perfecciona todas las otras virtudes y crea entre todos relaciones de caridad, de humanidad y de buena educación.
647.- Para poder dar esta educación religiosa y moral, los Hermanos no se limitarán a inculcarla de palabra y a mandar cumplir los deberes prescritos por la religión; deberán mostrar a los alumnos que también ellos cumplen sus deberes religiosos. Así pues, que no los vean faltar a ninguna de sus obligaciones, ni en ningún lugar o compañía que no convenga a la dignidad de su estado de vida o de sus funciones.
648.- Los Hermanos deben preocuparse con solicitud por todo lo que afecta al espíritu y al corazón, a las costumbres y a la salud de los niños, y sobre todo deben preocuparse de que aprendan mediante el ejemplo la práctica de la virtud, Así pues, velarán para que ninguna pasión se manifieste en su manera de obrar. No emplearán con ellos palabras duras ni exageraciones; no les despreciarán; se abstendrán de tutearlos y se cuidarán mucho de darles nombres injuriosos, como bestia, estúpido, impío, libertino y otros similares que el enfado puede engendrar. Se mostrarán humildes y pacientes; sabrán conjugar la calma y la serenidad con la firmeza y la severidad. Nunca corregirán a los alumnos en momentos de malhumor y se esforzarán por no mostrarse enfadados en ninguna circunstancia, recordando que la paciencia vence las mayores dificultades. Tendrán cuidado de no parecer caprichosos, coléricos, despectivos o altaneros. Tendrán para con todos los alumnos un mismo afecto y evitarán las familiaridades.
649.- Los medios más eficaces para educar el corazón de los alumnos a la piedad cristiana son: la oración, la enseñanza de la religión y, como ya hemos dicho, el buen ejemplo. Así pues, los Hermanos orarán por sus alumnos y les acostumbrarán a rezar con frecuencia. Se esforzarán por enseñarles en primer lugar la religión como la ciencia más importante de todas. Pero deben llevar, sobre todo, una vida ejemplar, de tal manera que sus alumnos puedan decir: nuestro maestro es un excelente religioso, lo estimamos, lo escuchamos y lo respetamos porque es un hombre de Dios y un buen maestro.
- Nuevo Guía: Las actividades de los Hermanos
Sacristanes
- – Los Hermanos sacristanes ayudarán al Sr. Cura y a los otros Sacerdotes en la administración de los sacramentos y en las demás ceremonias litúrgicas que requieran su presencia. Lo harán con el respeto, modestia y gravedad que conviene a los actos sagrados y nunca por rutina. Los Sacerdotes son los ungidos del Señor y representantes suyos; así pues, los Hermanos les mostrarán siempre un gran respeto y los ayudarán en las ceremonias como si se tratara de Jesucristo, procurando olvidar que el Sacerdote es un hombre como los demás para no ver en él sino al ministro del Dios tres veces santo. Tendrán también un gran respeto a los Sres. vicarios generales, canónigos, párrocos, coadjutores y demás Sacerdotes de la parroquia y se apresurarán a servirlos cuando se presenten para ofrecer el santo sacrificio de la misa.
859.- En las parroquias rurales, cuando el Sr. Cura no pueda, por cualquier circunstancia, dar el catecismo o presidir en la iglesia la oración durante la cuaresma o los domingos y fiestas, los Hermanos, sólo en esos casos, pueden reemplazarlo si se lo pide. Harán todo esto sin descuidar la vigilancia de los alumnos en el lugar sagrado, si además del servicio de la iglesia están encargados de la escuela.
860.- Los Hermanos sacristanes deben ser muy puntuales y no hacerse esperar en la iglesia cuando sus funciones les reclaman en ella. Guardarán silencio en la sacristía y, sobre todo en la iglesia, hablarán en voz baja cuando tengan que responder alguna pregunta. Les está prohibida cualquier tipo de conversación con los seglares y sobre todo si se trata de mujeres.
861.- Cuando los Hermanos sacristanes se ausenten de la sacristía, la dejarán siempre cerrada. Por la tarde, antes de cerrar la iglesia, tendrán cuidado de darse una vuelta por el coro, los confesionarios y los diversos rincones de la iglesia para no dejar a nadie dentro.
862.- Como es normal que los feligreses que frecuentan la iglesia conozcan a los sacristanes, deben mostrar ante ellos un comportamiento irreprochable, pero sobre todo una gran piedad, modestia y mucha gravedad en el lugar sagrado. Cuando se les vea por la calle, deberán manifestar la santidad en su porte y la sabiduría en sus palabras, las cuales serán siempre breves y corteses.
863.- Cuando en la misma iglesia haya varios Hermanos sacristanes, debe reinar entre ellos la mayor caridad. Deben edificarse y ayudarse mutuamente y rivalizar en cuidados y atenciones en todo lo referente al servicio de la iglesia. Deben considerar un honor el poder ayudar a una misa cada día, si el horario se lo permite.
864.- Los Hermanos sacristanes se acercarán a los sacramentos con la frecuencia indicada por la Regla. Harán los demás ejercicios de piedad con gran fervor y fidelidad en los momentos indicados por el horario.
Si en el momento en que están haciendo un ejercicio de piedad ocurre que se requiere su presencia en la iglesia o en la sacristía o que deben acompañar al Sacerdote para administrar los sacramentos a un enfermo, harán ese ejercicio en otro momento, cuidando de no olvidarlo.
865.- No tendrán familiaridades con los monaguillos ni con los otros niños elegidos para ayudar a misa. Se harán respetar por su modestia.
866.- Los Hermanos sacristanes recordarán que la Regla prescribe para diversas circunstancias algunas oraciones que es obligatorio hacer puntualmente y con mucha piedad. Tales son: al oír tocar las campanas para los oficios o al hacerlo uno mismo; al entrar en la iglesia o al pasar ante ella; al ponerse el roquete; al pasar ante el altar donde está el Santísimo Sacramento; al pasar ante un altar dedicado a un santo; al tocar los vasos y ornamentos sagrados; antes de ayudar a misa; al asistir al Sacerdote en la administración de los sacramentos; al llevar el santo Viático a los enfermos; al oír el toque de difuntos o al hacerlo uno mismo; antes de comenzar la limpieza o el adorno de la iglesia; antes de salir del lugar donde está el Santísimo Sacramento. Estas breves oraciones, que se encuentran en la cuarta parte del Guía, les ayudarán a recordar la presencia de Dios, darán mayor mérito a sus actividades y atraerán las bendiciones del Señor sobre sus trabajos.
868.- En este capítulo no hemos podido incluir todos los detalles concernientes a las cualidades que deben tener los Hermanos sacristanes; todos los cuidados que deben tener en la limpieza de la iglesia y demás objetos que se les confían, como tampoco lo que deben hacer los días laborables, los domingos y las fiestas. Todo esto pueden encontrarlo en el libro de costumbres de la iglesia donde ejercen sus funciones.
- Nuevo Guía: Las actividades de los Hermanos
Cantores
874.- El canto va asociado a todas las fiestas religiosas pues contribuye a realzar su brillo, a elevar el alma a Dios y a desprenderla de las cosas de la tierra. Es además un excelente medio que lleva a amar la virtud, calmar las pasiones, suavizar las costumbres e incluso a civilizar los pueblos, como lo prueba la experiencia de los misioneros en las Indias, donde se sirvieron de él para su obra de santificación y civilización. Si se quiere, por ejemplo, calmar la ira, el canto producirá un maravilloso resultado. Si un joven se ve arrastrado hacia la lujuria o la violencia, el canto sagrado lo detendrá inmediatamente…
875.- Por tanto todos los Hermanos y Novicios de la Asociación, a quienes la naturaleza no ha privado completamente de la capacidad para el canto, se impondrán el deber de aprender a cantar. Para ello se darán regularmente lecciones en todas las Casas de Noviciado y de Retiro de la Asociación, imitando así el cuidado que la Iglesia ha tenido siempre de crear en todas partes escuelas para el canto divino y la música sagrada. En la juventud es cuando uno puede aprender mejor el canto, y sobre todo la música, porque los órganos bucales tienen mayor flexibilidad y pueden adaptarse mejor a las exigencias del arte.
880.- Los Hermanos deben estar siempre dispuestos para enseñar a cantar y para unirse, junto con sus alumnos, a los ministros de la Iglesia, para entonar las alabanzas del Señor. Procurarán atraer a la Iglesia, de acuerdo con el Sr. Cura, un grupo numeroso de niños para enseñarles cantos religiosos, cuyas ondas armoniosas se unan a las espirales del humo del incienso, para elevarse hasta el cielo junto con la fe, la adoración, los anhelos de la esperanza, los impulsos de la caridad, la súplica y la acción de gracias.
Recordarán que el canto debe interpretarse correctamente y que la Regla les obliga a aprenderlo perfectamente y a enseñarlo, en cuanto sea posible, en las parroquias donde trabajan. En la escuela infundirán amor al canto sagrado a sus alumnos, enseñándoles que está escrito: “Dichoso el pueblo que sabe cantar las alabanzas del Señor”; alcanzará bendiciones espirituales e incluso materiales.
