Dentro del marco de la Evangelii Gaudium

Es importante una premisa. AL (Amoris Laetitia) no es el documento más importante del papa Francisco, pero es sin duda el más sensible. Es el documento que cambió la perspectiva de la Iglesia es Evangelii Gaudium. El teólogo Christoph Theobald, jesuita, dice que con EG estamos frente a una propuesta de nueva redacción del Vaticano II. Este autor afirma que papa Francisco, respecto a sus predecesores, ha asimilado plenamente el Concilio y al mismo tiempo parece sentirse más libre porque siente la necesidad de volver a trazar algunas líneas de fondo para el entorno actual que ha cambiado profundamente. AL es un esbozo, una nueva redacción, en espera de un nuevo concilio.
Sin embargo, es cierto que AL es el más sensible de los documentos del papa Francisco; es el que ha despertado más entusiasmos y más oposiciones, precisamente porque aplica con gran coherencia la visión de fe, de iglesia y de evangelio, propia de EG, acerca de una realidad concreta y muy delicada como lo es la familia. Aplica, como hemos visto, el “marco” de EG. Por consecuencia lo que en EG podría parecer intrascendente, ahora se vuelve evidente y pone al descubierto mentalidades, visiones, rigideces y temores.

Podemos decir que AL es la tela que pone de relieve la importancia del marco. El marco destaca la belleza del cuadro. Aquí es el cuadro (la tela) que pone de realce la importancia determinante del marco, es decir, la visión de fondo que tenemos. Y es esta visión de fondo que AL nos invita a cambiar.

  1. Los principios de EG aplicados al tema de la familia

Este cambio de enfoque se realiza dando una nueva definición de la finalidad última de la misión de la iglesia y asumiendo dos principios guía para el acompañamiento de las personas. La finalidad última de la misión de la iglesia es “pastoral”, entendiendo con esta expresión que toda la acción de la Iglesia debe ser organizada como una mediación a la acción del Espíritu. Los dos principios rectores en esta perspectiva pastoral, aplicada a la familia, son los siguientes: la realidad es más importante que la idea y el tiempo es superior al espacio.

  • En primer lugar, la pastoral es la finalidad de la misión de la iglesia. La pastoralidad puede ser entendida de esta manera: actuar de manera que a todos, verdaderamente a todo el mundo, le llegue el amor de Dios y su misericordia.  El camino concreto de esta diaconía avanza permaneciendo fiel a dos principios guía.b) El principio que “la realidad es superior a la idea”El segundo capítulo de AL, luego de un capítulo bíblico que presenta a familias muy humanas y concretas, está completamente dedicado a considerar “la realidad de la familia hoy en toda su complejidad, en sus luces y sombras ” (N ° 32), preocupado por “mantener los pies en la tierra” (Nº 6). Además se afirma que «la analogía entre la pareja marido-mujer y Cristo-Iglesia» es una «analogía imperfecta»” (Nº 73). Esta aclaración, a nosotros acostumbrados a presentar esta analogía como modelo de familia de la comunión trinitaria, es muy liberadora. Se asevera que es una forma de decir, una analogía, y además que es imperfecta. Con este enfoque papa Francisco no duda expresar su mea culpa por la idealización que, en nombre de la idea, hemos manejado respecto a la realidad: “No podemos tener una idea estática del amor, de la pareja, de la sexualidad, de la familia; no nos corresponde clasificar, sino acompañar. Tenemos que empezar de la realidad, comparándola con el Evangelio e integrándola con la antropología cristiana. La combinación de estos dos elementos da la forma y el estilo para una pastoral renovada. Es un impulso que entrega en nuestras manos la tarea de acompañar, discernir, integrar “(Erio Castellucci).c) El segundo principio es que “el tiempo es superior al espacio”Procedemos de una impostación pastoral ilusoria y etiquetadora. Es la superación de una visión de la realidad al estilo ajedrez: blanco y negro, una visión que intenta colocar las diferentes situaciones dentro un patrón: regular – irregular, verdadero – falso, bueno – malo. Éste es un patrón tranquilizador, ya que el que maneja estas clasificaciones se siente protegido, lo hace respaldado por la doctrina. Éste es el cambio fundamental que estamos impulsados a realizar. No es una invención del papa Francisco, pero él lo considera un punto discriminante en nuestra pastoral, uno de sus principales impulsos. No se trata de clasificar, sino de acompañar (a partir del punto en que una persona se encuentra) hacia un camino, hacia una meta que, concretamente, en su situación, esa persona o esa familia puede lograr. Esto resulta ser mucho más difícil, porque si clasificar es una operación mental, acompañar es una acción psicofísica, afectiva y profundamente espiritual: es una iniciativa Evangélica. Se nos pide detenernos en el umbral del corazón de las personas, quitando esas etiquetas que sabemos pegar tan fácilmente Activar procesos, más que dominar espacios, significa pasar de clasificaciones estáticas a caminos abiertos. En esto consiste el segundo principio de acompañamiento pastoral de las familias.3. Superación de una perspectiva objetiva (consecuencia de los dos principios)La perspectiva pastoral de EG y sus dos principios conducen AL a abandonar el acercamiento deductivo para pasar a situaciones concretas acerca del amor y la familia, ya sea para situaciones normales, ya sea para situaciones llamadas “irregulares”. El acercamiento deductivo consiste en destacar el valor global (“no negociable”, como acostumbramos definir) transformándolo en una ley de conducta válida para todos y clasificando las consecuencias legales en casos de incumplimiento de situaciones individuales: valor, norma, aplicación de la regla, consecuencias de la no aplicación de la norma y soluciones posibles. El caso del amor que se lleva entre convivientes, casados por el civil, entre personas vinculadas por un segundo matrimonio después de un divorcio, es evidente. La postura deductiva recuerda que para el bautizados sólo el sacramento del matrimonio responde al plan de Dios y legitima moralmente los actos matrimoniales, que un segundo matrimonio está en contra de la voluntad de Dios y es una situación que desde el punto de vista legal se considera “un crimen permanente “y por lo tanto impide el acceso a dos sacramentos fundamentales (confesión y la comunión) y el ejercicio de los ministerios en la comunidad de la Iglesia (lectores, catequistas, padrinos, profesores de religión …), con todas la serie de casos que siguen . El abandono de esta perspectiva, señalado en varias ocasiones, está expresado tanto en forma positiva que negativa.a) En forma positiva:      “Es mezquino detenerse sólo a considerar si el obrar de una persona responde o no a una ley o norma general, porque eso no basta para discernir y asegurar una plena fidelidad a Dios en la existencia concreta de un ser humano. Ruego encarecidamente que recordemos siempre algo que enseña santo Tomás de Aquino, y que aprendamos a incorporarlo en el discernimiento pastoral: «Aunque tengamos necesidad de los principios generales, cuanto más se afrontan las cosas particulares, tanta más indeterminación hay […] Estas declaraciones quieren decir que es posible que alguien esté “en un estado de gracia” a pesar que se encuentre en una situación considerada, desde un punto de vista objetivo, de “pecado”.- El abandono de una visión deductiva/objetiva es innegable, pero ¿con qué la vamos a sustituir en la perspectiva pastoral de AL? No ciertamente con una visión inductiva-sugetiva? El rechazo de esta elección es igualmente claro y se repite en varios pasajes: “aquello que forma parte de un discernimiento práctico ante una situación particular no puede ser elevado a categoría de norma ” (EN 304). No son las situaciones concretas a convertirse en principios y tampoco se aceptan las situaciones así como son, justificándolas con el argumento de la fragilidad humana, argumento de por sí muy seductor para la cultura actual, caracterizada por un marcado narcisismo. La misericordia no se aplica como condescendencia a la fragilidad y como un borrón y cuenta nueva a la vida pasada. La misericordia pide buscar la verdad en sus recorridos personales y, cuando se dan las condiciones, hay que comenzar el trabajo penitencial de conversión (Cfr. AL 78).- No podemos pasar de lo deductivo a lo inductivo, sino que lleguemos al “discernimiento” a partir de ambas visiones La palabra discernimiento aparece 35 veces y 10 veces el verbo discernir, términos utilizados cada vez que se trata de indicar el camino pastoral a seguir y realzar la acción pastoral de la iglesia.Tenemos que reconocer que para papa Francisco, jesuita, éste es su “habitus” (mentalidad…), mientras que para nosotros, acostumbrados al blanco o al negro, esto nos resulta algo complicado.4. El discernimiento como criterio del acompañamiento pastoral. Me parece que en la aplicación del discernimiento pastoral, AL propone cuatro pasos
  • Precisamente el discernimiento llega a ser el criterio que guía la pastoral de acompañamiento a las familias. Intentemos, por brevedad de tiempo y como si fuera una encuesta, tomar en cuenta cómo el proceso de discernimiento realiza el “cuidado pastoral” (LA 78), en relación a los cristianos que “participan a la vida de la Iglesia, de manera imperfecta, es decir: respecto a los que conviven, a los que se casaron sólo por el civil o a los divorciados vueltos a casar. ” El punto de referencia de este discernimiento es “la perspectiva de la pedagogía divina” (LA 78)
  • Pasar por lo deductivo y de lo inductivo al proceso de discernimiento, es mucho más comprometedor para la pastoral y también para la interpretación de la doctrina
  • b). En el negativo:
  • “La Iglesia posee una sólida reflexión acerca de los condicionamientos y circunstancias atenuantes. Por eso, ya no es posible decir que todos los que se encuentran en alguna situación así llamada «irregular» viven en una situación de pecado mortal, privados de la gracia santificante “(AL 301)
  • Esto evidencia cómo el refugiarse en el mundo de los principios, sin permitirles interactuar con la realidad, no sólo los hace abstractos, sino que pone de manifiesto la brecha entre el valor y la capacidad humana de sacar inspiración de él y en lugar de estimularnos al bien, nos paraliza.
