Presentamos una serie de cartas del Hermano Gabriel Taborin destinada a una lectura personal o en comunidad. Esta serie no puede ser representativa del conjunto de una correspondencia que comprende 6719 cartas, según el último cómputo establecido. Se trata únicamente unos cuantos flashes sobre algunas circunstancias de la vida del Hno. Gabriel Taborin.
Aun así, tomadas en su conjunto estas cartas ofrecen un panorama en orden cronológico sobre los momentos más significativos del itinerario del Fundador de la Congregación de los Hermanos de la Sagrada Familia. Se ha tratado de incluir una cierta variedad de destinatarios (Hermanos, autoridades religiosas y civiles, párrocos, etc.) como también de situaciones (escuelas, parroquias, conflictos, etc.).
El lector puede plantearse algunas preguntas, cuya respuesta puede desembocar en la reflexión personal o en un diálogo.
La carta trata de una circunstancia muy concreta de la vida del Hermano Gabriel Taborin, pero ¿qué rasgos de su personalidad evidencia?
Cada carta tiene un destinatario ¿puedo imaginar una respuesta de éste al Hno. Gabriel? En algún caso tal respuesta existe.
¿Puedo establecer alguna conexión, por similitud o por contraste, con circunstancias de mi vida? ¿Qué enseñanzas u orientaciones puedo recabar?
El texto de cada carta va precedido por una pequeña introducción que ayuda a situarla en el contexto de la vida del Hermano Gabriel Taborin y en ámbitos más amplios.

Belley, 2017

Hno. Teodoro Berzal

1 : Al Sr. Mermet, Alcalde de Belleydoux (Ain).     25-10-1826 – N° 0001
Es la primera carta que se conserva del Hno. Gabriel Taborin. La escribe desde Ménestruel (municipio de Poncin en el departamento del Ain), donde acababa de llegar procedente de Courtefontaine (Jura) con 5 novicios.
La carta está dirigida a Claudio Mermet, que fue alcalde de Belleydoux de 1808 a 1837, con una interrupción de tres años (1832-1835). Fue el gran reconstructor del pueblo después de la revolución y disfrutaba de la amistad y confianza de la familia Taborin hasta el punto de nombrale albacea del testamento de Claudio José Taborin, el padre del Hno. Gabriel que había fallecido el 6 de marzo de 1826 a la edad de 67 años. El testamento, otorgado tres días antes de la muerte, hace la distribución de los bienes del Sr. Taborin entre su esposa, Maria Josefa, y sus cuatro hijos. En el testamento, como en la carta, se hace referencia a las habitaciones de Gabriel en la casa familiar, una de las cuales sirvió de escuela.
Puede notarse el elogio algo convencional del Hno. Gabriel hacia los Superiores de la Congregación de la Cruz de Jesús. Son los mismos que poco después criticarían severamente su decisión de dejar esa congregación para proseguir su proyecto de fundación. Igualmente es de tener en cuenta que el Hno. Gabriel asume ya las obligaciones de la pobreza religiosa que lo incapacitan para disponer directamente de sus bienes patrimoniales.

Poncin, 25 Octubre 1826.

Sr. Alcalde:
La presente es para renovarle mis sinceros sentimientos de amor y de reconocimiento que le debo por todas las bondades y atenciones que siempre ha tenido para mí; y por haber tenido la complacencia de continuar rigiendo mis asuntos, que sin duda serán para usted motivo de trastorno y de problemas, viendo la discordia de mis hermanos respecto a los bienes dejados por mi pobre padre. Pero le pido por favor, Señor, que continúe su benevolencia siendo el procurador de los bienes que mi estado no me permite dirigir. Será recompensado por ello, como es lógico, por pequeñas compensaciones espirituales y temporales.
He sabido con pena que nuestro reparto no está terminado. Mucho me temo que sea por causa de las deudas de Francisco. Por consiguiente, le ruego que apresure las gestiones y, de mi parte, que obligue a mis hermanos a repartirlos, lo más pronto posible.
Después de haberlo reflexionado, he determinado quedarme con mis habitaciones, pues veo en ello una muy buena ventaja, como lo verá en la carta que escribo a mi madre, que por favor le ruego tenga a bien leerla y dársela.
El obispo de Saint-Claude ha unido nuestro establecimiento con el del Rvdo. P. Bochard, en Poncin, donde estamos desde hace 12 días. Gracias a Dios, debemos alegrarnos de este cambio. Tenemos la felicidad de tener Superiores verdaderamente dignos de estar a la cabeza de una tan santa Comunidad, conocida bajo el nombre de Hermanos de la Cruz de Jesús. Por eso no escatimamos esfuerzos a fin de sacar de ellos lecciones preciosas, las únicas capaces de asegurar nuestra felicidad en esta vida y en la otra.
No entro en los detalles sobre los estudios que hacemos, pues el estado al cual somos destinados los presupone.
No me gustaría terminar mi carta sin rogarle que dé recuerdos a su señora esposa, lo mismo que a su amable familia, sobre todo a mi amigo Claudio, a quien envío un abrazo en Nuestro-Señor Jesucristo. Mi habitación en la escuela estará siempre a disposición de Catalina.
Termino, suplicándole me mande noticias suyas, y le ruego creerme, Señor, su humilde y respetuoso servidor.

Hno. Gabriel (Taborin).

2 : Al P. Roland, Lons-le-Saunnier   9-10-1835 – N° 0008
El P. Juan Francisco Roland (1784 – 1865), sacerdote de la diócesis de Saint-Claude, fue uno de los mejores amigos y consejeros del Hno. Gabriel. La abundante correspondencia que se ha conservado entre ambos testimonia la confianza recíproca. El P. Roland era párroco en Courtefontaine cuando el Hno. Gabriel llegó a esa localidad con sus novicios en 1826. Acogió con bondad y ayudó cuanto pudo a la pequeña comunidad, pero su nombramiento como director espiritual del seminario mayor precipitó la salida del Hno. Gabriel de Courtefontaine.
Durante el período de Belmont el Hno. Gabriel le confió varias veces sus preocupaciones y proyectos. Uno de ellos era que el P. Roland viniera a Belmont para hacerse cargo de la congregación como Superior (o quizá más bien como delegado del obispo).
En esta primera carta que le dirige desde Belmont le da cuenta de la vida y dificultades de la naciente congregación y le pide una ayuda para reforzar la formación de sus novicios. Se puede destacar la continuidad del proyecto del Hno. Gabriel desde que empezó en Saint-Claude como también el significativo cambio de nombre de la Congregación.

