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Historia del Instituto
La obra del Hno. Gabriel Taborin continúa…
Para decirlo con una expresión que le era familiar afirmaremos que su Instituto no era sólo “la obra de los hombres, sino la obra de Dios”. El veía su Instituto en continuo crecimiento: “Nuestra Congregación, queridos Hermanos, al igual que todas las cosas ha tenido un comienzo. Recordar aquí las dificultades de todo género que ha tenido que padecer en sus comienzos, desbordaría los límites que nos hemos trazado. Algún día la historia las contará para gloria del Autor de todo bien. Por nuestra parte nos limitamos a decir que nuestra Congregación es menos la obra de un hombre que la obra de Dios.
Cuando nació no era más que un grano de mostaza y estuvo muchas veces amenazado de ser ahogado, pero con las bendiciones del cielo y con la alta y benevolente protección del ilustre y santo obispo de Belley, Mons. Devie, de eterna memoria, este grano de mostaza ha crecido con tanta rapidez que es hoy ya un gran árbol.” (Nuevo Guía de los Hermanos Sagrada Familia, p. VI).
Las décadas del siglo XIX que siguieron la muerte del Fundador, vieron la continuidad y un desarrollo de los Hermanos de la Sagrada Familia en Francia. Bajo la dirección de Hno. Amadeo Depernex, discípulo y sucesor del Hno. Gabriel Taborin, las comunidades de los Hermanos ejercieron su acción en las escuelas, en las sacristías y en otras actividades.
En 1874 el Instituto obtuvo finalmente la aprobación del Gobierno francés.
En 1889, respondiendo a una invitación Cardenal Rampolla, el Instituto funda una primera comunidad de cuatro Hermanos en Montevideo (Uruguay): es el principio de la irradiación de la Congregación en América Latina que se extenderá bastante rápidamente a Argentina (1908) y más tarde a Brasil (1963). En el Nuevo Mundo, los Hermanos crearon un buen número de centros educativos como medio de promoción humana y de evangelización de los jóvenes en contextos culturales bastante diversificados y en condiciones a veces difíciles.
La persecución contra los religiosos en Francia causó una fuerte crisis en el Instituto pero ofreció también la ocasión de fundaciones en Túnez (1902) en Italia (1903) y en España (1909). Si la fundación africana fue entonces transitoria, los Hermanos se implantaron en Italia donde, inicialmente trasladaron la Administración general y la casa de formación, y donde inventaron los productos de la marca KARIO, comercializada aún hoy. Más tarde crearon escuelas y se insertaron en algunas parroquias al norte del país. Tienen también una fuerte actividad misionera en relación con los Hermanos de África.
En España es sobre todo la misión educativa y catequística del Instituto que los Hermanos han desarrollado. Tienen allí colegios muy apreciados por la formación tanto humana como cristiana de los niños y jóvenes.
En 1958, en respuesta a la encíclica Fidei Donum de Pío XII, comienza una nueva presencia de la Congregación en África por medio de la fusión con una joven congregación diocesana, los “Hermanos de la Sagrada Familia de de Ouagadougou” (Burkina Faso). Es la realización de un proyecto misionero hacia el que el Fundador se había orientado a partir de 1854 con el envío de algunos Hermanos a Estados Unidos, aunque entonces la iniciativa no tuvo éxito. En la actualidad los Hermanos africanos representan un grupo bastante importante que trabaja en una decena de escuelas de enseñanza general y técnica, en escuelas de catequistas y en centros de actividades sociales. Desde ese país ha ido a Costa de Marfil y se preparan para nuevos horizontes.
El impulso misionero, siempre presente en el Instituto, llevó en 1977, a los Hermanos de España a Ecuador, que cuenta ahora tres comunidades dedicadas a la enseñanza, en la Amazonia, y una casa de formación en Quito, la capital. En 1987 los Hermanos italianos se implantaron en México donde viven actualmente dos comunidades.
Y últimamente un nuevo impulso misionero ha llevado a los Hermanos a Filipinas (2000), donde hoy hay dos comunidades, India (2003), que cuenta hoy con 5 comunidades y más de 50 Hermanos, Colombia (2006), Benin (2007), Indonesia 2011, donde hay tres comunidades, Timor Oriental (2014) y Ghana (2016).
Después del Concilio Vaticano II, como las otras congregaciones religiosas, el Instituto de los Hermanos de la Sagrada Familia emprendió un extenso movimiento de renovación que comprende la vuelta a la inspiración evangélica de su forma de vida, tal como había sido concebida por el Hno. Gabriel Taborin, y que pone en primer plano la vida de familia de Jesús, María y José en Nazaret y la fraternidad cristiana en la vida diaria, con la adaptación de los aspectos personales y comunitarios a las condiciones del mundo de hoy.
La nueva redacción de las Constituciones, aprobada por Roma en 1986, reformuló, en términos actuales, las orientaciones fundamentales del Instituto, que se remontan al Hno. Gabriel y se actualizan periódicamente en un Proyecto de vida a todos los niveles. Teniendo en cuenta las características culturales, sociales y eclesiales de cada país, el Instituto orienta hoy sus actividades en la línea de la educación cristiana, de la catequesis y de la animación litúrgica.
Como muchas otras Congregaciones religiosas, experimenta hoy una fuerte reducción de personal en los países occidentales y se desarrolla en el tercer mundo. El hecho de compartir entre religiosos y laicos la misión y la espiritualidad del Instituto está produciendo formas variadas de colaboración y de corresponsabilidad. Entre estas realizaciones se pueden mencionar la A.I.S.F. (Asociación Internacional Sagrada Familia) que agrupa a los colegios de los que el Instituto tiene la autoridad de tutela o la titularidad y la asociación de laicos llamada “Fraternidades Nazarenas”.
La causa de canonización del Hno. Gabriel Taborin suscita desde hace años un movimiento de interés en torno a su persona. Cada vez más cristianos de varios países ven en él un testigo del Evangelio y alguien que puede acompañarlos y guiarlos hoy en su respuesta a la llamada universal a la santidad. Su condición de religioso laico, a la vez hombre de Iglesia y cercano a la gente, su actividad infatigable de animador de la comunidad cristiana, su invitación a todo cristiano a entrar en relación con la Sagrada Familia de Nazaret para vivir a diario la sencillez y la fraternidad evangélicos, hacen de él el portador de un don del Espíritu Santo, de un carisma, del que la Iglesia y el mundo necesitan siempre.
Para concluir, nada mejor que compartir el deseo del Hno. Gabriel: “Para nosotros es una satisfacción, queridos Hermanos, el ver que las ramas de este árbol tan querido se extienden por un gran número de diócesis y que bajo su sombra bienhechora vienen a cobijarse miles de niños. Ojalá crezca aún más para que pueda servir de cobijo a un mayor número de almas jóvenes a las que el viento de las pasiones amenaza con secarlas y quemarlas, incluso dentro del jardín de la Iglesia, donde les ha colocado la gracia del Bautismo. Sí, quiera Dios que se extienda más y más este árbol, objeto de nuestros desvelos; que arraigue profundamente en la piedad, la humildad, la pureza y la obediencia y que reciba continuamente el riego de las aguas vivificantes de la gracia. Igualmente deseamos que se mantenga inconmovible en medio de los embates de las pasiones y que resista a los enemigos que intentarán echarlo por tierra. Finalmente deseamos que sean sólo buenos los frutos que produzca. Estos han de ser también los deseos de todo buen Hermano de la Sagrada Familia.” (Nueva Guía de los Hermanos Sagrada Familia, p. VII).
Belley, diciembre de 2016
Hno. Teodoro Berzal