881.- El canto en la escuela atrae a los niños. Tiene para ellos tal atractivo que son capaces de dedicarle el tiempo de la comida y del juego. Contando con esta afición que le tributa la infancia, se puede esperar que un día este placer, que eleva el alma, sustituirá en el pueblo otros placeres, que lo embrutecen y degradan. Los cantos que hayan aprendido en la escuela los repetirán después con frecuencia en su vida y les servirá para alegrar su trabajo en el campo, para entretenerse en las veladas, para disipar sus hastíos, para calmar sus dolores y para hacerles evitar la pereza y el desorden. Serán como un excelente bálsamo en el taller del obrero. .
882.- Como la finalidad del canto en los oficios divinos es la celebración de las alabanzas de Dios, debe ser ejecutado de manera edificante. Para ello cada cantor debe tomar un tono natural, sin afectación, y no forzar la voz para dominar al coro o llamar la atención, cosa que estaría mal vista en un religioso. Todos los cantores deben armonizar las voces de manera que parezca que no forman sino una; todos tienen que llevar el compás y no adelantarse a los demás; deben pronunciar las sílabas de manera clara y todos a la vez, dando a cada nota su tiempo, respirando al mismo tiempo, no cantando más de prisa las partes más fáciles o que ya saben de memoria y teniendo en cuenta los tonos, medios tonos, acentos e indicaciones de duración. Evitarán el marcar el ritmo con el pie, con el brazo o con la cabeza cuando canten gregoriano, cosa que produciría hilaridad; y finalmente, no descuiden ningún detalle para cantar con gusto e inteligencia, de manera que los que les oigan puedan entender bien y de esta manera susciten en ellos sentimientos piadosos.
883.- Es conveniente que, como los demás cantores, los Hermanos sepan por anticipado lo que tienen que cantar. Cada uno debe preparar cuidadosamente lo que tiene que cantar en público; captar bien el significado de las palabras, prever la duración de las sílabas, las diferentes flexiones que hay que dar a la voz y el tono que debe tomar, para no exponerse a equivocaciones e interrumpir así el oficio divino. Estas precauciones son necesarias e incluso indispensables para los que son menos hábiles en el canto.
884.- Como las fiestas se distinguen por las ceremonias y también por el canto, los Hermanos recordarán que deben cantar más o menos lentamente según las solemnidades. De acuerdo con esta norma, en las fiestas sencillas la medida de las notas debe ser más bien ligera, pausada los domingos y fiestas dobles, más lenta las fiestas solemnes de segunda clase y muy lenta en las de primera clase, sin que por ello la lentitud se haga pesada o la ligereza haga perder al canto su tono de oración.
- Nuevo Guía: Las actividades de los Hermanos
Catequistas
896.- Hay que distinguir dos clases de catequistas en la Asociación: los catequistas de las escuelas y los catequistas parroquiales. Los primeros son los que enseñan la doctrina cristiana a los niños de la escuela, que dirigen y que dan la catequesis en la propia escuela a la hora indicada en el reglamento. Los segundos son los que, teniendo un conocimiento profundo de la religión, pueden dirigir las catequesis parroquiales en las iglesias o capillas y no sólo a los niños, sino también a las personas mayores de ambos sexos.
898.- Los Hermanos catequistas estimarán más importante su función que cualquier dignidad humana y la considerarán como verdaderamente apostólica. En efecto, dar catequesis es enseñar la ciencia de la salvación, la ciencia de la religión, la ciencia de los Santos. Es enseñar lo mismo que Jesucristo vino a enseñar a la tierra. El divino Salvador es el modelo de todos los catequistas y podemos decir que la manera como Él ha proclamado el Evangelio se parece más a la de una catequesis que a la de un sermón. Pues aunque la función del catequista no sea tan brillante como la del predicador no es por ello menos elevada, puesto que ambos enseñan los mismos misterios y las mismas verdades.
899.- Así pues, enseñen los Hermanos con gran interés el catecismo a los niños, a los jóvenes y a toda la gente, cuando reciban esta santa misión. El bien que hagan se extenderá de familia en familia y se perpetuará de generación en generación. ¿Qué Hermano de la Sagrada Familia, después de leer estas consideraciones, no desearía tener el título de catequista y dedicarse a esta sublime misión con la que puede hacer tanto bien, merecer grandes favores espirituales y una recompensa infinita en la otra vida?
900.- En su misión de catequista, la primera cosa que debe hacer un Hermano es aprender a dar catequesis, pues es un grave error pensar que es una cosa fácil y que requiere poco estudio y escasa preparación el enseñar el catecismo de manera provechosa a los niños o a los adultos. Al contrario, el dar la catequesis supone un raro talento y pocos son los que lo poseen. Para merecer el nombre de catequista se necesita:
1.° Poseer el arte de atraer la atención de los niños y demás auditorio, cautivarlos y hacer que escuchen complacidos.
2.° Conocer perfectamente la doctrina cristiana y estar imbuido de ella con un estudio prolongado y diario.
3.° Haber adquirido, con la reflexión y la experiencia, la capacidad de ponerse al alcance de los oyentes, hablándoles para ello con claridad y exactitud.
4.° Saber presentar las verdades sagradas de manera interesante, y especialmente para que lleguen al corazón de modo que nazcan en él santos deseos y piadosos sentimientos; en una palabra, hay que tener a la vez el don de enseñar, de agradar y de interesar.
901.- La segunda cosa necesaria para dar bien la catequesis es prepararla bien. Hay dos clases de preparación: la preparación próxima y la preparación remota. La preparación remota es el estudio profundo de la religión, de sus dogmas, de su moral, de su culto y de su historia. Este estudio no tiene límites. Debe ser cotidiano y durar toda la vida, porque la religión es por su propia naturaleza la más vasta de todas las ciencias y porque cuanto más se la conoce mayor es la capacidad que uno tiene de enseñarla y hacerla amar.
La preparación próxima consiste: 1.° En aprenderse de memoria, en cuanto sea posible, el capítulo del catecismo que se va a explicar.
2.° En preparar preguntas concretas que sirvan para desarrollar las preguntas y las respuestas del catecismo.
3.° En organizar la explicación, es decir, el tema que se quiere tratar, reduciéndola a dos o tres puntos fundamentales a los que harán referencia las preguntas concretas.
4.° En escoger los hechos de la historia y los ejemplos adecuados para aclarar o confirmar las explicaciones.
5.° En preparar los ejercicios prácticos para después de la explicación.
6.° En encomendar a Dios, a la Santísima Virgen y a los ángeles de la guarda de los oyentes el éxito de la catequesis.
902.- Las partes de las catequesis parroquiales son las siguientes: oración, canto inicial, repetición de la lección precedente hecha por un niño o por el propio catequista, lección del día e indicación de la lección siguiente, canto basado en las verdades de la religión, explicación y desarrollo del texto del catecismo, recapitulación, exhortación, ejemplo sacado de la historia, actividades, canto final, oración.
- Nuevo Guía: Las actividades de los Hermanos
Actividades manuales
1208.- El Hermano Enfermero proporcionará a los enfermos los cuidados más asiduos bajo la dirección del Superior local y del médico. Les suministrará con la mayor puntualidad las medicinas recetadas y se atendrá a las órdenes del médico no sólo en lo referente a las medicinas, sino también con respecto a la alimentación de los enfermos y convalecientes.
1209.- Si se trata de una enfermedad contagiosa, tomará precauciones especiales y pondrá mucha atención para no mezclar los utensilios que están al servicio de los enfermos con los de los demás.
1210.- El Hermano Enfermero hará lo posible por animar a los enfermos y exhortarlos a la resignación.
1211.- Pondrá mucho esmero en cuidar a los enfermos; no los tratará nunca con dureza y mostrará la más mínima impaciencia ante ellos. No se dejará abatir por el mal humor que pueda tener algún enfermo.
1181.- El Hermano Portero debe ser un ejemplo de virtud ante la gente por su modestia, prudencia y discreción. Evitará las largas conversaciones y hasta la más pequeña familiaridad con las personas del exterior. Será correcto con todos, pero se abstendrá de palabras inútiles. Se comportará de modo que ningún extraño lo vea o lo oiga sin mejorar de conducta.
1182.- Procurará que la puerta de casa esté siempre cerrada. No esperará a que llamen varias veces, sino que dejará inmediatamente lo que esté haciendo para ir a abrir.
1215.- Los Hermanos encargados de los cultivos en la huerta o en el campo deben efectuar su trabajo en los momentos y lugares oportunos con entrega, inteligencia y abnegación. En vez de considerar su trabajo humillante, recordarán que los patriarcas, cuya vida duraba siglos, eran felices dedicándose al cultivo de los campos. La tierra es la madre que alimenta a reyes y pueblos y nada hay de deshonroso en cultivarla. Por lo demás, ésa es la ocupación de la mayor parte de los hombres y, entre otros muchos, de los santos religiosos de la Trapa.
1216.- Los Hermanos encargados de los saludables y pacíficos trabajos de la agricultura encontrarán en ellos un buen tema de meditación. Por ejemplo, cuando cavan, pueden pensar que el hombre proviene de la tierra y que a ella volverá; que si la tierra produce frutos, también el hombre debe producir frutos de virtud y de santidad. Cuando arrancan las malas hierbas, pueden recordar que el hombre tiene malas pasiones que, como las malas hierbas, deben ser arrancadas para que no ahoguen la buena semilla de las virtudes.