Muy querido Padre:
Al dirigirle la presente no hago sino satisfacer el deseo de mi corazón, pues realmente deseo recibir sus noticias y comunicarle las mías, lo que tendría que haber hecho desde años atrás. Estoy avergonzado de este atraso, le pido me perdone y crea que a pesar de este prolongado silencio, le he tenido presente ante el Señor. ¿Cómo sería posible olvidar, aunque sólo fuera un instante, a un padre tan bueno y tan bondadoso conmigo?
Estoy en Belmont desde hace seis años; compré a crédito y con los recursos de la Providencia, una casa bonita, en la que he abierto un internado para jóvenes, ello me ha permitido continuar la obra comenzada en la diócesis de Saint-Claude, como puede enterarse por el prospecto que adjunto y que me complazco en enviarle porque sé que le agradará. Nuestro santo Obispo es todo para nosotros, nos ayuda económicamente para ampliar nuestra casa y nos ha pedido ya dos Hermanos para el Palacio Episcopal de Belley y le enviaremos otros dos para Todos los Santos. Nos piden Hermanos de todas las partes, pero siendo aún pocos, sólo podemos abrir algún establecimiento en este año. El Señor parece recompensarme por las pruebas que tuve que superar durante una decena de años para ser fiel a mi vocación primitiva y para fundar una Sociedad útil. Estamos en casa propia, el número de asociados crece cada día por el celo con que nuestro digno y venerado Obispo nos protege y recomienda nuestra Sociedad. Es la misma de Courtefontaine, pero en lo sucesivo habrá Hermanos conversos para hospitales y cuidado de enfermos y presos. Hemos tomado el nombre de Hermanos de la Sagrada Familia. Nuestro hábito es el de los «clercs», menos el alzacuello y una cruz. Necesitaríamos por el momento un buen maestro de novicios y un profesor de latín. Le estaríamos muy agradecidos si pudiera enviárnoslo para el comienzo del curso. El Señor le recompensará. Es cierto que tenemos dos capellanes en casa, pero sus funciones no les permiten dedicarse a la enseñanza. Pienso que en su seminario o en la Escuela Normal de Courtefontaine podría encontrarse; pero sólo le recibiremos si se asocia a nuestra Sociedad de la Sagrada Familia. Queremos siempre tenerlo como Superior de nuestra Sociedad. Nuestro santo Obispo estará encantado y nosotros dichosos, pero no merecemos todavía esta gracia del cielo. Hace tres semanas fui a Bourg, desde allí tenía pensado ir a verlo. Supe con pesar por medio de una Hermana de la Caridad que usted no estaba en Lons-le-Saunnier. No pierdo la esperanza de verlo, lo haré en cuanto me sea posible. Le ruego tenga a bien comunicarme sus noticias cuando pueda y enviarnos candidatos para nuestra Sociedad, con ello se hará acreedor, de modo especial, a nuestro agradecimiento.
Le reitero mis sentimientos, de respeto, reconocimiento y afecto con los cuales quedo de usted, Rvdo. Padre, su humilde y atento servidor.

3. A Su Majestad el Rey de los Franceses.   01-07-1836 – N° 0043
El “Rey de los Franceses” (él mismo prefería llamarse así, mejor que Rey de Francia) era Luis-Felipe de Orleans. Sucedió en el trono a Carlos X, último rey de la dinastía de Borbón. Su reinado va desde la revolución de 1830 hasta la revolución de 1848. Para Francia fue un período de industrialización y de expansión colonial. Luis Felipe al frente del gobierno se mostró reservado y prudente y manifestó un gran apego por el poder. Contaba con el apoyo social de la burguesía y el beneficio de un ciclo económico expansivo. En política exterior, comenzó por acercarse a Gran Bretaña, para poner fin a la rivalidad franco-británica en el Mediterráneo y en España. Inició igualmente un acercamiento a Austria para que su reinado fuera valorado por los países autoritarios.
Durante su reinado muchas de las Congregaciones religiosas fundadas en Francia después de la revolución obtuvieron un reconocimiento legal. El Hermano Gabriel envía al rey esta carta, que es casi solo un billete de presentación, para significarle la existencia y finalidad de la obra que estaba comenzando y para pedir su ayuda y protección. Como siempre que se dirige a las autoridades civiles, el Hno. Gabriel subraya la finalidad social que tiene su proyecto de fundación.

Belmont, 1° de Julio 1836

Majestad:
Gabriel Taborin, el más respetuoso, fiel y abnegado de sus súbditos, se atreve a presentar su petición ante el trono de Su Majestad.
Desde hace siete años el nombrado Taborin ejerce legalmente, y con celo y éxito las funciones de Maestro de Enseñanza Primaria en Belmont, donde tiene fijado su domicilio.
Propietario de una casa destinada al bien público denominada Obra de la Sagrada Familia cuya finalidad es formar hombres que, sumisos a las leyes civiles y eclesiásticas, vayan a las parroquias a petición de las Autoridades, para ejercer las funciones de maestros de escuela, Catequistas, «Clercs» (ayudantes del culto), Cantores y Sacristanes. Algunos de ellos serán enviados a las prisiones para atender a los detenidos; además el susodicho Taborin tiene en la casa un asilo gratuito para los niños abandonados y huérfanos pobres. Pretende así preparar para la sociedad una generación que brille por el honor y la honestidad, pronta a todo sacrificio por su Dios, su Rey y su Patria.
La casa del abajo firmante, reconocida por el Consejo Real, que autoriza al nombrado Taborin a recibir alumnos pensionistas, se está quedando muy pequeña para recibir a los alumnos que se presentan y que se destinan a las funciones mencionadas, y se encuentra en la necesidad de agrandar esta casa.
Los gastos para esta buena obra están estimados, según los planos y presupuestos, en 12.000 frs. Esos gastos para la nueva construcción sobrepasan bastante los haberes del abajo firmante que, habiendo consagrado su fortuna, sus talentos y su persona al Establecimiento que dirige, no le queda otra forma, Excelencia, que la de recurrir con toda confianza a Su Majestad para obtener los medios necesarios para ampliar la casa designada.
Si Su Majestad se digna hacer un aporte a este respecto, reconocerá que las necesidades del nombrado son fundadas sin ninguna duda, y su Establecimiento inspirará el interés de Su Majestad, de quien queda, con el más profundo respeto, el más fiel, sincero y sumiso de sus súbditos.

4: A Francisco Poncet, Saint-Claude.           16-11-1836 – N° 0057
Francisco Poncet era un primo y buen amigo de Gabriel Taborin. Cuando éste estaba buscando el medio concreto de vivir la vocación religiosa, a la que se sentía llamado desde la adolescencia, fue a Lyon para buscar una comunidad. Francisco Poncet lo acompañó en este viaje porque compartía sus ideales. Y cuando poco después dejó el puesto de camarero del obispo de Saint Claude Mons. de Chamon para fundar la comunidad de los Hermanos de San José, fue Francisco Poncet quien lo sustituyó, permaneciendo en ese puesto por más de 20 años. Mantuvieron el contacto durante mucho tiempo mediante una correspondencia marcada siempre por el respeto y la amistad.
Cuando falleció el Hno. Gabriel, Francisco Poncet envió un largo testimonio sobre él, contando a su manera algunos hechos de la vida del joven Gabriel y de los primeros pasos de la fundación. En esta carta, escrita con ocasión del fallecimiento de la madre de Francisco, podemos apreciar un panorama de la marcha de la naciente congregación del Hno. Gabriel y la referencia a personas bien conocidas y muy estimadas por ambos en Saint-Claude.

