Premisa
Cuando nos preguntamos acerca de la dimensión misionera de nuestro carisma, tenemos que confrontarnos con la perspectiva del papa Francisco. Su visión de lo que es la misión es presentada en su texto programático: Evangelii gaudium. En este texto quiero presentar la visión del papa acerca de la misión, analizándolo desde cuatro puntos de vista.
◊ La estructura del texto que el mismo papa presenta utilizando la imagen del marco de un cuadro.
◊ El lenguaje misionero que él nos invita a asumir
◊ El contenido che estamos llamados a transmitir
◊ Un acercamiento misionero que devuelve carne tierna a la doctrina
Evangelii gaudium, marco apostólico de la iglesia.
Empecemos pues analizando la lógica que marca la estructura del texto. Para comprender su alcance tenemos que empezar tomando en cuenta las mismas palabras del papa Francisco. Esto es lo que dijo en un reciente encuentro con los Jesuitas y ha vuelto a afirmar a los Superiores mayores el 25 de noviembre 2016:
“Les recuerdo que la Evangelii gaudium es un marco. No es original, y acerca de esto quiero ser muy claro. La Evangelii nuntiandi se junta con el documento de Aparecida. Aunque haya llegado después de un Sínodo sobre la Evangelización, la fuerza de la Evangelii gaudium fue la de retomar los dos documentos citados y de refrescarlos para volver a ofrecerlos en un nuevo plato. La Evangelii gaudium es el marco apostólico de la iglesia de hoy”.
La expresión clave es ésta: La EG es el marco apostólico de la Iglesia de hoy. Por medio de una imagen, papa Francisco manifiesta sus intenciones: EG es un nuevo marco de referencia para la vida de la Iglesia, no un documento como los demás. Y añade: “Creo que la Evangelii gaudium tiene que ser estudiada por grupos de estudio de laicos, sacerdotes, en los seminarios, porque es el estilo evangelizador que cada Iglesia quiere tener. Hay que avanzar en este rumbo. No es algo definitivo, como si dijéramos: ya pasó, ahora es el turno de Laudato si’. Y después, ahora le toca a la Amoris laetitia…”.
Si EG es el marco, entonces podemos afirmar que Laudato si’ y Amoris Laetitia son las dos telas que el Papa ya ha pintado en el interior de este marco, dos enunciados del carácter misionero de la EG, en dos áreas cruciales para la vida de todos: la custodia de la creación y el cuidado de la familia. Estamos seguros de que la tercera tela, la de los jóvenes, quedará el mismo marco. Porque papa Francisco seguirá permaneciendo fiel a su marco.
Un marco tiene cuatro lados. Intentemos conservar esta imagen que nos ayuda a identificar los cuatro lados de este marco apostólico, es decir las coordenadas por medio de las cuales EG vuelve a escribir la visión del Evangelio, de la misión, de la iglesia y en última instancia, de Dios. Se trata de un marco que nos puede ayudar a vivir el evangelio y a comunicarlo hoy, en nuestra cultura, sin añorar o lamentar el pasado.
– El primer lado del marco, el izquierdo, que da origen a la EG, es la alegría. “La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría”.
Cabe señalar que tanto el marco (EG) como los dos cuadros (Laudato si’ y Amoris laetitia) empiezan de la alegría. Y esto resulta muy claro en AL:
“La alegría del amor que se vive en las familias es también el júbilo de la Iglesia. […] “el anuncio cristiano que se refiere a la familia es verdaderamente una buena noticia.” La evangelización tiene como fuente y finalidad la alegría de los que ya han sido alcanzados por la gracia del Evangelio. No estábamos acostumbrados a estos arranques. Por lo general, los documentos de la Iglesia comienzan presentando una lista de problemas, los límites de la cultura actual, con un largo elenco de “ismos” en los cuales la iglesia fue tentada de encerrarse. A este diagnóstico sigue la terapia, que la iglesia tiene a su alcance. EG y sus pinturas no empiezan por un diagnóstico, ni en seguida por una propuesta, sino por una constatación. Francisco dice que el anuncio arranca de la alegría por haber recibido el don del Evangelio y de la fe. El punto de soporte de la misión no son las actuales condiciones culturales, más o menos favorables al Evangelio, sino la belleza de lo que los creyentes han recibido por gracia. El anuncio y el testimonio de la fe no están determinados por la condición del terreno, como lo demuestra la aparente falta de conocimiento del sembrador de la parábola evangélica (Marcos 4: 3-9). Cada cultura es idónea para el Evangelio, con tal que la iglesia que lo anuncia manifieste una vida desbordante de alegría, porque ésta es la fuente de su testimonio (“por su atracción, no por su proselitismo”). De inmediato nos damos cuenta que aquí se descarta un acercamiento a la misión enfocado en un cambio de estrategias o modelos pastorales. El mal invisible de la iglesia no es su falta de estrategias pastorales, dice el texto, sino la tristeza engendrada por la falta de fe de la comunidad cristiana.