  • “Otras veces, hemos presentado un ideal teológico del matrimonio demasiado abstracto, casi artificiosamente construido, lejano de la situación concreta y de las posibilidades efectivas de las familias reales. Esta idealización excesiva, sobre todo cuando no hemos despertado la confianza en la gracia, no ha hecho que el matrimonio sea más deseable y atractivo, sino todo lo contrario.”(AL 36).
  • Esta visión plantea la acción de la iglesia como una diaconía, un servicio a la acción del Espíritu. La iglesia es la mediación, para que la gracia de Dios pueda actuar en todos, sin importar dónde se encuentren. La acción de la iglesia, como la mediación del Espíritu, se va desarrollando según la lógica del sembrador (Mc 4.3 -9), aceptando que dé fruto según las posibilidades de cada uno. Esto significa que la iglesia actúa de tal manera que, en cada familia, inclusive en la más problemática, pueda ser oída y vivida la buena noticia del Evangelio. En otras palabras, no se trata de ser inspectores de la gracia, sino sus facilitadores. La acción de la iglesia es un servicio (diaconía) al Espíritu Santo.
  • La tarea de la Iglesia, la única, y por consecuencia, el significado de todo el acompañamiento pastoral es la de favorecer la respuesta positiva de todos aquellos a quienes Jesús brinda su amistad. (EG 27)
  • El primero consiste en mirar la situación por lo que es, desde el interior de la propia condición (desde la periferia al centro), suspendiendo cualquier juicio. De esta manera podemos constatar que “la elección del matrimonio civil o, en algunos casos, la mera convivencia, en muchos casos no es motivada por el prejuicio o la resistencia contra la unión sacramental, sino por situaciones culturales o contingentes”, como son las laborales o económicas. (AL 294; CFR 40), o por la influencia de la cultura actual. Para los separados y divorciados recordemos que la separación a veces puede llegar a ser moralmente necesaria (241); que los divorciados que se han vuelto a casar pueden encontrarse en situaciones muy diferentes, que no pueden ser catalogadas o encerradas en afirmaciones demasiado rígidas “(EN 298). En esta primera etapa del discernimiento, aprendamos a distinguir. Por ejemplo, se comenta, una cosa es una segunda unión consolidada en el tiempo (298); otra cosa es la situación de alguien que rompió repetidamente sus compromisos familiares (298). “Los Padres sinodales han expresado que el discernimiento de los pastores siempre debe hacerse “distinguiendo adecuadamente”, con una mirada que «discierna bien las situaciones. Sabemos que no existen «recetas sencillas” (298).