Muy querido e íntimo amigo:
Hay un poco de negligencia de su parte en darme sus noticias. En cuanto a mí, mi estado no me permite pertenecerme a mí y a ciertos amigos como usted a quien recuerdo con todo cariño. A menudo siento amargura pensando que mis amigos han de suponer que los olvido al no escribirles, como lo pide la amistad y el agradecimiento, pero me falta más el tiempo que la voluntad. Hacerle la lista de mis ocupaciones diarias sería demasiado largo; además, me veo obligado a ir de un lado a otro por asuntos de la Congregación. He abierto este año varias casas: Belley, Seyssel, Chambéry, donde tuve que quedarme un tiempo, por eso hace sólo diez días que recibí su carta. Pasé también toda la cuaresma en Lyon, donde hice una colecta cuyo objeto verá en la nota adjunta.
Mucho me hubiera alegrado si hubiera podido conversar un rato con usted en nuestro pobre y pequeño monasterio que Dios bendice. Al visitar a nuestro venerado Obispo, con el que mantengo excelentes relaciones, me hubiera gustado encontrar a su digno y respetado dueño y presentarle mi humilde homenaje. Espero tener esa suerte más tarde, lo deseo ardientemente. Sea usted el intérprete de mis sentimientos ante el buen y venerado P. Desrumeaux; pero lo diferido no está perdido. Dígale que tendrá un carillón en el convento de Belmont cuando venga al año próximo. Su hija, la campana, sumará su voz argentina a las nuestras para cantar el himno del agradecimiento.
Nunca olvidaré al buen y amable canónigo Girod, preséntele también mis respetuosos saludos y mi vivo y sincero agradecimiento por todo el bien que me hizo.
La vida santa y los prolongados sufrimientos de su buena madre nos permiten esperar que esté en la eternidad feliz, después de las miserias de esta vida. He unido y uniré mis oraciones a las suyas por su descanso eterno. Consolémonos en el Señor de nuestras penas y de la pérdida de nuestros padres, parientes y obras; nuestra vida está sembrada de miserias, pero seremos dichosos y sabios si tratamos de vivir cada día en el estado que deseamos encontrarnos en la hora de la muerte. Tenemos que esperar que Jesús por la intercesión de su santa Madre nos conceda esta gracia y la de llegar un día a juntarnos con nuestros padres, amigos, y compatriotas en el cielo. Querido amigo, unamos nuestras oraciones para que así sea. Con estos sentimientos inspirados en la fe, le ruego que me crea su sincero, fiel y afectuoso compatriota y amigo.

5: Al Sr. Jacob, padre del Hno. Bernardo     25-05-1837 – N° 0072
Esta carta es respuesta otra que el Hno. Gabriel recibió del padre de joven Luis Bernardo Jacob con fecha de 19 de mayo de 1837, en la que entre otras cosas dice: “Con alegría le declaro, Señor, que estoy dispuesto y bien preparado para hacer todos los esfuerzos que puedan contribuir a la admisión de mi hijo en su Sagrada Familia; me considero muy feliz al saber su incorporación en esta sociedad; yo exclamaría con el padre de familia: “mi hijo estaba perdido, y ha sido hallado”. Mi esposa está en las mismas disposiciones. Sí, haremos todo lo posible para contribuir a su felicidad.” Como otras del mismo género, esta carta es un testimonio de la relación, no siempre fácil, que el Superior de la Congregación mantenía con las familias de los Hermanos y de la importancia de éstas en el proceso vocacional de sus hijos.
Luis Bernardo Jacob nació en Vésenaz (alrededores de Ginebra) en 1819, hizo su primera profesión con el nombre de Hno. Bernardo en 1838 junto con junto con otros 11 Hermanos. Trabajó como maestro en Seyssel y La Rochette y salió del Instituto en 1840, después del retiro anual de Belley en 1840. Su correspondencia con el Hno. Gabriel no permite establecer las causas de su abandono del Instituto. Después de salir, estuvo un tiempo en el convento de los Capuchinos en Chambéry, desde donde escribió una carta en la que pide con insistencia al Hno. Gabriel volver de nuevo a la Congregación, lo que nunca aconteció.

Apreciado Señor:
Con verdadero placer he recibido su carta esperada desde hacía mucho tiempo. Ella proporcionará mucha alegría a mi corazón, como la proporcionará sin duda a su hijo cuando se la comunique. Al presentarme a su hijo en nuestra casa no podíamos admitirlo sino después de habernos informado sobre su conducta y su familia. Los informes recibidos del eclesiástico de Saboya han sido satisfactorios y veo, por su carta, y por la buena conducta de su hijo que no he sido engañado.
Seguros de los piadosos sentimientos de su hijo y de su vocación, lo hemos recibido y nos felicitamos de su entrada en nuestra congregación. Hace algunos meses vistió solemnemente el hábito religioso de nuestra congregación, y actualmente está en una parroquia importante donde tenemos un establecimiento cuya dirección le ha sido confiada. La escuela primaria que dirige con otros dos religiosos es muy numerosa. Hace bien su trabajo. Estamos muy contentos, como también los Sres. Curas, los Vicarios y la población. Esperamos su perseverancia en la vocación y su trabajo por la gloria de Dios y la salvación de las almas. Los buenos sentimientos que le animan me dan esta esperanza. No lo olvida, estoy seguro, en sus oraciones, aunque él pensaba que usted le había olvidado totalmente. Este buen Hno. Bernardo, ese es su nombre en religión, quedará muy contento cuando le comunique sus noticias, que no esperaba.
Le hemos exigido por su admisión 750 francos y el ajuar, es lo que exigimos a todos. Sólo ha traído el ajuar. Le ruego me haga llegar lo antes posible, cuando pueda, la cantidad exigida, o por lo menos la mitad. Estamos necesitados y se lo agradeceríamos. Estoy tranquilo sabiendo que usted se ha hecho cargo de la deuda de su hijo, eso me inquietaba. Ha hecho una buena obra. El Señor no dejará sin recompensa nada de lo que haga por su hijo, como tampoco dejará de recompensar todos los sacrificios. Su hijo tiene la firme determinación de seguir los consejos evangélicos en el estado religioso.
Posiblemente en el correr de este verano o del otoño próximo tenga el honor de conocerle usted y a su familia, pues tengo que ir a Ginebra para unos asuntos. Esperando, reciba la seguridad de mis sentimientos de respeto y estima con los cuales le saludo y quedo atento servidor.

6: A un Hermano        19-07-1837 – N° 0077
El Hno. Gabriel era muy discreto cuando se trataba de la correspondencia con los Hermanos. Hay muchos casos en los que se en el registro se consigna el nombre del interesado, pero en otros no, como sucede con esta carta. Se podría quizá intentar saber de qué Hermano se trata (si hubiera algún interés en ello) porque las comunidades fuera de Belmont en 1837 eran solo tres: Belley, Seyssel y La Motte Servolex, y los Hermanos 8. Al principio y al final de la carta se menciona al Hno. José Doublier (1777-1855), uno de los primeros Hermanos y hombre de confianza del Hno. Gabriel.
La carta es un conjunto de advertencias y consejos a un Hermano que había cometido alguna falta. El Hno. Gabriel era particularmente sensible a las ausencias no autorizadas de la comunidad. Además de los consejos dictados por su propia experiencia y autoridad, el Hno. Gabriel hace referencia a dos libros: la Imitación de Jesucristo y la Regla, donde pueden encontrarse las motivaciones del buen comportamiento. Como continuación de la carta le es presentado al Hermano el diálogo directo con su Superior y no a través de una tercera persona.