– El segundo lado del marco, el de la derecha (el que está frente a la alegría, como si fuera su eco), es la misión. Ésta está resumida en un lema que conocemos muy bien “la iglesia en salida.” El número 21 es explícito: “La alegría del Evangelio que llena la vida de la comunidad de los discípulos (marco izquierdo) es su alegría misionera (marco derecho).”
EG aclara, ya sea el objetivo de la misión, ya sea la condición que hay que activar. El objetivo es que el amor de Dios, su amistad y misericordia lleguen a todos, absolutamente a todos. Para eso existe la iglesia y no para poner obstáculos al amor de Dios. La Iglesia existe para evangelizar, decía el beato Pablo VI en la Evangelii nuntiandi. Sin embargo la condición indicada por EG es nueva y consiste en la “conversión”, en una perspectiva misionera no sólo del proyecto pastoral, sino también de todas las dimensiones de la Iglesia.
“Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la autopreservación. La reforma de estructuras, que exige la conversión pastoral, sólo puede entenderse en este sentido: procurar que todas ellas se vuelvan más misioneras; que la pastoral ordinaria, en todas sus instancias, sea más expansiva y abierta; que coloque a los agentes pastorales en constante actitud de salida y favorezca así la respuesta positiva de todos aquellos a quienes Jesús convoca a su amistad. (EG 27)
El vínculo entre la misión y la conversión es explícito y se debe considerar como un gradiente más, ya sea respecto a la perspectiva pastoral del Vaticano II, ya sea a la EN, que constituye, como hemos visto, una referencia directa a la EG. Esta relación utiliza una palabra que el Sínodo sobre la nueva evangelización no se había atrevido pronunciar: la renovación. La finalidad de la misión, su condición, es la renovación interior de las personas y de las instituciones.
Le renovación (el rinnovamento) de la evangelización (la necesidad que sea verdaderamente “nueva”) exige la conversión de los creyentes como individuos (santidad), tomando cuerpo como reforma de la imagen de la Iglesia, para que todas sus expresiones hablen del Evangelio, de manera que sus palabras sean visibles en su forma de vida y su forma de vivir resulte explícita en sus palabras. Y eso no es más que una consecuencia, para la Iglesia, del mismo estilo de Dios: que los “hechos y las palabras sean intrínsecamente conexos entre sí, de tal forma que las obras realizadas por Dios en la historia de la salvación manifiesten y confirmen la doctrina y los hechos significados por las palabras, y las palabras, por su parte, proclamen las obras y esclarezcan el misterio contenido en ellas. “(Dei Verbum, 2). Éste es un punto crucial del concepto de misión expresado por la EG.
– El tercer lado del marco, el que se encuentra en la base del cuadro, sobre el cual se apoya la misión, es la historia. La historia es el campo de la misión de la iglesia y el lugar en el cual ella no sólo actúa, sino escucha y discierne los signos del Verbo. Toda la EG está empapada por la convicción de sentirse arraigada en la historia, en la vida de las personas, en sus sufrimientos y esperanzas. Papa Francisco reubica la fe en este mundo, liberándola de la manera de entender la fe como algo privado, típico de la cultura europea. La raíz la encontramos en Aparecida (2007) y más atrás en las conferencias episcopales latinoamericanas de Medellín (1968) y Puebla (1979). “No se trata de escapar de la historia, ni tampoco de construir otra historia paralela, sino de aceptar con responsabilidad el tiempo presente, asumiendo todo el sufrimiento que en ella se manifiesta”. El contacto con la historia encierra la exigencia de la opción preferencial para los pobres.
Entre todos los pasajes que tratan este aspecto podemos leer el número 269 y 270.