1217.- Se atendrán exactamente a lo que se les indique en sus trabajos y procederán de manera que nada se estropee por su culpa o por no haber hecho los trabajos en el tiempo oportuno. Se considerarán dichosos de poder ofrecer a la Comunidad, como fruto de su trabajo, abundantes cosechas, pero más que a su esfuerzo las atribuirán a las bendiciones de Dios, recordando que no es el que planta ni el que riega quien hace crecer, sino Dios. El buen religioso sabe ver en las plantas y hasta en la más pequeña flor al soberano Creador y Conservador de todas las cosas.
1218.- Los Hermanos que estén especialmente encargados del ganado de la Comunidad, cuidarán atentamente de él y llevarán a cabo su trabajo con mucho esmero. No maltratarán a los animales, recordando que Dios los ha creado para servir al hombre y no para que se los maltrate.
1219.- En cuanto a los Hermanos que estén encargados de la costura, de la carpintería, de la panadería o de otros trabajos manuales que la Regla no nombra, deberán ocuparse fiel y responsable de sus empleos, es decir, llevarlos a cabo lo mejor que puedan, no perder el tiempo y no dejar que nada se estropee por su culpa.
1220.- No podrán regalar nada ni trabajar para otros sin permiso del Superior. Tampoco deben dejar entrar a nadie en los talleres si no tiene permiso para hacerlo.
- – Todos los Hermanos de los que hemos tratado en este capítulo deben trabajar, cada uno en su empleo, con temor de Dios y con la intención de agradarlo y de santificarse. No se quejarán de su trabajo; al contrario, lo amarán porque es útil y porque los preserva de la ociosidad, que es la madre de todos los vicios.
- En las circulares anuales, el Hno. Gabriel trata con frecuencia de aspectos relacionados con las actividades de la misión y da indicaciones para vivirlas en lo concreto de la vida de los Hermanos.
CIRCULAR N°9 (15-8-1853)
El fin que nos hemos propuesto al abrazar la vida religiosa, ha sido, ante todo, trabajar en nuestra santificación. Pero no nos hemos hecho religiosos, queridos Hermanos, para nosotros mismos. Hemos entrado en una Corporación que se dedica a toda clase de buenas obras, especialmente al servicio de la enseñanza pública. Nos hemos hecho, pues, religiosos para los niños del pueblo, a quienes procuramos educar en las escuelas cristianas. Nos hemos consagrado a Dios para secundar al sacerdote, catequizando, ayudándole en las ceremonias del culto divino, como catequistas, cantores y sacristanes. Esta es nuestra misión entre los hombres.
Así pues, se nos puede considerar como verdaderos amigos de los padres y madres de familia, puesto que les ofrecemos el importante servicio de educar a sus hijos. Se nos puede considerar amigos de los niños, puesto que además de instruirlos en las ciencias humanas, los conducimos por el sendero de la virtud, único modo de hacerlos felices.
El sacerdote nos es superior por su ciencia, por su carácter sacerdotal y por el ministerio sublime que desempeña. Pero nosotros estamos unidos a él y tenemos el honor de ser sus colaboradores educando a la juventud con una enseñanza de carácter paterno y fundada en la doctrina de nuestra santa religión, sin la cual el hombre camina por la vida de forma vacilante y pronto cae en el abismo. El sacerdote debe encontrar en nosotros unos amigos respetuosos y abnegados. Tal es el espíritu de nuestra Regla.
Se nos debe también considerar amigos de los diversos Estados donde la Providencia nos llama, ya que infundimos en la juventud el respeto, la obediencia y la adhesión que les son debidos. Somos, finalmente, amigos de la sociedad entera, porque formamos para ella hombres que deben honrarla por su buena conducta, en vez de deshonrarla, como acontece desgraciadamente muy a menudo en nuestros días con aquellos que no han recibido buenos principios en su juventud.
Por nuestra profesión, queridos Hermanos, nos hemos convertido en verdaderos soldados del Estado y de Jesucristo. Del Estado, porque cada día presentamos a Dios sus intereses y trabajamos para formarle hombres honrados, sin causarle ningún gasto, ni siquiera en caso de enfermedad, dolencia o vejez, ya que nuestro Instituto provee a todas nuestras necesidades. Como soldados de Jesucristo tenemos por jefes a los pastores legítimos de la Iglesia, a los que estamos inviolablemente sometidos. Como ellos, hacemos continuamente la guerra a los vicios y las pasiones, que son los enemigos más peligrosos de la Iglesia y de la sociedad. Prestamos, pues, servicios incontestables, demostrando así que los religiosos no somos hombres inútiles. Sabemos que los militares son muy útiles a la patria: de ellos hemos visto pruebas convincentes en los últimos años, especialmente en Francia. Sus fuertes brazos abaten a los enemigos del Estado, mantienen el orden y la paz, hacen respetar las leyes y la propiedad. Pero con frecuencia el soldado combate de un modo servil o con la esperanza de llegar a alcanzar algún grado o de obtener una pensión o una condecoración. En nuestro caso, como soldados del divino Salvador, y sobre todo, como religiosos, nuestra santa profesión se opone, queridos Hermanos, a que busquemos o pretendamos los honores; nuestra única ambición es sobresalir en la virtud, sobre todo en la humildad, caridad, obediencia y celo por el bien y nuestra única, meta es el cielo. La pensión que deseamos es la libertad de trabajar por la gloria de Dios, nuestra salvación, el bien del prójimo y la posibilidad de seguir comiendo en paz el pan cotidiano que el Señor quiera darnos. Nuestra condecoración es la cruz bendita que fue colocada en nuestro pecho el día en que nos consagramos a Dios en el santo estado religioso. Esta cruz es también el arma con que nos defendemos, pues con ella Cristo venció al mundo…
El soldado está expuesto al peligro en el combate, donde puede incluso perder la vida; pues, recordemos, queridos Hermanos, que la vida es un combate permanente en el que podemos perder la vida de la gracia. Y no olvidemos que no solamente tenemos que combatir por los intereses de la religión y de la patria y para formar a la juventud, llevarla a las buenas costumbres y arrancarla del Vicio, sino que tenemos que luchar, sobre todo, contra las máximas del mundo y contra nuestras propias pasiones; pues, como dice san Pablo: “¿De qué nos serviría haber predicado a los demás y trabajado por ellos, si nos perdiéramos a nosotros mismos”? ¿No nos expondríamos acaso a trabajar en vano y a perder el mérito de nuestras penas, sacrificios y buenas obras?
20. El Hno. Gabriel prestaba una atención especial a la actividad docente de los Hermanos, dado el número que se dedicaban a ella y la complejidad de organización de las escuelas, teniendo en cuenta el sistema educativo en las escuelas municipales y privadas. En las circulares el Hno. Gabriel insiste sobre la importancia de la preparación y formación continua como también sobre la motivación de los docentes. La distinción y complementariedad entre enseñanza y educación es un punto importante.
CIRCULAR N°12 (30-7-1856)
Queridos Hermanos, las ciencias profanas ilustran el espíritu, pero no saben regular el corazón. No estudiéis para ser sabios, sino solamente para adquirir los conocimientos necesarios a vuestra profesión de educadores de la juventud. Poned especial interés en conocer la ciencia de los santos, que podéis encontrar en la Sagrada Escritura y en los libros espirituales recomendados por nuestra Regla; este estudio es imprescindible. Recordad que siempre es provechosa la lectura de las vidas de los santos, porque resulta imposible leerlas sin que surja en nosotros el deseo de imitarlos. Además, al contarnos lo que los santos hicieron, su vida nos enseña lo que debemos hacer nosotros. Leed sobre todo, queridos Hermanos, el libro de vuestra conciencia; los conocimientos que nos ofrecen los libros son inútiles si no somos grandes expertos en éste.
Uno de los fines principales de nuestro Instituto es la educación de los jóvenes en las escuelas. Cultivemos inteligente y cuidadosamente esta hermosa parcela, que nos han confiado en el campo del Padre de familia, porque es de sumo interés para el porvenir de la Iglesia y de la sociedad.
La instrucción y la educación son dos cosas que se confunden con frecuencia. Por ello, nos vemos en la obligación de pediros que expliquéis a los niños la diferencia que hay entre ellas; de este modo, los predisponéis para las acertadas y útiles lecciones que vosotros podéis darles sobre la educación. Por sí sola la instrucción no basta para formar a un hombre honrado, a un ciudadano, a un verdadero cristiano. Hay que añadir a todo ello la educación, es decir, hay que enseñarle a encauzar su conciencia y sus costumbres, y proporcionarles a la vez, luces y fuerzas, que le ayuden poderosamente a cumplir sus deberes para con Dios, para consigo mismo y para con sus semejantes.
Dios creador, que mandó a la luz salir de las tinieblas, os envíe a todos, queridos Hermanos, algunos rayos de su luz para alumbraros en vuestra enseñanza y en todas partes, y así caminéis seguros por la senda de la virtud. Tenemos además la dulce esperanza de que no caminaréis solos, pues un día sabréis con santa alegría que vuestras lecciones y vuestros ejemplos han conducido por ese mismo camino a muchos niños que se habrían perdido sin vuestros cuidados. Este pensamiento nos consuela y alivia las penas inherentes a nuestro cargo.