Querido Hermano:
No necesito que el Hno. José u otra persona venga para ponerme al tanto de lo que usted es. Lo conozco desde hace tiempo, apreciado amigo, y sé cómo tengo que proceder con respecto a usted.
Usted debe saber mejor que cualquiera que conozco las flaquezas humanas y que cierro los ojos ante muchas cosas; pero hay ciertas faltas que no se pueden justificar en un libertino, y con mucha más razón en un religioso o en un hombre que viste sotana.
Hace muy bien en referirse a la Imitación de Jesucristo. Sí, apreciado Hermano, cuando practiquemos bien lo que este santo libro nos prescribe, cumpliremos nuestros deberes para con Dios, con nosotros mismos y con el prójimo y con los que nos están confiados. No escandalizaremos de palabra, de obra y con nuestras actitudes y permaneceremos fieles a nuestra vocación y a los compromisos religiosos contraídos. Nada ha cambiado en la Regla, si no es, por razones válidas, el agregado que dice que los Hermanos no pueden ausentarse ni un solo día de la casa, sin autorización del superior principal. Siga esta Regla, ella nos proporcionará la verdadera dicha que es la santificación y le librará de toda crítica.
Le invito a no pegar ni maltratar a los alumnos, para evitarse personalmente momentos desagradables en los que no piensa bastante y que le amenazan, comprometiéndose a cumplir sus obligaciones. A pesar de todo le renuevo la seguridad de mi sincero afecto.
Querido Hermano, mi deseo hubiera sido colocarlo en lugar del Hno. José y hubiera cumplido su deber viniendo porque se lo había recomendado por lógicas razones, pero ya que tiene miedo a venir, le iré a ver la semana próxima, si puedo a mi vuelta de Bourg. No tolere que se digan palabras deshonestas en su presencia, trate de que los asuntos vayan cada día mejor en su establecimiento y tome los medios para que el establecimiento no decaiga por su causa. Todo lo negativo recaerá sobre usted. Sea buen religioso siempre, respétese y hágase respetar y se atraerá bendiciones. Cumpla la Regla en todos sus puntos; de esta manera perseverará en su vocación y se atraerá las bendiciones del Señor y la estima de todos.
Lo abrazo y le renuevo mi amistad y sincero afecto.

7: A Mons. Devie, Obispo de Belley            08-07-1838 – N° 0101
El Hno. Gabriel debía estar bastante decepcionado cuando escribió esta carta a su obispo. Después de una espera de casi dos años, los dos cuadernos voluminosos que había confiado a Mons. Devie con la Regla manuscrita de la Congregación para pedir la aprobación episcopal habían quedado reducidos a 30 breves artículos y además el cuaderno que le había remitido el canónigo Robert no contenía la aprobación solicitada. El Hno. Gabriel alude solamente a esta última circunstancia y pide con humildad y firmeza a Mons. Devie que dé la aprobación prometida. El resultado de esta carta fue la plena aprobación firmada en el Seminario Mayor de Bourg-en-Bresse el 15 de agosto de 1838. Pero además el Hno. Gabriel en la edición impresa de la Regla de la Congregación, bajo el título de Guía de los Hermanos de la Sagrada Familia introdujo cinco Reglamentos sobre los distintos aspectos de la vida y actividades de los Hermanos, más el Libro de oración de la comunidad. La aprobación de Mons. Devie que figura al principio del libro se extiende a “los estatutos y reglamentos de la Congregación de la Sagrada Familia”. Hay que añadir además que Mons. Devie financió el costo de la edición.

Monseñor:
Tengo el honor de comunicarle que el P. Robert me ha remitido el cuaderno con los estatutos que Su Excelencia tuvo a bien examinar y que al parecer los consideró apropiados, pero, me apenó algo al no encontrar la autorización prometida y sin la cual los Estatutos son cuerpo sin alma. El P. Robert me dice que le había prometido autorizarlos con su nombre, ya que el P. Robert, no siendo autoridad reconocida, su aprobación se considerará nula ante el público y sobre todo a los ojos del Sr. Arzobispo de Chambéry y de Su Majestad el Rey de Cerdeña, ante quienes me propongo presentarlos para obtener su aprobación, ventajosa en varios aspectos.
Por lo mismo, Monseñor, le ruego humildemente cumpla su palabra y dé la autorización pedida en nombre de nuestra pequeña Sociedad formada bajo sus auspicios y sabios consejos y que siempre fue sostenida y protegida por Su Excelencia. Sí, Monseñor, Su Excelencia constantemente obró con respecto a nosotros como el mejor y más delicado de los padres, dígnese serlo siempre por el bien que puede hacer nuestro establecimiento. Satisfaga nuestros deseos acordándonos lo que pedimos quizá machaconamente. Estimulará así nuestro celo y se intensificará el deseo que tenemos de entregarnos al Señor por los votos y de prometerle obediencia.
Prometí presentar a Su Excelencia el reglamento que el Señor me inspiró, que determinará nuestros ejercicios de piedad, que nos servirá de guía y establecerá la uniformidad en nuestras escuelas. Tendré el placer de presentárselo en Bourg en estos quince días para darles más fuerza con su aprobación, que repito, es absolutamente necesaria para fortalecer nuestra pequeña Sociedad y desarrollarnos en Saboya, que ofrece posibilidades mayores que Francia.
Con profundo respeto y vivo agradecimiento, quedo de Su Excelencia, humilde y obediente servidor.

8: A LOS HERMANOS DE LA SAGRADA FAMILIA                08/09/1838
La introducción que el Hno. Gabriel escribió a la primera edición del Guía tiene forma de carta dirigida a todos los Hermanos a quienes dedica el libro. El primer párrafo es naturalmente para agradecer y reconocer el papel fundamental de Mons. Devie en la fundación de la Congregación.
Es sorprendente la afirmación que hace el Hno. Gabriel de que “hace más de veinte años” lleva pensando seriamente en una regla de vida, lo cual nos lleva a sus últimos años en Belleydoux. La maduración de su vocación, ¿comportaba ya también una forma de vida expresada en una regla?
Escribir la regla de vida de una congregación puede ser una creación personal pero está destinada a ser vivida en comunidad por personas que, aunque unidas por una misma vocación, tienen características diferentes, por eso su redacción exige un don particular de sabiduría práctica y de equilibrio. Como es normal la exhortación a vivir según la Regla ocupa un puesto importante en el texto de la carta.
Uno de los párrafos de la carta (“En verdad nuestra profesión nada tiene de atractivo según el mundo …”) expresa por primera vez ese contraste entre la mentalidad mundana y el camino del Evangelio, entre la sublimidad de la vocación del Hermano y la humildad y sencillez de sus actividades, tema que el Hermano Gabriel volverá a expresar en varias otras ocasiones.

Belmont, 8 de Septiembre de 1838.