  • El segundo paso del discernimiento es muy fino y tiene un sabor claramente ignaciano. Retoma lo que dijo San Ignacio: saber encontrar a Dios en todas las cosas. Este ojo del discernimiento es decisivo. Es la capacidad de ver en todas las situaciones de amor, incluso en la menos regular, la presencia de los signos del Verbo (77), la presencia de la gracia de Dios que actúa también en la vida de estas personas (291). Esto nos lleva a poner de relieve los elementos positivos sobre los cuales nos podemos apoyar, y que podemos utilizar como palanca para conducir a una mayor apertura al Evangelio del matrimonio en su plenitud (293). En otras palabras, se trata de aliarnos con los signos de amor que de alguna manera reflejan el amor de Dios, incluso en las situaciones más imperfectas (294).                                                                                     Esta primera mirada permite que también la segunda tenga la misma claridad: precisamente porque vemos el bien, podemos tener la libertad para denunciar lo que no es bueno, lo que en el amor humano engaña y deshumaniza, lo que no es fruto del Espíritu. Encontramos esta misma lógica en EG: después del gran sí hacia el hombre, que es el anuncio del Evangelio de la alegría (Capítulo 1), papa Francisco pronuncia con gran fuerza los famosos 8 noes de EG, que no son “en contra” de la gente, sino todos a favor del sí de Dios al hombre (capítulo 2). En AL, por ejemplo, se afirma que ” debe quedar claro que éste no es el ideal que el Evangelio propone para el matrimonio y la familia” (EN 298), refiriéndose con esto a ciertos divorcios y segundos matrimonios. No se tiene miedo en llamar a las cosas por el nombre de “fragilidad e imperfección” (296). Queda clara la denuncia de ideologías y condicionamientos culturales (201) típicos del narcisismo de la cultura de lo provisorio (AL 39 particularmente eficaz y verdadero).
  • El tercer paso del proceso de discernimiento en las situaciones concretas consiste en acompañar a la persona desde el punto en que se encuentra, e ir profundizando gradualmente las exigencias del Evangelio (38), intentando lograr el bien posible en esa situación. Este camino requiere dos momentos. El primero es ayudar a las personas para que tomen conciencia de su situación ante Dios y hagan la verdad en sí mismas (300). El segundo consiste en “alimentar la semilla del Verbo” (76). Para realizarlo, como hemos dicho antes, se trata de valorar los elementos constructivos que en aquella situación no corresponden todavía o han dejado de corresponder a las enseñanzas de la Iglesia acerca del matrimonio (292). Sobre este punto es muy significativo el siguiente paso: “El discernimiento debe ayudar a encontrar los posibles caminos de respuesta a Dios y de crecimiento en medio de los límites. Por creer que todo es blanco o todo es negro a veces cerramos el camino de la gracia y del crecimiento, y desalentamos caminos de santificación que dan gloria a Dios. Recordemos que «un pequeño paso, en medio de grandes límites humanos, puede ser más agradable a Dios que la vida exteriormente correcta de quien transcurre sus días sin enfrentar importantes dificultades” (305).
  • El último paso, especificado con el verbo integrar, indica que el objetivo final del discernimiento es lograr que las personas involucradas, participen en la vida de la comunidad eclesial.                                                                                                   No son excomulgados y forman parte de la comunión eclesial, dice el nº 243. “Ellos deben estar más integrados en las comunidades cristianas de diferentes maneras… Son bautizados, son hermanos y hermanas.” “Se debe ayudar a cada uno a encontrar su propia manera de participar en la comunidad eclesial” (297). La fina sensibilidad de esta integración consiste en reconocer que ” el Espíritu Santo derrama en ellos dones y carismas para el bien de todos” (299). Esto quiere decir que las parejas que conviven, que están casadas por el civil, separadas, divorciadas y que se han vuelto a casar, traen dones y carismas para el bien de todos. Está claro que la perspectiva de la Exhortación Apostólica Familiaris Consortio, que había declarado que no son excomulgados, y que forman parte de la Iglesia (afirmación que se diferencia de las declaraciones anteriores) es asumida realmente y realizada en todas sus consecuencias. Así pues, el proceso del discernimiento tiene como objetivo acompañar a las personas, iluminar su conciencia para que puedan vivir la gracia de Dios en su condición, en la medida de su capacidad, es decir, del bien posible. De esta manera la Iglesia hace lo que desde siempre ha dicho su tradición: devuelve la autoridad final a la conciencia de los creyentes, no se sustituye a ella sino que la acompaña para iluminarla. La Iglesia se siente llamada a “dejar espacio a la conciencia de los fieles, que muchas veces responden lo mejor posible al Evangelio en medio de sus límites y pueden desarrollar su propio discernimiento ante situaciones donde se rompen todos los esquemas. Estamos llamados a formar las conciencias, no a pretender sustituirlas. (AL 37)5. El bien posibleEste proceso de discernimiento pone en evidencia el objetivo pastoral más importante: promover “el bien posible.” “Estamos llamados a pasar de una pastoral de la perfección a una pastoral de conversión: en la cual el objetivo, la doctrina, sigue siendo la misma, pero en ella se destaca la necesidad de acompañar hacia la meta y no sentarnos al punto de llegada para señalar la posición de los que están caminando en la calle”.