No olvidéis, queridos Hermanos, de rezar cada día por las necesidades de la Iglesia. Rogad también por nosotros y por la prosperidad y las necesidades de nuestra querida Congregación. Vuestra caridad no puede limitarse a esto, debéis también rezar por Francia y por Saboya, donde, gracias a Dios, nuestra Asociación extiende su ramaje con acierto. Rezad por los soberanos que gobiernan estos países, que nos son tan queridos, rogad por los alumnos que os han confiado y, finalmente, rogad para atraer las bendiciones del Señor sobre todos los fieles.
No os preocupéis por el porvenir y manteneos por encima de lo terreno y lo sensible; suspirad únicamente por las cosas eternas, para las que vuestra vida tiene que ser una continua preparación, mediante el cumplimiento de todos vuestros deberes. Si permanecéis en las piadosas disposiciones que acabamos de sugeriros, será para vosotros, queridos Hermanos, una excelente preparación para el retiro.
Las clases terminarán a fines de agosto en vuestras escuelas. Los Hermanos docentes tomarán todas las precauciones para no acabarlas antes o después de esas fechas; no podrán desatender esta disposición sino en el caso de que se vieran obligados a ello por las autoridades competentes de la enseñanza pública.
- He aquí dos cartas del Hno. Gabriel que tratan de las actividades del Instituto en dos situaciones diferentes. La primera es para buscar un apoyo político en el Senado de Turín y para ello se dirige a un personaje relevante que había favorecido la implantación de los Hermanos en varios pueblos de Saboya. La segunda carta es interesante porque muestra la visión amplia que el Hno. Gabriel tenía de la misión de su Instituto dentro de la Iglesia.
10-06-1848 Al Sr. Barón Despine, Médico-Director de las Aguas Termales, Aix-les-Bains.
Sr. Barón:
Le informo, según sus deseos sobre nuestra Sociedad, este pedido hace honor al celo infatigable que usted demuestra, Sr. Barón, no sólo para aliviar a la humanidad doliente, sino para trabajar con el fin de procurar a los hijos del pueblo los beneficios de la Educación por medio de los religiosos que son llamados a esta misión, por vocación entregada al servicio de Dios, a su rey, y a la patria, con fidelidad. Es consolador ver también a su digno y venerado hermano compartir sus sentimientos y trabajar como usted en todo lo que se refiere a la educación cristiana y social de la juventud de su querida Saboya, tan digna de interés. Por eso, el excelente pueblo de su provincia ha sabido rendir justo homenaje a los méritos de su hermano eligiéndolo representante en la Cámara de Diputados.
Según las referencias que me han dado los Hermanos Inspectores de nuestra Sociedad, tenemos establecimientos en 30 municipios del Ducado, donde unos 70 Hermanos se consagran, con la más religiosa entrega, a instruir y formar en la virtud a cerca de 5.000 niños.
Debo agregar que otros numerosos municipios del Ducado desean, de preferencia, tener Hermanos de la Sagrada Familia, teniendo en cuenta: primero, que nuestros establecimientos son reconocidos como los mejores y que están fundados sobre la doctrina de la santa religión. Segundo, que los Hermanos pueden, al mismo tiempo que dan clase, ejercer funciones de cantores y sacristanes en las parroquias, lo que agrada a los sacerdotes y al pueblo, y les es menos costoso. Tercero, que pueden ir solos o varios, según las necesidades; lo que es más cómodo y económico para los municipios. Cuarto, que ofrecen más garantías en el adelanto de los niños, pues al consagrarse por vocación a la enseñanza primaria, emplean todo su tiempo a la juventud, ya que no se ocupan de otros ministerios, ni al cuidado de una familia como lo tienen que hacer los maestros casados. Quinto, que los Hermanos cumplen en todo las leyes referentes a la instrucción primaria y utilizan los mejores métodos.
Deseo que estos informes le satisfagan y sirvan al Sr. Diputado, su hermano, para la defensa de su causa justa. Con seguridad, todos los amigos de la Religión estarán, como nosotros, muy contentos y agradecidos a su laudable y santa empresa, sea cual fuere el éxito, por el que formulo mis votos e imploro las bendiciones del cielo.
Acepte el homenaje de mi respeto y la seguridad de mi amistad, con la que soy y seré siempre, Sr. Barón, su humilde y atento servidor.
24-03-1853 Al P. Colletta, Párroco de Oyonnax (Ain).
Apreciado Sr. Párroco:
Deseo con todo mi corazón que pueda conseguir los recursos necesarios para tener los Hermanos que anhela desde hace mucho tiempo, que bien los merece y que no podrían estar colocados bajo mejor dirección que la suya, estimado Sr. Párroco; pero a pesar del placer que tendría en enviarle a nuestros Hermanos no me molestaría que se diera la preferencia a los buenos Hermanos de las Escuelas Cristianas, porque son más antiguos y tienen más experiencia que los nuestros. Con tal de que se haga el bien, es lo que siempre debemos desear. Por lo demás, el campo del Padre de Familia es bastante extenso como para dar trabajo a todos los obreros que llama a trabajar en él. Si llama a los Hermanos de la Doctrina, me alegraría sinceramente en el Señor.
Estoy tan abrumado por la cantidad de pedidos de Hermanos que ello absorbe todos mis momentos. Lo que hace que la mayoría nos prefiera sobre otras Congregaciones es que pueden distribuirse de a uno y pueden prestar el servicio de cantores y sacristanes al mismo tiempo que trabajan como maestros. Por otra parte, puede ser que nosotros nos adaptemos mejor a las necesidades de los Sres. Párrocos, que encuentran mayor disponibilidad en nuestros Hermanos que en los Hermanos de las Escuelas Cristianas, que conservan una gran independencia.
- El Hno. Gabriel escribió varias veces los Estatutos (síntesis de la situación jurídica de la Congregación) con vista a obtener la aprobación eclesial o civil del Instituto. En los primeros artículos de los Estatutos hay siempre una definición de la naturaleza y misión del Instituto, como también de sus actividades. Una lectura atenta de los estatutos permite distinguir una diferencia de acentuación de las actividades eclesiales o sociales según el destinatario.
1) ESTATUTOS DE LA CONGREGACIÓN DE LOS HERMANOS DE LA SAGRADA FAMILIA, JESÚS, MARÍA Y JOSÉ. 15-08-1847
El Soberano Pontífice Gregorio XVI, autorizó el Instituto de los Hermanos de la Sagrada Familia, por un Decreto del dieciocho de agosto de mil ochocientos cuarenta uno y por un Breve fechado el veintiocho del mismo mes y año.
- Este Instituto tiene como finalidad específica la propia santificación de sus miembros. Los Hermanos se dedican a toda clase de buenas obras para obtener la gloria de Dios, la ayuda y la edificación del prójimo en establecimientos de utilidad pública, como asilos, talleres, prisiones y seminarios, lugares en los que el Instituto coloca a los Hermanos a petición de las autoridades competentes. Acogen también a los niños huérfanos varones, nacidos de padres pobres.
El objetivo principal que dichos Hermanos se proponen es apoyar a los Señores Curas de las ciudades y sobre todo de las zonas rurales, en calidad de maestros de enseñanza primaria, catequistas, cantores y sacristanes.
- Los Hermanos de la Sagrada Familia, si son enviados por su Superior y con la autorización del Ordinario del lugar, pueden ejercer sus funciones en cualquier país, Al ir al puesto que les haya sido asignado, sólo llevan la ropa y hábitos que vistan. Se debe comprometer a proporcionarles: 1º un alojamiento adecuado para su vivienda y escuela; 2º unos muebles y un ajuar de los que sólo tienen el uso; 3º la manutención, el alimento, la calefacción, la electricidad y lavado de ropa está a cargo de los municipios o de los jefes de los establecimientos que los han contratado. Por otro lado, les deben pagar un mínimo de doscientos francos, que anualmente se envía a la casa de Noviciado de la que los Hermanos dependen. Una parte de esta suma se emplea para vestido y pequeños objetos que los Superiores les permiten tener…
2) Estatutos dirigidos al Gobierno de los Estados Sardos10-11-1842
ARTÍCULO I. – La Asociación de los Hermanos de la Sagrada Familia tiene por finalidad toda clase de buenas obras. Su objetivo principal es formar Hermanos que ejerzan en todos los países, especialmente en Francia y Saboya, las funciones de Maestros de enseñanza primaria, Catequistas, Cantores y Sacristanes.
El objetivo secundario de los Hermanos de la Sagrada Familia es ocuparse de trabajos agrícolas, dedicarse al servicio temporal de los Establecimientos de utilidad pública, como Seminarios, Asilos y Prisiones. Tienen además en sus Casas de Noviciado un Asilo para niños huérfanos varones, nacidos de padres pobres. En el ejercicio de dichas funciones, los Hermanos se ajustan a los presentes Estatutos y a las leyes civiles y eclesiásticas del Estado en que viven.