Jesús mismo es el modelo de esta opción evangelizadora que nos introduce en el corazón del pueblo. Cautivados por ese modelo, deseamos integrarnos a fondo en la sociedad, compartimos la vida con todos, escuchamos sus inquietudes, colaboramos material y espiritualmente con ellos en sus necesidades, nos alegramos con los que están alegres, lloramos con los que lloran y nos comprometemos en la construcción de un mundo nuevo, codo a codo con los demás. Pero no por obligación, no como un peso que nos desgasta, sino como una opción personal que nos llena de alegría y nos otorga identidad. (EG 269)
A veces sentimos la tentación de ser cristianos manteniendo una prudente distancia de las llagas del Señor. Pero Jesús quiere que toquemos la miseria humana, que toquemos la carne sufriente de los demás. Espera que renunciemos a buscar esos cobertizos personales o comunitarios que nos permiten mantenernos a distancia del nudo de la tormenta humana, para que aceptemos de verdad entrar en contacto con la existencia concreta de los otros y conozcamos la fuerza de la ternura. Cuando lo hacemos, la vida siempre se nos complica maravillosamente y vivimos la intensa experiencia de ser pueblo, la experiencia de pertenecer a un pueblo. (EG 270)
EG toma distancia de todas las formas de intelectualismo y espiritualismo de la fe, que son dos maneras de alejarnos de la vida. Una fe que se confronta con la historia la sustrae a la esfera de lo privado, y de inmediato manifiesta su impacto en la sociedad y en la política.
– El cuarto lado del marco es el Espíritu Santo. Es el último capítulo de la EG. El texto se basa sobre una bella inclusión: empieza con la alegría y termina recordando que la misión es una acción misteriosa del Espíritu y que el anuncio por parte de la comunidad eclesial es un servicio de mediación a la tarea de Él, es un servicio (diaconía) al Espíritu Santo. Al principio tenemos el gozoso descubrimiento del regalo, al final la gratuidad por compartirlo, conscientes de que si este don es acogido no depende de nosotros, sino del Espíritu Santo. Al centro tenemos la conversión misionera que pide a la iglesia salir de sí misma (extrovertida, no autorreferencial y comprometida a no salvarse sólo a sí misma).
Esta inclusión sitúa la acción de la iglesia no en el espacio de la obligación, ni tampoco de la necesidad, sino de la gracia y la libertad.
2. El lenguaje “pastoral” de la EG
Después de analizar la estructura del texto, su armazón y la lógica que lo sostiene, tenemos otro indicio que nos ayuda a comprender el significado de la misión en EG: su lenguaje. Básicamente papa Francisco hace, desde el punto de vista lingüístico, lo que él pide que haga la iglesia: la conversión misionera. Afirma que toda dimensión de la iglesia está llamada a reformarse y sin decirlo, el propio papa muestra como renovar el lenguaje. ¡Y qué renovación! La renovación del lenguaje en EG marca un cambio significativo respecto al lenguaje magisterial anterior, inclusive el del Concilio. Este último utiliza un lenguaje inspirado por las Escrituras y los Padres de la iglesia (lo que le confiere un tono sapiencial y espiritual) quedando sin embargo fiel a los códigos dictados por la gramática eclesial, comprensible para los que están dentro de la iglesia, y tienen una cultura eclesiástica. El lenguaje de EG es marcadamente diferente, y con razón podemos definirlo “misionero” en un sentido fuerte. ¿Por qué?
♦ Es un lenguaje autoimplicante (yo), y esto nunca lo habíamos visto en un documento oficial. EG utiliza el yo y, en ningún momento, el redactor se exenta de lo que afirma (ver el caso de la reforma del modo de ejercer el ministerio petrino: “Dado que estoy llamado a vivir lo que pido a los demás, también debo pensar en una conversión del papado (N ° 32), no tiene miedo de hacer referencia a su experiencia personal (por ejemplo, de cuando estuvo en Buenos Aires, por ejemplo, EG 7, 49,76…).
♦ Se trata de un lenguaje basado en el diálogo acogedor, en el que cual siempre está presente el interlocutor (el tú), su vida real, su historia, sus sufrimientos, sus preocupaciones. Es un lenguaje que mira las cosas no desde el centro sino desde la periferia; ve las cosas desde la perspectiva de quienes las están viviendo y no sólo de la objetividad de lo que la iglesia tiene que anunciar.
♦ Es un lenguaje revelador, cuyo mensaje es presentado constantemente en su dimensión de “buena noticia”, y por eso vuelve a su esencialidad: lo esencial consiste en demostrar que cada dimensión de la fe involucra la misericordia de Dios hacia cada persona. El Evangelio es una buena noticia para tu vida, es una palabra de misericordia.