Muy queridos y estimados Hermanos:
Hace ya tiempo que veníais pidiendo con insistencia el Guía que contiene nuestros Estatutos, Reglamentos, el ceremonial y el libro de oraciones de nuestro pequeño Instituto. Por fin se han colmado nuestras esperanzas. Os dedicamos hoy este precioso libro en nombre de Mons. Devie, Obispo de Belley y primer Superior de nuestro Instituto. La fundación de nuestra casa y nuestra consagración a la vida religiosa se deben, en efecto, a la entrega y eminente piedad de este digno y venerable prelado. Agradezcámoselo a Dios, queridos Hermanos, y roguémosle que nos conserve a este padre común.
Las reglas contenidas en este libro han sido, desde hace más de veinte años, objeto de nuestras más serias reflexiones. Después de haber comprobado, por experiencia, que todas ellas son fáciles de practicar, os las hemos entregado primero manuscritas y os hemos pedido varias veces vuestra opinión sobre ellas.
Vosotros siempre habéis respondido que las amabais y que estabais dispuestos a seguirlas durante toda vuestra vida, así lo prometisteis también delante del altar el día en que os revestisteis del santo hábito de la Congregación.
No atreviéndonos a contar sólo con nuestras débiles luces y no queriendo emprender nada sin los sabios consejos del Obispo de Belley, prelado tan dispuesto a alentar las piadosas iniciativas como a llevarlas él mismo a cabo, hemos sometido a su aprobación los presentes Estatutos y Reglamentos con el único deseo de atenernos solamente a su decisión, que siempre hemos considerado como la del mismo Dios. Él, después de haberlas leído con una escrupulosa atención, las ha autorizado, como podéis comprobar.
Una mano más hábil hubiera hecho, sin duda, más agradable y más interesante la lectura de este libro. Pero no ha sido escrito para las personas del mundo ni para los sabios, sino para vosotros y para mí, y para los sencillos y pobres de espíritu que sean llamados a seguir los Consejos evangélicos, asociándose a nuestras sufridas pero loables funciones.
Convenzámonos, queridos Hermanos, de la magnitud de las obligaciones que nos hemos impuesto. Son grandes, en efecto, estos deberes pero no quedarán sin recompensa ante Dios, si los cumplimos con espíritu de fe. Como estamos destinados por nuestras funciones a vivir en medio del mundo, son muchos los peligros que en él nos esperan. El enemigo de nuestra salvación no va a dejarnos en paz y empleará toda clase de estratagemas para perdernos, pero nosotros lo venceremos si nos afianzamos en la piedad y en los buenos principios que se nos han enseñado y, sobre todo, si cumplimos fielmente las reglas que nos marca el presente Guía.
Recibid, pues, queridos Hermanos, este libro con sumisión y respeto, para que produzca una total reforma entre nosotros y mantenga la uniformidad en todos nuestros centros.
Leámoslo con espíritu de sencillez y con un sincero deseo de conocer nuestros deberes. Éste es el medio de sacar fruto de su lectura y de que pueda contribuir firmemente a nuestra santificación y a la de los demás.
En verdad nuestra profesión nada tiene de atractivo según el mundo ni para buscar el provecho propio; ninguna fortuna podemos esperar y ninguna fama vamos a conquistar; lo que nos espera es más bien pasar la vida en un monótono trabajo; tener con frecuencia como única recompensa la crítica y la ingratitud; estar permanentemente sometidos a la obediencia; no tener nada en propiedad; morir a los propios gustos y a la propia voluntad; vivir en el mundo sin tomar parte en sus placeres; sacrificar la libertad, la juventud, los talentos, la salud e incluso la vida para ser útiles al prójimo; y, finalmente, agotarse en sacrificios ni siquiera tenidos en cuenta por quienes se aprovechan de ellos, y trabajar por los hombres sin poder esperar una recompensa en esta vida. Pero, queridos Hermanos, nosotros pretendemos algo mucho más precioso; nosotros nos proponemos dar gloria a Dios, salvar las almas y santificarnos nosotros mismos, odiando el pecado y haciéndolo odiar, amando a Dios y haciéndolo amar en cualquier parte a donde nuestros Superiores tengan a bien enviarnos, y, de este modo, obtendremos el inestimable tesoro de la eterna felicidad.
¡Ánimo, pues, queridos Hermanos! Si es verdad que cuesta un poco vivir como buenos Hermanos de la Sagrada Familia, será muy consolador morir predestinados.
Con la ayuda de la gracia nosotros mismos haremos cuanto esté de nuestra parte para ser los primeros en practicar las reglas de nuestro Instituto, al que nos hemos consagrado de forma irrevocable.
Conociendo vuestra buena voluntad, esperamos que todos rivalizaremos en generosidad para hacer el bien y atraernos cada vez más la protección de Jesús, María y José, nuestros santos Patronos y protectores.
Con estos profundos sentimientos podéis creerme siempre vuestro atento y abnegado Hermano,

Hermano Gabriel

Belmont, en nuestra primera Casa de Noviciado, a 8 de Septiembre de 1838.

9: Al Hno. Agustín Richard, Director, Seyssel         17-12-1839 – N° 0201
El Hno. Agustín Richard nació en Bourget (Saboya) en 1815 e hizo su profesión religiosa en Belmont en 1839. A lo largo de su vida estuvo en bastantes comunidades del Instituto ejerciendo como educador y muchas veces como director. Fue miembro del Capítulo General desde sus comienzos y hasta el final de su vida. Falleció en Belley en 1896.
La carta que el Hno. Gabriel le escribe cuando estaba de director en Seyssel (Ain) refleja muy bien la buena relación existente entre ambos y al mismo tiempo todo el abanico de la problemática en la época final de Belmont: las relaciones con las autoridades locales y entre los Hermanos, el ambiente educativo de una escuela primaria, los problemas de vida religiosa y económicos, el espectro del servicio militar que se cernía sobre los jóvenes Hermanos, etc. El Hno. Gabriel aprovecha la ocasión para darle algunos buenos consejos espirituales y para recordarle las divisas de la Congregación: “Estado de gracia, Humildad y Oración; Dios, su Regla y su Superior”.

Belmont, el 17 de Diciembre 1839.

Querido hijo:
He recibido su carta con mucha alegría; hacía mucho tiempo que la esperaba. Habría querido que me hubiera dado más detalles sobre el nombramiento del Hno. José (Doublier). Me dice sólo que se envió sus papeles de Belley para su toma de posesión, pero habría deseado que me hubiera dicho, como se lo pedí, si los documentos que he preparado aquí para el Hno. José han sido aceptados por las Autoridades de Seyssel, o bien si hace falta preparar otros, si se ha firmado el certificado de buena conducta para el tiempo que el Hermano se quede en Seyssel, si el Consejo Municipal lo recibió como maestro municipal y si se envió a Belley lo necesario para ello. Quiero saber bien detallado todo esto.
Dígame también si desde que me ha escrito, el Alcalde le ha devuelto el Reglamento, y si lo ha firmado, como se esperaba, y si no lo hubiera hecho todavía, le pedirá que lo haga. Este documento le será más útil de lo que piensa; procure, pues, tenerlo bien en regla, es decir, que sea firmado por los miembros del Consejo Municipal de Seyssel, con el sello del municipio; es posible que se lo haga imprimir, pero tenga cuidado de que no se cambie nada.
En cuanto a la clase de los adultos, le dejo libre, querido Hermano, de hacerlo gratis; consúltelo, sin embargo, con el buen Hno. José.