ARTÍCULO. II. – Los Hermanos, dedicados a las funciones arriba mencionadas, son enviados de uno en uno o varios, según la necesidad. Los gastos para su manutención y alojamiento, estarán enteramente a cargo de los Municipios o Establecimientos que los solicitan; son regulados por el Superior General de la Asociación, o por su Delegado, que trata a este respecto con las Autoridades competentes, o con los Fundadores particulares que piden Hermanos. Los Hermanos van a las localidades que les asigna el Superior General, o su Delegado, y regresan en cuanto sean llamados por él…
23. He aquí dos cartas dirigidas a dos personajes relevantes: Charles de Montalembert (1810-1870) y Mons Parissis (1795-1866). El primero fue miembro de la asamblea legislativa y partidario de la monarquía constitucional desde posiciones liberales y católicas; fue un gran defensor de las libertades de prensa, de asociación y de enseñanza. El segundo fue obispo de Langres y de Arras. Además de su actividad pastoral como obispo, fue miembro de la asamblea nacional (parlamento). Puede verse la importancia que Hno. Gabriel daba al hecho de poder crear las condiciones para ejercer la misión del Instituto en plena legalidad.
03-06-1851 Al Sr. Conde de Montalembert,
Sr. Conde: El año pasado me tomé la libertad de hablarle del bien que los Hermanos de la Sagrada Familia pueden hacer entre los niños de las clases pobres y obreras, y le decía que el Gobierno encontrará en ellos auxiliares sacrificados y celosos para ayudarle a moralizar a la juventud. Le rogaba, Señor Conde, que hiciese valer su influencia ante el Gobierno, para conceder a nuestra Sociedad su existencia legal. Tuve el honor de recibir respuesta, pidiéndome que le comunicara la fecha de mi pedido al Sr. Ministro y que lo apoyaría.
El Sr. Obispo de Langres tuvo la bondad de escribirme diciéndome que el tiempo parece propicio para formular mi pedido. Me apresuré a ir a París para ver si podía ser presentado en esta sesión del Consejo Superior y obtener la existencia legal de nuestra Sociedad establecida ya hace más de 20 años. La semana pasada he depositado en el Ministerio de Instrucción Pública el expediente del asunto. Una palabra suya, Sr. Conde, al Sr. Ministro para que dé curso a mi pedido lo antes posible nos será de gran utilidad. Quiera, Sr. Conde, hacernos este favor, que lo será para la religión. Nuestra Sociedad rogará al Señor por su larga vida, y le estará eternamente agradecida, y no se cansará de bendecir su nombre tan venerado por todo católico.
La ventaja que ofrecen nuestros Hermanos sobre los de otras corporaciones es que, además de ejercer la enseñanza, son catequistas, cantores y sacristanes, y pueden ir de a uno a los municipios rurales, lo que no pueden hacer los Hermanos de otras corporaciones ni los maestros seglares casados. Cuando los Hermanos están solos en sus puestos, viven y comen en la casa parroquial, lo que es una garantía para su conducta y armonía que hay entre el Sr. Cura y el maestro, cosa muy importante. Trabajan ya en ocho diócesis, las cuales valoran sus servicios, y al presente tenemos cerca de 200 pedidos de los municipios. Espero, Sr. Conde, que estas consideraciones despierten su interés por la obra, recomendable por su fin y por la aprobación que ya le han otorgado dos Soberanos, nuestro Santo Padre el Papa Gregorio XVI y el rey Carlos Alberto.
Con profundo respeto quedo, Sr. Conde, su humilde y atento servidor.
30-03-1851 A Mons. Parisis, Obispo de Langres.
Monseñor: Me tomo la libertad, Monseñor, de expresar a Su Excelencia que, sabiendo el bien que pueden hacer en las parroquias los maestros piadosos y temerosos de Dios, he fundado hace 20 años, en esta diócesis, con la ayuda y protección de nuestro venerado Obispo Mons. Devie, una Asociación llamada Hermanos de la Sagrada Familia, obra que dos Soberanos, Gregorio XVI y el Rey Carlos Alberto han declarado de utilidad. El Soberano Pontífice Pío IX le ha demostrado también sumo interés.
Agregaré, Monseñor, que nuestros Hermanos son requeridos porque pueden ayudar solos, como cantores y sacristanes, a los Sres. Curas, ejerciendo al mismo tiempo, bajo su dirección, las funciones de maestros de primaria. Cada día recibo nuevos pedidos, sobre todo después de la promulgación de la nueva ley sobre instrucción pública que favorece a las Congregaciones religiosas reconocidas por el Gobierno. El bien que los Hermanos pueden hacer es mucho; tengo pruebas convincentes de ello.
Después de estas consideraciones, y deseando fortalecer nuestra Asociación de Hermanos y poder gozar de los privilegios que dicha ley otorga a las corporaciones religiosas, humildemente suplico a Su Excelencia que nos tome bajo su protección y haga valer su influencia ante el Ministro y el Consejo Superior de la Asamblea Legislativa, para reconocer a nuestra Congregación con el título de Asociación Caritativa de Hermanos de la Sagrada Familia. Nos haría un gran favor y le estaríamos infinitamente agradecidos. Sin esa autorización nada podemos hacer en Francia, sino vegetar y tener complicaciones con nuestras escuelas…
- En estos párrafos de una de las circulares dirigidas a los Hermanos puede observarse la importancia que el Hno. Gabriel daba a la relación entre formación y misión; como también la necesidad de una formación permanente en los diversos aspectos que comprenden las actividades propias del Instituto.
CIRCULAR N°15 (24-6-1859)
Necesidad del estudio para poder enseñar.
Llamados por vocación a la enseñanza, debéis tener, queridos Hermanos, si queréis cumplir una misión tan hermosa, tan meritoria y tan útil para la juventud, una preparación que no sea inferior a la de los maestros seglares. El tiempo dedicado al estudio durante el Noviciado no siempre es suficiente, al menos para algunos, para adquirir todos los conocimientos necesarios a un maestro. Y aunque los poseyerais todos, os recomendamos que los perfeccionéis.
Pedimos de manera muy especial a nuestros Hermanos jóvenes, que son la esperanza de nuestro Instituto, que se dediquen al estudio. Con mayor motivo deben hacerlo los que todavía no tienen el diploma de capacitación. Es necesario que procuren obtenerlo cuanto antes, pues en los Estados Sardos, se exige actualmente dicho diploma, incluso para los que enseñan en la clase de los pequeños. Si nuestros Hermanos jóvenes se mostraran indiferentes a esta llamada, serían dignos de censura. Nosotros sabemos que tienen la capacidad suficiente para dar las clases que les hemos confiado, pero las autoridades de la enseñanza primaria no se contentan con esto. No hace mucho tiempo más de cincuenta Hermanos de nuestro Instituto han pasado el examen y, excepto uno, todos han obtenido el diploma de capacitación. Estamos seguros de que con buena voluntad, unida a un trabajo asiduo y serio, nuestros Hermanos jóvenes aún no diplomados, no tardarán en darnos la satisfacción de verlos obtener el mismo éxito.
El canto, las ceremonias del culto divino y la decoración de los lugares sagrados.
Queridos Hermanos, la enseñanza de la juventud no es el único fin de nuestro Instituto. Tenemos que ayudar a los sacerdotes en las ceremonias del culto divino. A quienes de vosotros se os haya confiado semejante honor, debéis cumplir vuestro cometido con mucho celo, piedad y maestría; sobre todo debéis hacerlo con una profunda fe, que os llene de gran respeto a nuestro Señor Jesucristo, a la casa de Dios, a las cosas santas que en ella se encuentran, a cuanto se destine al adorno y a las ceremonias religiosas. Leed a menudo en nuestras Reglas, en el ceremonial diocesano y en el libro de usos y costumbres de la parroquia donde trabajáis, lo que se relaciona con las actividades de cantor y de sacristán, de modo que todo redunde en mayor gloria de Dios y buen ejemplo de los fieles. La intención de la Iglesia es que las funciones secundarias del culto las desempeñen personas experimentadas y recomendables por su celo y virtudes. A ellos se dirigen las palabras del profeta: “Manteneos puros los que estáis en contacto con los vasos del Señor”…
Queridos Hermanos, nos gusta recordaros que, desde nuestra más tierna infancia, Dios nos concedió la gracia de apreciar mucho el canto divino y las ceremonias de la Iglesia. La música sagrada nos produjo con frecuencia el mismo efecto que a san Agustín: cuando la oía en la catedral de Milán, rompía a llorar y su alma se elevaba a Dios. Queridos Hermanos, os recomiendo que os perfeccionéis cada día más en el canto. Enseñádselo a los jóvenes para que puedan entonar desde el atril las alabanzas de Dios, edificar a los fieles y atraerlos a que asistan a los oficios divinos en las parroquias donde trabajáis.
Siempre gozábamos con las ceremonias litúrgicas bien hechas. En cuanto pudimos participar de alguna manera en ellas, lo hicimos de todo corazón y podemos afirmar con toda sencillez que parece que el Señor quiso premiar nuestro interés, concediéndonos la gracia de fundar una Congregación, cuyos miembros rinden un doble homenaje al Señor en su templo santo. En él deben cantar piadosamente, ocuparse de las ceremonias del culto, de adornar los altares y de ayudar a los ministros del Señor en sus importantes tareas. Todo esto agradó tanto al Sumo Pontífice que aprobó nuestra Congregación con gran alegría.