Hace falta razonar muy bien acerca de estas tres características del lenguaje de EG que son un buen indicador para comprender la concepción misionera de papa Francisco: lenguaje involucrador (la iglesia no se excluye de lo que dice); acogedor (la iglesia no deja a un lado la vida real de las personas en lo que dice y se deja acoger por esta vida); significativo en su contenido (la iglesia no se excluye, no deja afuera el rostro del Dios misericordioso en la formulación de lo que dice, no se conforma con transmitir una doctrina).Podemos identificar en este cambio de lenguaje la más llamativa “transgresión” de papa Francisco, no sólo en la EG (en la cual es evidentísima), sino también en todos sus discursos (su primera aparición, sus catequesis, homilías, entrevistas…). Se trata del cambio más desconcertante realizado por él, por ser el que más incide en la visión de la iglesia.
El acercamiento eclesial a la fe es verdaderamente misionero cuando salvaguarda la interdependencia entre estos tres agentes: el testigo, el destinatario y el rostro de Dios. Si se descarta uno de estos tres elementos, el acercamiento ya no es misionero.
El lenguaje, así entendido, es una cuestión decisiva para asumir la invitación de EG a la conversión misionera, así como lo afirma este texto, en un pasaje importante:
“Los enormes y veloces cambios culturales requieren que prestemos una constante atención para intentar expresar las verdades de siempre en un lenguaje que permita advertir su permanente novedad. Pues en el depósito de la doctrina cristiana «una cosa es la substancia […] y otra la manera de formular su expresión». A veces, escuchando un lenguaje completamente ortodoxo, lo que los fieles reciben, debido al lenguaje que ellos utilizan y comprenden, es algo que no responde al verdadero Evangelio de Jesucristo. Con la santa intención de comunicarles la verdad sobre Dios y sobre el ser humano, en algunas ocasiones les damos un falso dios o un ideal humano que no es verdaderamente cristiano. De ese modo, somos fieles a una formulación, pero no entregamos la substancia. Ése es el riesgo más grave. Recordemos que «la expresión de la verdad puede ser multiforme, y la renovación de las formas de expresión se hace necesaria para transmitir al hombre de hoy el mensaje evangélico en su inmutable significado” (EG 41).
3. El contenido del anuncio en la perspectiva misionera
Hemos llegado al tercer indicador: el contenido del anuncio.
La EG presenta también claridad acerca de los contenidos que nos corresponden anunciar en una perspectiva misionera. El papa lo afirma sobre la base de tres criterios: la esencia, la jerarquía de las cosas importantes a anunciar y la gradualidad.
– En primer lugar, el retorno a lo esencial, que es el kerigma. Francisco se expresó de esta manera:
“Hemos redescubierto que también en la catequesis tiene un rol fundamental el primer anuncio o «kerygma», que debe ocupar el centro de la actividad evangelizadora y de todo intento de renovación eclesial… En la boca del catequista vuelve a resonar siempre el primer anuncio: «Jesucristo te ama, dio su vida para salvarte, y ahora está vivo a tu lado cada día, para iluminarte, fortalecerte, liberarte”. [n.164]
En un contexto misionero, hay que volver al fundamento de la fe, que no es la doctrina, sino un evento atestiguado por el Kerigma (para usar una expresión de Juan Pablo II: no se trata de totalidad en sentido extensivo, sino de totalidad intensiva).
“Una pastoral en clave misionera no se obsesiona por la transmisión desarticulada de una multitud de doctrinas que se intenta imponer a fuerza de insistencia. Cuando se asume un objetivo pastoral y un estilo misionero, que realmente llegue a todos sin excepciones ni exclusiones, el anuncio se concentra en lo esencial, que es lo más bello, lo más grande, lo más atractivo y al mismo tiempo lo más necesario. La propuesta se simplifica, sin perder por ello profundidad y verdad, y así se vuelve más contundente y radiante. [EG n. 35]
El segundo criterio es el de la “jerarquía de verdades“. EG invita a poner todos los puntos “secundarios” (o “complementarios”) en estrecha conexión con el corazón del Evangelio, con lo esencial, el kerigma (EG 34-39). Viene indicado en orden de prioridad: el anuncio del amor de Dios precede la exigencia moral; la alegría del don precede el compromiso de la respuesta; la escucha y el hacerse prójimo precede la Palabra y la propuesta.