No estoy enfadado porque reúna todas las tardes a los cuatro monitores; se hará algunos amigos, lo mismo todos los que los frecuentan. Haría una buena obra, si puede inspirar en ellos el gusto por nuestro santo estado.
Estoy encantado de que haga marchar a los alumnos en dos filas por las calles, y de que sean mucho más respetuosos que antes en los lugares santos: bendito sea Dios, querido Hermano; he aquí los frutos de su misión; bendigo por ello al Señor y espero que sean siempre cada vez más abundantes. Tendrá en ello toda la gloria en este mundo y el mérito delante de Dios.
Nuestro sastre lleva la sotana del querido Hno. José; pienso que fue confeccionada con el deseo de contentar a este buen Hermano; esta sotana costó 48 francos, recibiremos el coste en cuanto pueda.
Le envío los vales que mandé imprimir para el estímulo de los alumnos en nuestras escuelas; no olvide que son un medio poderoso para animar a los alumnos y los padres; hágalos valer y distribúyalos como prescribe nuestra Regla; no tendrá nada de que arrepentirse por el empleo de estas pequeñas recompensas que se emplean con más éxito en la ciudad que en el campo; el total de estos billetes es de 4 francos.
El Examen con las Meditaciones, que le he enviado desde que está en Seyssel, cuesta – creo – 8 francos. Espero, querido Hermano, que su establecimiento nos tendrá fielmente al tanto de estos gastos, que hemos adelantado, y cuyo total es de 60 francos, incluyendo la sotana del Hno. José. No olvide esta nota.
Los 50 francos que el Sr. Carrel debe por la escuela del año pasado, deben venir a nuestra Casa-Madre. Le ruego que los haga llegar en cuanto este señor se lo haya pagado. Si no lo puede hacer llegar en la misma ocasión; hágalo cuanto antes, pues estamos realmente necesitados; en este momento el Sr. Cura de Seyssel es de nuestra confianza, puede confiar en él.
El Hno. Antelmo (Lavalette) ha recibido, hoy 15, su hoja de ruta, tiene que estar en Bourg el 6 de Enero; contra toda esperanza, espero que Dios nos lo devuelva, y a este fin ordeno que recen por la tarde y por la mañana, un Padrenuestro y un Avemaría en sus escuelas, sin decir, sin embargo, a los alumnos el motivo; pues no quiero que se sepa que los Hermanos han partido; he ordenado las mismas oraciones en todos nuestros establecimientos hasta la Epifanía. Esto me preocupa mucho y, además, el pobre Hermano Mauricio (Beaudé) está muy enfermo; temo que tenga la ictericia, se ha esforzado mucho por escribir lo que le he dictado, creo que los remedios le harán guardar cama.
Son muchos los externos que vienen ahora; rece por nosotros, ustedes tienen la mejor parte. Estoy contento de la muy buena armonía que existe entre usted y el Hno. José. No es para menos cuando hay valentía y se tiene el amor de lo que se ha elegido, como lo tienen. Me da mucho gusto también que estén contentos con el valiente Guillot; siempre lo he mirado como un buen joven; estoy persuadido de que no estará en contra de usted; háblele bien como amigo de mi parte, y preséntele mis respetos al Sr. Cura; y procure que le pague lo que corresponde por el servicio de la iglesia; en las ciudades se paga al maestro-cantor; me parece que la parroquia bien podría poner algo para ustedes en su presupuesto.
Enseñe bien a los alumnos en el sistema métrico; y deme a menudo novedades de ellos; deseo ardientemente ir a velos, pero no por eso con igualmente placer que si no hubiera hecho falta atravesar la ciudad.
Cuando el Sr. Cura haya recibido el Ordo de 1840, ruéguele que se lo muestre para ver la nota que Monseñor adjuntó, relativa a nuestro Establecimiento.
Cuando el inspector pase, no tema exponerle la necesidad de arreglar las aulas y su casa, sobre todo si hay esperanza de que el Hno. José sea nombrado maestro municipal.
No hace falta recomendarle que lo haga todo lo mejor que pueda. Los considero a los dos como hombres que sólo aspiran al bien. Existen ciertas visitas de cumplimiento de las que no puede
ximiros al final de año; vayan los dos; el Hno. José es nuevo, ahora puede aparecer ante los más grandes personajes de Seyssel.
El buen Hno. Mauricio quiere expresarle aquí sus sentimientos de amistad; estoy encantado de permitírselo, rogándoles que recomienden su salud a Dios.
El Sr. Cura de Avressieux, habiéndose enterado de la muerte de nuestro Hno. Francisco (Dugnat), ha celebrado un funeral solemne por el eterno descanso del Hermano, al cual invitó a sus feligreses y a los Hermanos de Pont; le estoy verdaderamente agradecido por ello.
Todos nuestros establecimientos van bien, gracias a Dios. El Hno. Clemente (Plattier) me ha escrito una muy buena carta; parece que está totalmente dedicado a su trabajo (en Sornay). Si entro en estos detalles es porque le considero siempre como muy cerca de mí y siempre en la administración de nuestra Sociedad. Pienso que no se enfadará por este pequeño detalle de estima, y por el aprecio que le tengo.
Bien, querido Hermano; termino recordándole estas santas divisas de un buen Hermano de la Sagrada Familia: “Estado de gracia, Humildad y Oración; Dios, su Regla y su Superior”.Sí, querido hijo; recuerde a menudo estas máximas, y no se desviará nunca de sus deberes, Dios le bendecirá, a usted y a sus actividades. Tales son los ardientes deseos de quien lo abraza con todo su corazón, lo mismo al buen Hno. José.

Hno. Gabriel, Superior.

P.S. –Creía que iba a poder enviarle el sastre, pero tiene mucho trabajo. Le envío a Francisco (Dumollard), que irá hasta Droisy a buscar el dinero en la casa del hermano del Hno. María (Mestrallet)).
Le faltan 13 botones a la sotana del Hno. (José). No había más en casa; encontrará otros en Seyssel. Escríbame en esa ocasión.

10: A Mons. Devie, Obispo de Belley          01-04-1840- N° 0232
Se trata de una de las varias cartas escritas por el Hno. Gabriel en ese momento crucial del traslado de la comunidad de Belmont, cuna de la Congregación, a Belley, la ciudad episcopal y con más posibilidades de desarrollo y de comunicación tanto con la sociedad civil como con la Iglesia.
En ella se puede ver al Fundador en plena gestión de los asuntos del Instituto buscando su mayor bien. Sin descuidar todos los aspectos de la prudencia humana, tomando consejo y discerniendo las mejores posibilidades, comunica a Mons. Devie también su confianza en la divina Providencia.
Para el Hno. Gabriel quedaba siempre la nostalgia de abandonar Belmont y el sacrificio que supuso dejar ese lugar para respirar en otros ambientes. En el art XII de las Constituciones de 1836, había dado 8 motivos para mantener la casa madre en esa población. El último era: “8°. Finalmente, porque parece ser Belmont el lugar donde Dios ha querido enclavar la casa madre. Al haber nacido la Sociedad en Belmont, la casa que ha sido su cuna y está situada en dicha población, se ha convertido naturalmente en la casa madre del noviciado.”

Monseñor:
Habiéndome dado palabra del traslado de nuestro noviciado a Belley y de la compra de la casa de Santa María, he considerado el cambio como seguro y para realizarse próximamente. Estas consideraciones me alegran y alegran a toda la comunidad. Sin embargo, me inquietaba pensar que la casa nos sería gravosa por muchos motivos, ya que temo encontrar dificultades para su venta; pero en la mitad de una novena que hicimos, la Providencia que nunca nos abandona, vino en nuestra ayuda. Se ha presentado un procurador de tribunales de Belley, el Sr. Garin, que después de larga conversación sobre el precio y las condiciones ha comprado la casa de arriba y la de abajo por el precio de 10.500 francos. Esperaba un precio superior, pero el Sr. de Lauzière, el Sr. Cura de Belmont, nuestro digno y celoso capellán y la comunidad consultada antes de concertar todo, me han aconsejado aceptar la oferta. Ante nuestra necesidad y el aprieto en que estas dos casas nos pondrían yendo a Belley y, sobre todo, viendo la dificultad para encontrar un comprador a quien pudiera convenir nuestra propiedad por el precio que pedía, he decidido aceptar las condiciones. Por otra parte, he vendido siguiendo el consejo de Su Excelencia. Le confieso, Monseñor, que en el momento de firmar el documento me encomendé a Dios para sobrellevar el dolor que me producía el tener que abandonar este lugar, una casa que había habitado durante 10 años y medio y que ha sido la cuna de nuestra Sociedad. Pero estoy contento de este sacrificio, espero que el Señor lo acoja y haga que redunde en bien del Instituto. Pienso también que Su Excelencia estará satisfecha de mi determinación. Remito a Su Excelencia una copia del documento de venta para que conozca las condiciones. Ahora espero su llegada a Belley para terminar otros asuntos. Por muchas razones, nos sería ventajoso que la comunidad se traslade a Belley para Pascua. Le ruego que haga lo posible para que así sea y que nos tenga presentes ante las personas ricas de Bourg y otras que podrían ayudarnos en estos momentos en que vamos a establecer en Belley nuestra casa madre, donde recibiremos huérfanos pobres. Nuestro Instituto se alegra, Monseñor, de sus favores, sobre todo de haberle dado como padre espiritual al P. Poncet. Esta elección, que deseaba, nos satisface plenamente, bendecimos a Dios, para cuya gloria redundará la elección y para bien del Instituto. Espero y deseo que Su Excelencia no tarde en comunicar esta noticia a la diócesis.
Quiera el Señor, tres veces Santo, traerle en buena salud y conservar la vida de Su Excelencia por mucho tiempo al amor de esta comunidad y al de su rebaño que lo quiere y venera. Con estos sentimientos quedo de Su Excelencia con profundo respeto el humilde y obediente hijo.