De este modo Dios nos ha recompensado, queridos Hermanos, al disponer que nuestra Congregación tenga unas cuantas iglesias hermosas. En ellas se celebran diariamente los sagrados misterios; allí se encarna la divinidad, allí permanece día y noche para recibir el sencillo homenaje de nuestras adoraciones. Somos felices, al poder celebrar en ellas con toda la solemnidad posible, las ceremonias del culto divino, que impresionan, emocionan los corazones y aumentan el amor a la religión. Viendo estas ceremonias, uno se olvida de las cosas de este mundo y exclama: ¡Dios está verdaderamente aquí, adorémoslo!
- Esta circular subraya la importancia del testimonio de vida para ejercer la misión
CIRCULAR N°18 (6-8-1861)
Entrega a la misión y dificultades para realizarla.
A menudo os hemos dicho que vuestra vocación es una forma de apostolado y que debéis mostrar celo por la gloria de Dios y la salvación de las almas. Ese celo debe animaras a todos, queridos Hermanos, de manera que, movidos por ese fuego divino, deseéis y os esforcéis por comunicarlo a la juventud confiada a vuestros cuidados, El celo no puede permanecer ocioso; es como el fuego, que jamás está en reposo, Procurad, pues, en la medida de vuestras atribuciones, buscar los medios para ser útiles a las almas y tratad de infundir ese mismo celo a vuestros Hermanos.
Como el medio más eficaz para obtener mucho fruto en las almas es llevar una vida santa e irreprochable, procuraréis, queridos Hermanos, dar buen ejemplo al prójimo, y especialmente a vuestros alumnos y Hermanos. Los llevaréis al bien y a la virtud más por vuestros actos que por vuestras palabras, a imitación de Jesucristo, de quien san Lucas dice que comenzó primero a hacer y después a enseñar.
Debéis tener también un gran deseo de avanzar en la perfección de vuestro estado y de ver progresar a vuestros Hermanos en ella. Evitaréis con cuidado darles mal ejemplo por temor de ser responsables de ello ante Dios o causantes de la pérdida de su vocación y de la de los buenos Novicios que vienen a asociarse a vuestros trabajos. La experiencia enseña que nada hay peor que el mal ejemplo para perder una vocación.
La obediencia debe regular vuestro celo y llevaros a estar siempre dispuestos a cambiar de casa al primer mandato, para ir a enseñar o a entregaros a otras obras de caridad que vuestros Superiores juzguen a propósito confiaros. Imitaréis así a nuestro Señor Jesucristo que, mientras estuvo en la tierra, enseñaba en las aldeas y en los pueblos como en las ciudades, yendo para ello a donde la gloria de su Padre lo llamaba…
Nuestra Regla, nuestras enseñanzas y los votos que habéis hecho os exigen, queridos Hermanos, que procuréis cumplir seriamente todos vuestros deberes y que toméis todos los medios para cumplirlos con fidelidad. Cuando os sugerimos estos medios, nosotros cumplimos con nuestro deber y vosotros lo hacéis cuando obedecéis. Esta obediencia será vuestra gloria y vuestra salvación en el estado religioso. Un árbol plantado en un terreno fértil debe dar fruto. El estado religioso es, en sentido místico, un terreno fértil donde Dios nos ha plantado y donde nosotros debemos producir buenos frutos con nuestras obras. Pero, desgraciadamente, el orgullo y la desobediencia estropean a menudo el árbol y entonces no se puede esperar de él ningún fruto. Hacer la propia voluntad es en el religioso la fuente de todos sus pecados; sin ella, no habría infierno para el religioso.
No olvidéis, queridos Hermanos, que toda clase de persona tiene los ojos puestos sobre vosotros, y también los que tienen la misión de vigilaros. Si, lo que Dios no quiera, vuestra conducta es digna de murmuración, no escaparéis a una crítica despiadada, de la que jamás se libra el religioso. Pero esto debe preocuparos menos que la consideración de que Dios os mira y os vigila sin cesar, pues debéis temer infinitamente más la mirada de Dios que la de los hombres.
Para hacer el bien en vuestra vocación, queridos Hermanos, a veces experimentamos dificultades increíbles. Verán el mal allí donde de parte nuestra no hay más que caridad; murmurarán de nosotros y se nos calumniará para perjudicarnos; se nos perseguirá con pretextos sin fundamento. Pero ante estas espinas que pueden herimos y hasta hacernos llorar, recordemos que Cristo derramó su sangre por sus verdugos como por los demás hombres y que por su cruz este divino Salvador venció al mundo. Y él quiere que sus obras y sus verdaderos servidores estén marcados por ese sagrado signo. Por otro lado, los discípulos no son mayores que el Maestro. Comportémonos bien, queridos Hermanos, y no nos desanimemos por estas pruebas, pues Dios cuida del buen religioso en la adversidad y le dice como en otro tiempo a san Pablo: “Mi gracia te basta”. Fortalezcámonos, pues, con estas piadosas consideraciones que la fe nos sugiere y démonos a Dios sin rodeos ni vacilaciones, tanto en la prosperidad como en la adversidad: será éste un signo de nuestra predestinación.
26. En esta carta, dirigida al Prefecto de la Congregación de Religiosos, el Hno. Gabriel deja claro un punto importante para la misión del Instituto. La presencia de los sacerdotes en el Instituto está en función de su actividad como capellanes, sobre todo en las casas de formación, y no en razón de las actividades de los Hermanos en la misión, que corresponden a su condición de religiosos laicos.
24-04-1854 A Su Eminencia el Cardenal Prefecto de la S. Congregación de los Obispos y Regulares, Roma, Italia.
Eminencia:
La Divina Providencia colocó a Su Eminencia como luz brillante para encargarle de los asuntos relativos a los Obispos y Regulares. Siento urgente necesidad, Eminencia, de recurrir a su bondad y lo hago con tanto respeto como confianza para exponerle humildemente lo que sigue:
La piadosa Asociación, llamada de los Hermanos de la Sagrada Familia, autorizada por numerosos Obispos, tiene el insigne privilegio de estar aprobada por Decreto y Breve de N. S. Padre el Papa Gregorio XVI, con fechas del 18 y del 28 de agosto de 1841. Tiene como fin toda clase de buenas obras, pero su fin principal y específico es formar Hermanos que se distribuyen en las diócesis para ejercer las modestas funciones de maestros de la juventud, de cantores y de sacristanes, y así ser auxiliares piadosos y celosos para los sacerdotes en las ceremonias del culto y ayudarles a instruir y moralizar a la juventud.
Dicha Asociación admite sacerdotes en su seno, pero sólo los que son necesarios absolutamente para capellanes en los noviciados y pensionados, en las casas de artes y oficios y en las de retiro de la Asociación. Estos sacerdotes, Eminencia, le son muy útiles, formados en la Regla y espíritu de su santo estado al que están unidos por los votos simples de castidad, pobreza, obediencia y estabilidad; predican con el ejemplo y dan a los Hermanos y novicios un impulso y dirección conforme a la vida religiosa, lo que no se consigue con los sacerdotes seculares, como lo demuestra la experiencia.
Los sacerdotes de la Asociación practican la Regla común de los Hermanos de la Sagrada Familia; están bajo las órdenes del Ordinario del lugar, que concede o niega el poder de ejercer el ministerio. Por su rango de sacerdotes son objeto de respeto y atenciones de parte de los Hermanos y de los Superiores. Los Hermanos sacerdotes se ocupan libremente de todo lo que corresponde a sus atribuciones de sacerdote y capellán, como prescribe la Regla.
La Asociación puede encontrar siempre en su seno, de forma ventajosa los capellanes que necesite, eligiendo para ello a los más piadosos y dignos entre los Hermanos profesos que han hecho sus estudios y cursos de teología y que demuestran capacidad para recibir las órdenes sagradas, por los exámenes ante el obispo o sus delegados.
Pero me siento en la obligación de poner en conocimiento de Su Eminencia, que, aunque algunos de nuestros Hermanos tienen o tendrían la capacidad para recibir las órdenes y están provistos de un “exeat” del Obispo de su diócesis natal y que de su parte no tienen irregularidades canónicas que impidan su ordenación, algunos Obispos ponen dificultades para ordenarlos, los unos, porque quieren obligarnos a aceptar sacerdotes seculares a los que tendríamos que pagar, lo que sería muy costoso para la Congregación y poco ventajoso para la regularidad y dirección espiritual; otros, aun los mejor dispuestos hacia la Congregación, exigen una condición que no exigen por ahora en Francia a los estudiantes seglares, quieren unos bienes clericales o patrimoniales que nuestros Hermanos aspirantes al sacerdocio no pueden tener porque eran pobres en el mundo y toda su riqueza ahora es la pobreza religiosa y que les hace partícipes para siempre de los bienes espirituales y materiales de la Asociación.
27. El espíritu misionero del Hno. Gabriel se manifestó sobre todo con el envío de los Hermanos a Estados Unidos. En la primera carta dirigida al obispo de Saint-Paul (Minnesota) manifiesta claramente sus motivaciones e intenciones. En realidad las actividades de los Hermanos no iban a cambiar mucho, serían maestros y catequistas, pero el contexto cultural y eclesial sería completamente diferente.
27-02-1854 A Su Excelencia Mons. Cretin, Obispo de Saint-Paul, Estados Unidos de América.
Monseñor: Deseando responder a sus votos, nuestro ilustre, venerado y querido Obispo, Monseñor Chalandon, me ha hecho llegar su pedido para tener algunos Hermanos de nuestra Congregación de la Sagrada Familia, cuyas riendas me ha confiado la Providencia.