“La centralidad del kerygma demanda ciertas características del anuncio que hoy son necesarias en todas partes: expresar el amor salvífico de Dios previo a la obligación moral y religiosa, no imponer la verdad y apelar a la libertad; poseer unas notas de alegría, estímulo, vitalidad, y una integralidad armoniosa que no reduzca la predicación a unas pocas doctrinas, a veces más filosóficas que evangélicas. Esto exige al evangelizador ciertas actitudes que ayudan a acoger mejor el anuncio: cercanía, apertura al diálogo, paciencia, acogida cordial que no condena. [EG n. 165]
– El tercer criterio es el de la gradualidad. Éste consiste en reconocer las “posibles etapas de crecimiento de las personas que se van construyendo día a día” y eso “sin disminuir el valor del ideal evangélico” (EG n. 44). Este criterio corresponde a uno de los cuatro principios de EG: el tiempo es superior que el espacio.
“Darle prioridad al tiempo es ocuparse de iniciar procesos más que de poseer espacios” [EG n. 223]. “Este criterio también es muy propio de la evangelización, que requiere tener presente el horizonte, asumir los procesos posibles y el camino largo. [EG n. 225].
La fuerza de este tercer criterio, AL lo aplica con todas sus consecuencias, llegando a afirmar: “un pequeño paso, en medio de grandes límites humanos, puede ser más agradable a Dios que la vida exteriormente correcta de quien transcurre sus días sin enfrentar importantes dificultades”(AL n. 305).
4. Un acercamiento misionero que devuelve carne tierna a la doctrina
Después de esta mirada a la estructura de EG, a su lenguaje y acerca de cómo interviene en la reformulación de los contenidos, ahora estamos capacitados para entender cómo el enfoque misionero incide en la comprensión de la fe cristiana.
En un discurso a los obispos italianos, papa Francisco habló de esta manera:
“La doctrina cristiana no es un sistema cerrado incapaz de expresar preguntas, dudas, inquietudes, sino que está viva, sabe inquietar y sabe animar. No tiene un rostro rígido, cuenta con un cuerpo que se mueve y se desarrolla, tiene carne tierna: la doctrina cristiana se llama Jesucristo “(Discurso de papa Francisco al Convenio Eclesial Nacional de Florencia, 11/10/2015).
Juntando dogma e historia, contenido y forma, Kerigma y lenguaje papa Francisco supera una dicotomía posible entre el depósito de la fe y la forma verbal, entre la forma relacional e institucional que toma y, con el criterio de la “misión”, ofrece a la iglesia y al mundo una imagen de la fe que es gracia en humanidad. Él ya no separa lo que Dios, en su Hijo encarnado, ha unido definitivamente.
Podemos recordar las palabras que el papa Juan XXIII escribió como conclusión de su Diario de un alma, su libro de pensamientos espirituales: “No es el Evangelio que cambia, somos nosotros que empezamos a entenderlo mejor.”
EG no es otro evangelio, sino seguramente una comprensión diferente de él, es la prueba que él queda siempre lo mismo, pero nosotros aprendemos a entenderlo mejor cuando no estamos fuera de la historia. Éste es precisamente lo “novedoso” de EG, su nuevo marco.
Conclusión
Quiero concluir con un pasaje muy bello de EG que, para mí, resume la forma con la cual papa Francisco nos invita a ser testigos.
“El entusiasmo evangelizador se fundamenta en esta convicción. Tenemos un tesoro de vida y de amor que es lo que no puede engañar, el mensaje que no manipula ni decepciona. Es una respuesta que cae en lo más hondo del ser humano y que lo puede sostener y elevar. Es la verdad que no pasa de moda porque es capaz de penetrar allí donde nada más puede llegar… no es lo mismo poder escucharlo que ignorar su Palabra, no es lo mismo poder contemplarlo, adorarlo, descansar en Él, que no poder hacerlo. No es lo mismo tratar de construir el mundo con su Evangelio que hacerlo sólo con la propia razón. Sabemos bien que la vida con Él se vuelve mucho más plena y que con Él es más fácil encontrarle un sentido a todo. Por eso evangelizamos [EG nn. 265- 266]
Este texto no pone el anuncio y la misión en el espacio de la obligación y de la necesidad, sino en el espacio de la gracia, la gratitud, la generosidad. Todo esto nos libera de la preocupación por los resultados, porque sabemos que el Espíritu sabe cómo abrir un camino en el corazón de las personas. Sólo tenemos que concentrarnos en la alegría por lo que nos fue donado, en una alegría contagiosa que sólo nos queda que comunicar a los demás.
Hermano Enzo Biemmi