11: Al Sr. Subprefecto de Belley – 11-05-1841         N° 0309
El subprefecto de Belley era el Sr. Nicolás Antelmo Lavigne que ejerció esa función desde 1830 a 1848.
Se trata de una carta de carácter administrativo dirigida a un funcionario del Estado, el subprefecto, que tenía también algunas funciones relacionadas con la enseñanza. En esta ocasión el Hno. Gabriel, al llegar a Belley, desea y pide mantener la autorización del Rector de la Academia de Lyon para dirigir un internado. Con esa cobertura legal funcionó el Noviciado primero en Belmont y luego en Belley. Más tarde el Hno. Gabriel hizo también las gestiones necesarias para los internados de Tamié y de Ars.
Fue una preocupación constante del Hno. Gabriel el cumplimiento de la legislación tanto civil como eclesiástica. La correspondencia recoge un buen número de casos relacionados con la enseñanza en las escuelas, con el servicio militar de los Hermanos, etc. En la carta se hace una clara distinción entre la existencia legal de un establecimiento y la del Instituto en su conjunto que el Hno. Gabriel solicitó más tarde.

Señor Subprefecto:
Tengo el honor de comunicarle que me propongo abrir un internado en esta ciudad, para la enseñanza primaria. El 6 de noviembre pasado envié a tal efecto al Comité del Ayuntamiento y al Comité del Distrito de Belley, los documentos exigidos por la ley. El Comité después de haber examinado mi diploma, mi certificado de buena conducta y costumbres, el plano del local destinado a pensionado, visitado el local y dado su informe sobre mi petición, ha debido, Señor Subprefecto, remitir al Sr. Rector de la Academia de Lyon todo el expediente. Seis meses han pasado ya sin que haya recibido respuesta a mi insistente pedido. Contrariado por la larga dilación y temiendo por otro lado que mi diploma y demás documentos entregados al Comité puedan extraviarse, recurro a Usted, Sr. Subprefecto, para rogarle que interponga sus buenos oficios, a fin de que se me devuelvan los documentos mencionados y de los que tengo necesidad.
Mi establecimiento, Sr. Subprefecto, bajo su inspección y la de la autoridad civil y eclesiástica de Belley, ofrecerá toda clase de garantías, así lo espero, y los prejuicios nacidos contra él se desvanecerán prontamente. Hace ya 24 años que estoy consagrado a la enseñanza y siempre he cumplido celosamente mis deberes de maestro; los certificados otorgados por la autoridad civil y eclesiástica son su garantía; por lo demás nadie puede aportar hechos que puedan comprometer mi honor y mi probidad.
El fin que me propongo, Sr. Subprefecto y que usted podrá conocer por el prospecto que adjunto, es un título que me obliga a rogarle que tenga la amabilidad de interceder, si necesario fuera, para que sea aceptado mi pedido por el Sr. Rector y por el Ministro de Enseñanza Pública, a fin de ser autorizado a recibir alumnos pensionistas solamente.
No pido la autorización de nuestro Instituto, llamado de la Sagrada Familia: ese es un asunto aparte y del cual se encarga el Sr. Obispo.
Todo lo que usted haga, Sr. Subprefecto, ya sea para que me devuelvan mis papeles, ya para obtener la autorización que solicito y que he tenido ya durante 20 años, o ya concediéndome su protección, que considero de gran valor, será para mí, un nuevo motivo de estímulo para cumplir los deberes que me imponen las penosas, pero laudables funciones. Desde ya, por anticipado, mi sincero agradecimiento.
Dígnese aceptar el homenaje de mi profundo respeto, con el cual quedo, Sr. Subprefecto, su humilde y obediente servidor.

12: A Su Santidad el Papa Gregorio XVI     15-05-1841 – N° 0312
Se trata de una solicitud importante que el Hno. Gabriel debió preparar con esmero y que entregó personalmente al Papa cuando viajó a Roma. Esta petición de aprobación del Instituto iba apoyada por las de Mons. Devie, obispo de Belley, y Mons. Billiet, arzobispo de Chambéry.
En ella podemos encontrar una expresión de fuerte adhesión a la Iglesia (para el Hno. Gabriel se trataba de pasar del ámbito diocesano a la Iglesia universal) y una amplia descripción de la finalidad y de la misión del Instituto. En ella se distingue una gradación entre el fin principal de la misión y otras actividades de los Hermanos. Hay dos aspectos que el Hno. Gabriel destaca y a los que el papa Gregorio XVI era particularmente sensible: el apoyo a los misioneros y la actividad de contención del protestantismo en los alrededores de Ginebra.
Podemos decir que la respuesta a esta carta es el Breve de aprobación del Instituto emanado por Gregorio XVI el 28 de agosto de 1841, aunque quedó pendiente el tema de la aprobación de la Regla.