Pienso, Monseñor, en el bien que se puede hacer en su vasta diócesis y en los Estados Unidos Y qué necesario es enviar a Su Excelencia obreros que compartan sus sudores, que son como perlas que embellecerán su corona en el cielo. Abrir a las almas a precio de sacrificio y aún con peligro de la vida el camino que conduce al cielo es, Monseñor, la tarea que su celo y gran caridad le han inspirado. Qué dichoso sería si alguno de nuestros Hermanos fueran a trabajar bajo su sabia dirección en el campo del Padre de Familia que le ha dado a usted en suerte y llevar el buen olor de Cristo más allá de los mares. Si mi edad y mis lazos indisolubles que me atan en la sede de nuestra Sociedad no fueran obstáculo, sería el primero en responder a su llamada pastoral, tan halagadora para la Congregación que Dios bendice. Desearía el título de catequista en tierra de misiones más que todos los otros.
Por supuesto, Monseñor, estoy deseoso de enviarle una colonia de catequistas y maestros, convencido de que con el auxilio de la gracia divina, y asistidos de sus consejos harán mucho bien. Le prometo, Monseñor, que serán tres, si tengo la dicha de encontrarlos con vocación y cualidades para el apostolado que usted desea.
Con pena pongo una restricción a mi promesa. Su Excelencia no se extrañará, pues hasta el presente, al tener muchos pedidos en Francia y en los Estados Sardos, no me he preocupado de las misiones de ultramar. Agregaré que las vocaciones para esto no se han manifestado entre los Hermanos hasta ahora, sin duda porque no se ha pensado en ello. Espero el mes de septiembre próximo en el retiro anual o dirigirles una circular para darles a conocer su pedido y ver los que sienten gusto y atracción por las misiones extrajeras. Si encuentro algunos, haré una selección y los prepararé lo antes posible. Desde ya estoy encantado de confiárselos a su Vicario General cuando venga a Belley en abril; aunque pienso que será difícil tener alguno preparado para esas fechas.
Tengo que advertirle, Monseñor, que nuestra Congregación es pobre en todo sentido y que tiene deudas, por consiguiente, nos será imposible, a pesar de la buena voluntad, entregar dinero y objetos a los tres Hermanos que espero poder enviarle, en este momento difícil en que nos hallamos, y la escasez de este año ha agravado las cosas; ésta es la causa por la que los Hermanos no podrán llevar sino sólo el hábito, algunas camisas, pañuelos, calcetines, los santos Evangelios, el Salterio, las Reglas, la Imitación de Cristo, el Catecismo y la vida de los Santos. Por otra parte, es así como los Hermanos de la Sagrada Familia van a los puestos que la obediencia les asigna. Los que los piden tienen que proveerlos, de acuerdo a lo que prescriben las Reglas del dinero necesario para los viajes, el ajuar, la vivienda y un salario anual suficiente para vivir. Para los que trabajan en Francia y Saboya el salario es de 600 frs. por cada uno. Los tres religiosos que le enviaré, Monseñor, estarán siempre unidos al Instituto y seguirán la Regla. Su Excelencia los empleará, según las necesidades, para la mayor gloria de Dios y la salvación de las almas; pero Su Excelencia tendrá que sostenerlos en lo material, y pagará todos los gastos para ir a Saint-Paul o los que pudieran hacer si tuvieran que volver por alguna razón.
Tenemos, Monseñor, miles de parroquias que llaman a nuestros Hermanos persuadidas del bien que hacen, y se comprometen a cumplir todas las condiciones. Al concedérselos a Su Excelencia, privo a estas parroquias que los piden desde hace tiempo. Por otra parte, para mí será un gran sacrificio exponerme a no ver más aquí abajo a estos Hermanos de la Sagrada Familia que me son tan queridos. Con todo, Monseñor, estas consideraciones no me detienen, porque deseo de alguna manera cooperar al bien que Su Excelencia y sus dignos misioneros hacen con tanto celo y abnegación. Además, también tengo que poner mi cuota para la obra santa de la Propagación de la Fe, enviando Hermanos para hacer conocer, amar y servir a Dios a los infieles y ganarlos a Cristo e incorporarles a la santa religión, fuera de la cual no hay salvación.
Con profundo respeto soy, Monseñor, de su Excelencia, el más humilde y obediente servidor.
Hno. Gabriel.
28. El proyecto del Hno. Gabriel para Tamié era bastante amplio: desdoblamiento de la Casa de Noviciado de Belley, casa de retiro para Hermanos y otras personas ajenas al Instituto, sacerdotes o seglares, un internado… En esta carta el Hno. Gabriel devela más bien sus motivaciones personales que pueden sorprender en un hombre entregado siempre a una intensa actividad, si se desconoce la vena monástica y contemplativa que lo había acompañado desde su juventud.
08-10-1856 Al Rvdo. P. Benito, Abad de la Trapa de La Grâce-Dieu (Doubs).
Muy Rvdo. Padre Abad:
Desde que tuve el placer de pasar unos instantes en su Abadía de Gracia de Dios, guardo un grato recuerdo de Su Reverencia y de su monasterio. Desde entonces le tuve siempre presente ante Dios y busqué la manera de estar más unido a usted. Este precioso momento no me parece muy lejano; permítame decirle algo al respecto, lo haría de viva voz, pero mis grandes y constantes ocupaciones no me lo han permitido.
Aunque indigno, Dios me ha concedido la gracia de ser su instrumento para fundar una Asociación religiosa, llamada de la Sagrada Familia; tiene como fin proveer a las ciudades y pueblos de Hermanos que hacen el bien, ejerciendo las funciones de maestros, catequistas, cantores y sacristanes. Hace ya más de 30 años que estoy dedicado a la obra; ha tenido un feliz resultado, debido sólo a Dios, pues yo sólo he sido un débil instrumento. El Soberano Pontífice aprobó el Instituto y lo enriqueció con muchas indulgencias. Los Hermanos están ya en 17 diócesis, sin contar los enviados a las misiones extranjeras. Ahora siento la necesidad de vivir una vida retirada, prepararme para los años de la eternidad y dar cuenta a Dios de mis actos. Fui nombrado Superior vitalicio y no aceptan mi demisión; sin embargo, he pensado hacerme trapense y ser, querido Padre, uno de sus hijos. Pero ante los obstáculos insalvables para ejecutar mi proyecto, he resuelto abrir una casa de retiro donde espero terminar mi carrera, lejos del ruido del mundo, con los Hermanos que no tienen gusto por la vida pública o que desean pasarla en la soledad y vivir su vida entre la oración, la meditación y el trabajo físico o intelectual. La Providencia parece favorecer mi proyecto y vea cómo:
Desde hace unos 20 años, deseaba adquirir la antigua Abadía Real de Tamié que pertenecía en otros tiempos a su Orden, fundada por S. Pedro, Arzobispo de Tarentaise, de quien poseen las reliquias. Usted tuvo, Rvdo. Padre, la bondad de darme una partecita que conservo como don precioso. Por fin en la primavera última he podido hacer la adquisición del antiguo y magnífico monasterio de tan gran historia. Está ahora casi todo reparado y hemos adquirido una parte de la antigua propiedad del convento, para poder tener un caballo y una docena de vacas; podemos también comprar a un precio razonable las demás tierras que dependían del convento, a medida que la Providencia nos envíe recursos. Tendremos entre otras cosas el estanque y los molinos, cuando queramos, por 4.000 frs.
El convento y la granja comprados valen más de 100.000 frs., pero todo nos ha salido por 32.000 frs.; cediéndolo por este precio han querido hacernos un don, en consideración al bien que resultará para la región, al devolver el edificio a la oración.
Vengo ahora, Rvdo. Padre, a hacer una llamada a su celo y a su eminente caridad e incomparable bondad, pidiéndole uno o dos de sus santos religiosos sacerdotes, ya sea para ser capellanes en su antiguo convento de Tamié, ya sea para imprimir en nuestros Hermanos ese carácter eminentemente religioso de su monasterio, ya para hacer del establecimiento una especie de trapa mitigada, pues sólo así, los sujetos y los recursos llegarán; es el sentir de varios obispos y hombres eminentes del clero que alaban esta piadosa y útil institución. El Padre o los Padres que tengan la bondad de enviarme, necesarios para una obra de esta naturaleza, dispondrían poco a poco las cosas para que el establecimiento llegue a ser una Trapa, como la que usted dirige con tanto celo y éxito. Entonces me será más fácil llegar a ser trapense con algunos de nuestros Hermanos que sintiesen esa vocación. Así la cosa pasaría como inadvertida y sin ruido ante el mundo y en la Asociación de la Sagrada Familia. Por el hecho mismo estaríamos afiliados a ustedes, podría nombrar un Abad y todo les pertenecería de acuerdo al arreglo que haríamos juntos.
- El Hno. Gabriel consideraba que las visitas a las comunidades para ver sobre el terreno como era la vida de los Hermanos representaba una parte muy importante de sus funciones como Superior. Entre los aspectos de la vida de los Hermanos estaban las actividades a las que se dedicaban en las parroquias y en las escuelas. La circular anual era un buen medio para dar cuenta de esas visitas, marcar algunas orientaciones y motivaciones, y al mismo tiempo dar avisos oportunos para todos.