  • Un estilo Nazareno: acompañar a las familias “como unos hermanos”
  • La delicadeza de AL consiste en haber transformado el principio del “mal menor” en el del “bien posible.” La primera perspectiva tiende a limitar los daños ( y evitar el mal) y por lo tanto los limita haciéndote recordar tus limitaciones y pecados. La segunda te hace ver el bien que ya vives y el que te está delante. Esta perspectiva te pone alas invitándote a caminar hacia un bien cada vez mayor hacia el bien posible históricamente para ti, según la gracia de Dios. La primera perspectiva aspira, la segunda inspira.
  • En una carta pastoral a su iglesia, Mons. Castellucci obispo de Modena (Italia) escribe:
  • «Sin disminuir el valor del ideal evangélico, hay que acompañar con misericordia y paciencia las etapas posibles de crecimiento de las personas que se van construyendo día a día», dando lugar a «la misericordia del Señor que nos estimula a hacer el bien posible» (AL 308)
  • La inclusión es pues la finalidad de todo el proceso del discernimiento pastoral (299). Esta integración, como sabemos, vale también para los sacramentos (n ° 300, 336), siempre respetando la lógica de los 4 pasos del discernimiento.
  • AL es una invitación a toda la comunidad cristiana, sin embargo podemos leerlo con ojos nazarenos y llenarnos de alegría al darnos cuenta de las bellas coincidencias con nuestro carisma y su estilo, el estilo nazareno. Acompañar a las as familias con estilo Nazareno (podríamos decir “como unos hermanos”) significa ayudarlas a conectarse con el misterio de Nazaret, el misterio de esta familia concreta en la cual el Hijo de Dios se hizo nuestro hijo. Dios se ha hecho cada vez más humano en una familia humana, al igual que cada uno de nosotros (Y Jesús crecía en sabiduría, en estatura y en gracia delante de Dios y de los hombres – Lc 2, 52). La familia de Nazaret, sin embargo, debe ser presentada a las familias primeramente no como un modelo moral, sino como una buena noticia para cada familia y por toda relación humana. Hay dos textos particularmente significativos del papa Francisco acerca de la familia de Nazaret:” Ante cada familia se presenta el icono de la familia de Nazaret, con su cotidianeidad hecha de cansancio y hasta de pesadillas, como cuando tuvo que sufrir la incomprensible violencia de Herodes, experiencia que se repite trágicamente todavía hoy en tantas familias de prófugos desechados e inermes. Como los magos, las familias son invitadas a contemplar al Niño y a la Madre, a postrarse y a adorarlo (cf. Mt 2,11). Como María, son exhortadas a vivir con valentía y serenidad sus desafíos familiares, tristes y entusiasmantes, y a guardar y meditar en su corazón las maravillas de Dios (cf. Lc 2,19.51). En el tesoro del corazón de María están también todos los acontecimientos de cada una de nuestras familias, que ella conserva cuidadosamente. Por eso puede ayudarnos a interpretarlos para reconocer en nuestra historia familiar el mensaje de Dios.” (AL 30).    “A causa de la amplia variedad de situaciones, y también por el respeto que debemos a la diversidad de culturas y tradiciones, el Papa dejó a cada obispo – es decir a las iglesias particulares – la tarea de establecer itinerarios pastorales, sugiriendo algunos criterios para el discernimiento. Esta decisión es sin duda incómoda, porque instintivamente hubiéramos preferido una respuesta clara del Papa: sí o no. Pero tal respuesta hubiera estado en la lógica del espacio y no del tiempo: en todo caso, hubiera fijado un nivel de referencia más alto o lo hubiera mantenido donde está ahora; en ambos casos, hubiera respondido a la pregunta inmediata “¿Está o no está permitido?” Al contrario, papa Francisco quiere ponernos en marcha y no tiene la intención de caer en la simple casuística, en el esquema espacial en el cual, inevitablemente, se encuentran los que en nombre de la verdad y de la norma objetiva, dicen de inmediato que “no” y los que, por el contrario, en el nombre de la caridad y comprensión subjetiva contestan de inmediato que “sí”. En ambos casos, el desafío se resuelve como en un juego de ajedrez: negro o blanco. Ahora es más bien decisivo que las personas se pongan en camino, que acepten el reto del tiempo, que no pretendan la solución fácil e inmediata. Sólo un itinerario en el cual avanzamos juntos, puede ayudar