CIRCULAR N°21 (2-7-1864)
Nuestra visita a las casas y la vigilancia de los alumnos.
Este año hemos tenido, queridos Hermanos, la satisfacción de visitar un cierto número de casas. En general, podemos afirmar que hemos encontrado las cosas tal y como deseábamos encontrarlas. Se lo hemos agradecido a Dios, especialmente, al ver que todos los Hermanos gozan de buena salud y trabajan con mucho interés; también al ver la acogida afectuosa que nos han dispensado tanto ellos como sus dignísimos Párrocos. Por lo observado durante esta visita, tenemos que daros, queridos Hermanos, algunos avisos importantes sobre la enseñanza y los alumnos. Como nos resulta imposible hacerlo todo en esta carta, nos limitamos a lo siguiente:
Vigilad a vuestros alumnos, como maestros religiosos que sois, para arrancar de ellos el mal, en cuanto aparezca; para apartar los peligros en cuanto empiece a constituir una amenaza; para ayudarles a que practiquen la virtud y eviten los defectos propios de su edad; vigilad la oración, la puntual asistencia a la escuela y a la catequesis, a los oficios, a los sacramentos; vigilad para que se dé un comportamiento correcto en la iglesia; vigilad para alejarlos de las malas compañías, las conversaciones peligrosas, los modales groseros, las acciones escandalosas, los libros y folletos que pueden pervertir sus costumbres o hacerles perder la fe; vigilad siempre, si es posible, inventando mil trucos para no perder de vista a los alumnos. La policía tiene sus agentes e informadores, ¿por qué no podéis tener también vosotros, además de los vigilantes de clase, que deben ser prudentes y piadosos, personas discretas que ejerzan la vigilancia de los alumnos y os informen sobre su comportamiento? Sin duda alguna corresponde a los padres, antes que a nadie, esta vigilancia; pero ya sabemos que, desgraciadamente, la mayor parte de los padres y madres adoran a sus hijos y difícilmente admiten sus fallos, cuando se les avisa. Finalmente conviene que vuestros alumnos aprendan por propia experiencia que vosotros los veis siempre, ya estéis presentes o ausentes; no conviene que sepan de donde vienen los informes comunicados por otras personas. Los muchachos que no se sienten vigilados, en general ni son formales ni practican la virtud; en consecuencia, podéis llegar a tener vosotros, queridos Hermanos, más de un problema en las clases, si no ejercéis sobre vuestros alumnos una vigilancia que, en nuestra opinión, tenemos que recomendaros para mayor gloria de Dios y bien de los alumnos de vuestras escuelas.
Hemos tenido también la satisfacción de visitar algunos de nuestros Hermanos que desempeñan la hermosa y digna tarea de trabajar en las parroquias y escuelas de canto, tanto en París como en otras grandes ciudades. Hemos quedado muy contentos de los estupendos informes que sobre ellos nos han dado los Sres. Párrocos y otros eclesiásticos de los lugares donde trabajan estos buenos y ejemplares Hermanos. A pesar de las penas que experimentan en sus ocupaciones, que, con frecuencia, resultan penosas, están muy contentos. Los admiran también al ver que consagran con fe su juventud y su vida al cuidado de los altares. Esto hace que recibamos muchas peticiones de Hermanos sacristanes. “Dichosos, ¡Oh Señor!, dice el profeta los que viven en tu casa; ellos te alabarán por toda la eternidad”. Y añade: “Señor, he amado la hermosura de tu casa; que no se pierda mi alma con los impíos”.
- “Que sea tu obra y no la mía”, es la expresión clave para entender la actividad apostólica del Hno. Gabriel y de su Instituto. Las actividades de la misión son ante todo fruto de la gracia y dinamismo del Espíritu Santo que lleva a los discípulos de Jesús a asumir el plan que el Padre le ha confiado y que se realiza a través del tiempo. El Hno. Gabriel empleaba muchas veces esa expresión contenida en la llamada “Oración por el Instituto” y la recoge también en su Testamento Espiritual.
TESTAMENTO ESPIRITUAL DE GABRIEL TABORIN, Superior General y Fundador de la piadosa Asociación de los Hermanos de la Sagrada Familia, y sus últimos avisos a la Comunidad.
Puedo testimoniar con un profundo sentimiento de agradecimiento que he tenido la satisfacción de ser hijo de unos padres cristianos, los cuales me criaron siguiendo los principios de la Religión. Se lo agradezco de todo corazón y pido a Dios que los recompense por ello en el cielo, donde tengo la dulce y consoladora esperanza que se encuentran y donde espero ir a acompañarlos, como también a los Hermanos de la Sagrada Familia que me han precedido en la tumba y en el juicio de Dios.
Declaro que desde mi adolescencia sentí una inclinación muy especial hacia la vida religiosa. Mi única aspiración era que llegara el momento en el que tendría la oportunidad de consagrarme a Dios en ese estado. Una vez religioso, yo hubiera debido ser ciertamente el último en una comunidad, dada mi indignidad, mis pocos talentos y mi escasa ciencia. Nunca pude imaginar que la divina Providencia, en la que siempre he tenido la mayor confianza y que siempre me ha ayudado de manera palpable, hubiera elegido un instrumento tan débil para fundar una Congregación religiosa, que el Soberano Pontífice se ha dignado aprobar, y para conducirla, con la ayuda de Dios, a la situación en que hoy se encuentra. Toda la gloria pertenece a ese Dios de bondad a quien agradezco humildemente por haberme confiado una tal misión. Es verdad que me dio una poderosa ayuda en la persona del ilustre y venerable obispo de Belley, Mons. Devie, de gloriosa y santa memoria, que ha sido nuestro padre según Dios y cuyos sabios consejos fueron para mí como mensajes inspirados.
Declaro también que desde mi niñez hasta hoy, el Señor se ha dignado colmarme de innumerables favores. Por desgracia, es posible que no haya correspondido siempre a ellos; me humillo profundamente ante él y le pido sinceramente perdón, rogándole que considere más mi debilidad que mi malicia. Si me fuera dado vivir todavía algún tiempo después de escribir estas líneas, le suplico que continúe dándome hasta el último suspiro las gracias que siempre me ha dispensado, tanto en el orden espiritual como material. Prometo, desde lo más profundo de mi corazón, ser menos indigno de ellas que hasta ahora: ése es mi mayor y mi más sincero propósito.
Agradezco mucho a todos aquellos de quienes soy Padre y Superior en religión, por la paciencia y benevolencia con que han soportado mis defectos y por haberme mantenido tanto tiempo como Superior. Les pido, como también a todos los que me han conocido y con quienes he vivido, que perdonen las faltas que hayan notado en mí.
Creo haber tenido siempre intenciones rectas y puras en mis proyectos y en mi comportamiento; pero si algo hubiera existido de defectuoso a los ojos de Dios en este aspecto, les ruego que me perdonen.
—————-
Señor todopoderoso, Dios de Israel, escucha la oración que te dirijo y que deseo dirigirte eternamente por la querida Congregación que me has confiado y que yo pongo ahora entre tus manos. Haz que sea tu obra y no la mía; protégela, cuida de ella en todos los tiempos y en todos los lugares; no la abandones al poder de los enemigos; socórrela continuamente en sus necesidades y haz que bajo tu mano protectora procure tu gloria. Muéstrate propicio, Dios mío, con todos los Hermanos y Novicios de esta querida Sociedad; derrama sobre cada uno de ellos tus gracias abundantes; aumenta en ellos la fe, la esperanza y la caridad; inspíralos un vivo horror al pecado y un sincero arrepentimiento de cuantos hayan cometido, de los que yo pudiera ser la causa por mis malos ejemplos o por mi falta de vigilancia; haz que tengan en horror el vicio, que amen su vocación y sean fieles a ella, que viviendo así se santifiquen y trabajen por santificar a los demás; hazlos a todos felices en esta vida y en la otra. Ésta es la oración que te dirige, Dios mío, con el mayor ardor el más pobre de los religiosos y el más indigno de los Superiores. Escúchala, Señor, desde el alto trono de tu divina majestad y bendice a aquellos por quienes humildemente te la he dirigido. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Así sea.
Belley, en nuestra Casa Madre, 25 de agosto de 1864.
Hermano Gabriel, Superior General de los Hermanos de la Sagrada Familia.
87 Art. 37, p. 39.
88 La descripción del mobiliario y sobre todo del desarrollo de la clase de los pequeños, dividida en cuatro secciones (Cf. art. 31, p.33) demuestra cómo el método mutuo, combatido por la Iglesia, ha sido en realidad integrado por los Hermanos y puesto en servicio del método simultáneo.
89 Guide 1838, art. 38, p. 40.
90 Se trata del catecismo diocesano, el de Collot, de Bourges, de Couturier, de Constance, de los pueblos y del campo, los proyectos de instrucción familiar de Chambery, la explicación del catecismo de Ginebra usada por la Iglesia de Francia y otros buenos libros (Art. 52, p. 49).
91Art. 52, p. 49.
92 Art. 53, p. 51.
93 Carta a Mons. Devie, 01/11/1835, Lettres, vol. I, p. 17.
94 Art. 51, pp. 48-49.