a discernir las experiencias y situaciones individuales. Un camino que no involucra sólo a las personas divorciadas y que conviven, y tampoco sólo a los que guiarán estos itinerarios, sino también, y quizás ante todo, a las comunidades cristianas llamadas a acompañar, discernir e integrar”.De este texto subrayo dos pasajes: el primer aspecto concierne el mismo éxito que logran los que siguen la lógica del espacio y no la lógica del tiempo. El resultado es igual y contrario: decir inmediatamente que sí o decir de inmediato que no. Esta actitud no ayuda a avanzar: ni la aprobación superficial, y tampoco la rigidez ayudan a caminar. Ambas detienen en la situación en la cual uno se encuentra. Acompañar a las familias con estilo nazareno significa pensar que no son las familias que tienen que cambiar, sino que nosotros aceptamos cambiar nuestra forma de pensar junto a ellas. Por lo tanto no trabajemos “para las familias”, sino “con las familias.”Hno Enzo Biemmi
  • El segundo aspecto pone de realce que para salir de esta mentalidad hace falta un recorrido que atañe ante todo las comunidades que acompañan y no en primera instancia a las personas acompañadas. Desde mi punto de vista éste es un espacio de formación que hay que volver a abrir, ya sea como individuos, ya sea como comunidades, volviendo a analizar nuestras historias de vida. Tenemos que reconstruir nuestra educación moral. Nosotros somos hombres de deber y de compromiso. Nos corresponde no desechar todo esto, sino comprenderlo en el signo de la gracia.
  • El obispo de Módena, Erio Castellucci, escribe en su plan pastoral:
  • 2. Un segundo aspecto es importante. No podemos acompañar a otros si no revisamos nuestra formación moral y espiritual. Somos hijos de una educación moralista, que distingue claramente entre el bien y el mal, y no estamos acostumbrados a coexistir con el gris de la vida. Para acompañar a las familias hace falta que nos preguntemos acerca de nosotros mismos, cómo sabemos vivir nuestros límites, sin conformarnos con ellos, sino reconciliándonos con nuestros límites, ya que esto nos ayuda a caminar. Nosotros proyectamos nuestro mundo interior sobre los demás. Por lo tanto, tenemos que revisar nuestra educación moral, y por lo tanto nuestra imagen de Dios, y por consecuencia la manera con la cual juzgamos a nuestros hermanos y hermanas.
  • Acompañar con estilo Nazareno a las familias significa comunicarles una espiritualidad del camino y no una espiritualidad de la perfección. Podríamos decir una espiritualidad de encarnación, no una espiritualidad desencarnada. Y por ende una Sagrada Familia que, antes de ser una santa a imitar, es el anuncio de que Dios se hizo progresivamente humano en una familia, no llegó en la tierra “ya todo hecho”, sino que creció en sabiduría, edad y gracia . La hermosa noticia de la familia de Nazaret es que este hijo ahora está en cada familia humana, en todas las relaciones, inclusive en las más inacabadas, para acompañarla y hacerla crecer hacia el bien posible.
  • “Como recordamos varias veces en esta Exhortación, ninguna familia es una realidad celestial y confeccionada de una vez para siempre, sino que requiere una progresiva maduración de su capacidad de amar. Hay un llamado constante que viene de la comunión plena de la Trinidad, de la unión preciosa entre Cristo y su Iglesia, de esa comunidad tan bella que es la familia de Nazaret y de la fraternidad sin mancha que existe entre los santos del cielo. Pero además, contemplar la plenitud que todavía no alcanzamos, nos permite relativizar el recorrido histórico que estamos haciendo como familias, para dejar de exigir a las relaciones interpersonales una perfección, una pureza de intenciones y una coherencia que sólo podremos encontrar en el Reino definitivo. También nos impide juzgar con dureza a quienes viven en condiciones de mucha fragilidad. Todos estamos llamados a mantener viva la tensión hacia un más allá de nosotros mismos y nuestros límites, y cada familia debe vivir en ese estímulo constante. Caminemos familias, sigamos caminando. Lo que se nos promete es siempre más. No desesperemos por nuestros límites, pero tampoco renunciemos a buscar la plenitud de amor y de comunión que se nos ha prometido.” (AL 325)
  • El segundo texto constituye precisamente la conclusión de la Exhortación.

Hno Enzo Biemmi