Congregación Religiosa de los Hermanos de la Sagrada Familia
Casa del Noviciado

Belley (Ain) Frontera de Saboya

Beatísimo Padre:
El que suscribe, Hno. Gabriel Taborin, Superior de los Hermanos de la Sagrada Familia, humildemente postrado a los pies de Su Santidad con profundos sentimientos de fe viva, buscando la gloria de Dios, la salvación de las almas y la edificación del prójimo en la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana, a la cual pertenezco y en la que quiero vivir y morir, expongo humildemente a Su Santidad que la Divina Providencia me ha inspirado desde hace varios años trabajar en la fundación de una Sociedad llamada Hermanos de la Sagrada Familia.
El Instituto tiene por fin toda clase de buenas obras, sobre todo la propia santificación de sus miembros. Su fin principal es ayudar a los sacerdotes del campo y de la ciudad como maestros, catequistas, cantores y sacristanes.
El Instituto prepara también Hermanos que se ocupan en el servicio de lo temporal en los seminarios y en toda otra institución de utilidad pública. Los Hermanos dedicados a las funciones mencionadas pueden establecerse y hacer el bien por doquier, de acuerdo a las leyes civiles y eclesiásticas de la diócesis y del Estado en que se establecen. Además pueden ayudar a propagar la fe en tierra de misiones, con este fin acompañarán a los misioneros, y los ayudarán según sus fuerzas.
La Sociedad abre asilos para los huérfanos, nacidos de padres pobres; los instruye cristianamente, les enseña oficios, para que puedan ganar honradamente su vida, si no sintieran inclinación para entrar en la Congregación de la Sagrada Familia como Hermanos.
Las primeras casas del Instituto de Hermanos de la Sagrada Familia han sido establecidas en la diócesis de Belley por Monseñor Alejandro Raimundo Devie. Al celo y a la profunda piedad de este digno prelado debemos nuestra formación para la vida religiosa; por lo mismo el Instituto, del cual es él el primer Superior, se felicita de vivir bajo su báculo pastoral y lo considera justamente su protector.
La Sociedad de la Sagrada Familia se ha extendido ya por diversas diócesis, en las que los Obispos la acogen con bondad y la favorecen; sobre todo los Obispos de Saboya y del Piamonte que no cuentan con instituciones de este género nos piden que abramos casas en sus diócesis. Varias han sido ya abiertas y funcionan con éxito y con la complacencia y protección de los Prelados. El Gobierno Sardo ha prometido el reconocimiento oficial del Instituto cuando éste sea aprobado por la Santa Sede.
Humildemente postrado a los pies de Su Santidad, hacemos entrega de un ejemplar de los Estatutos y Reglamentos de nuestra Sociedad, rogando que quiera tomar conocimiento de los mismos. Están aprobados por Monseñor el Obispo de Belley y le ruego, Santo Padre, que quiera otorgarnos su autorización y aprobación apostólica.
Desgraciadamente, el protestantismo hace progresos en Francia; los apóstoles de Calvino se multiplican y buscan atraer a su secta las ovejas de su rebaño; nos sentiríamos muy felices, Santo Padre, si el cielo quisiera servirse de nuestra Sociedad para atajar el mal que nuestros infortunados hermanos quieren hacer, y nos alegraríamos en el Señor, si pudiéramos robustecer en la verdadera religión y apartar con el ejemplo y la palabra a los que se encuentran en peligro de perderse. Contando más con el auxilio del cielo que con nuestras fuerzas, nos atrevemos a asegurarle, Santo Padre, que pondremos todo nuestro celo y empeño para formar a la juventud de la clase pobre en la piedad e instruirla creando en ella hábitos de honradez y hacer buenos ciudadanos para el Estado y santos para el Cielo.Santo Padre, el Obispo de Belley y el Arzobispo de Chambéry aprueban nuestra humilde súplica y han querido agregar a la mía la suya propia. Su aprobación, Santo Padre, colmando nuestros deseos, aumentará y fortificará nuestro celo y nuestra abnegación y será para nosotros poderoso consuelo en las penas y un nuevo motivo para orar con más fervor por la Santa Sede a la que nos sentimos entrañablemente unidos.
Postrado humildemente a los pies de Su Santidad, le suplicamos con insistencia que quiera darnos, a nosotros y a nuestra Sociedad, su bendición apostólica. Su siempre humilde, sumiso y respetuoso hijo en Nuestro Señor Jesucristo.
Belley, Casa de Noviciado, el 15 de mayo de 1841.

Hno. Gabriel Taborin
Superior General de los Hermanos de la Sagrada Familia.

13: A Mons. Billiet, Arzobispo de Chambéry           07-10-1841 – N° 0338
Mons. Alejo Billiet (1783 -1873) era Arzobispo de Chambéry desde 1840. Fue nombrado senador por Carlos Alberto en 1848 y creado cardenal por Pío IX en 1861. Despertó un gran interés el Memorial sobre la educación en el ducado de Saboya que Mons. Billiet presentó en la sesión de apertura de la Sociedad Académica de Saboya en 1844. Estaba basado en una minuciosa encuesta y presentaba un evaluación muy crítica de cómo la enseñanza se estaba degradando desde comienzo del siglo. Por eso apoyó con todas sus fuerzas a todos los responsables de la educación: congregaciones religiosas, sacerdotes regentes de las escuelas, maestros y maestras.
El Hno. Gabriel encontró siempre en Mons. Billiet un prudente consejero y un buen apoyo para sus gestiones ante las autoridades de los Estados Sardos hasta la anexión de Saboya a Francia en 1860. Esta carta está relacionada con el servicio militar de los Hermanos, pero nos informa también sobre el incipiente desarrollo de la Congregación en Saboya, de donde procedían la mayor parte de los Hermanos.

Monseñor:
Estoy infinitamente agradecido a Su Excelencia por haber tenido la bondad de presentar mi súplica al Rey y por la amabilidad de recomendarla. Le agradezco también, Monseñor, su carta y el trabajo que se impone para obtener la exención de nuestros Hermanos; le ruego humildemente que quiera continuar brindándonos sus atenciones, que valoramos en su justo precio. La tardanza de la respuesta del Rey y la exención de nuestros Hermanos me inquietan y más me inquietarían si no tuviera confianza en Dios y en Su Excelencia.
Adjunto a la presente los documentos que Su Excelencia ha pedido para la exención de los seis Hermanos que deben sortearse este año. He redactado la nota muy concienzudamente. Aprovecho la oportunidad, Monseñor, para remitirle el original y una copia del Breve por el cual el Soberano Pontífice autoriza nuestra Sociedad y le otorga numerosas indulgencias. Al mismo tiempo le remito algunas notas que acabamos de imprimir; por ellas se informará Su Excelencia de lo que exigimos para enviar Hermanos a las parroquias; le ruego que me devuelva por el portador, el original de los dos Breves, después de haber tomado conocimiento de ellos.
Monseñor el Obispo de Annecy nos ha pedido un grupo de Hermanos; como soy gran admirador del P. Rey, le he prometido dos para la parroquia de Saint-Jeoire-en-Faucigny, pero tenga la seguridad, Monseñor, de que mi preocupación será siempre la de servir a su diócesis antes que a cualquiera otra. Además del establecimiento de Les Echelles, destinaré este año un Hermano más a la parroquia de Fréterive y dos a la de Saint-Pierre, además de los cuatro que ya están allí.
Espero, Monseñor, que la autorización del Soberano Pontífice consolide nuestra Sociedad y atraiga sobre ella cada día más las bendiciones del cielo.
El sábado pasado hemos terminado los ejercicios espirituales; la clausura se hizo con toda solemnidad por nuestro Obispo que impuso el hábito a 27 novicios y recibió su profesión; la mayor parte de estos jóvenes pertenece a su diócesis; su ejemplar conducta durante el noviciado me permite abrigar la esperanza de que todos serán buenos obreros en la viña del Señor. Pido a Su Excelencia su bendición para ellos; bendiga también a nuestra comunidad que junto conmigo le hacemos partícipe diariamente de nuestra oración.
Dígnese, Monseñor, aceptar el homenaje respetuoso de su humilde y obediente hijo.

14: Al Sr. Francisco Blanc, calle Ste. Hélène, nº 22, Lyon  20-11-1844 – N° 0883
Francisco Blanc nació en 1822 e hizo su profesión religiosa en 1841 con el nombre de Hno. Ignacio. Estuvo en las comunidades de Aiguebelle y de La Motte Servolex trabajando en la enseñanza y se retiró del Instituto en 1844. Se conservan de él una veintena de catas dirigidas al Hno. Gabriel. En ellas nada deja entrever una crisis vocacional.
Sin embargo, en una carta que escribe desde Lyon, después de haber abandonado el Instituto fechada el 18/11/1844, manifiesta al mismo tiempo su firme determinación de dejar la vida religiosa e implora el perdón del Superior por el disgusto que le ha causado. El Hno. Gabriel le responde a vuelta de correo y, apoyándose en los buenos sentimientos que expresa, le propone regresar a la Congregación.
Como esta, se conserva un cierto número de cartas dirigidas a los Hermanos en la fase crítica de abandono de la Congregación en las que el Hno. Gabriel sabe compaginar admirablemente el tono firme y exigente con una gran delicadeza.

Querido Hermano:
Se ha portado muy mal, cosa que nunca hubiera pensado de usted; me ha causado un gran disgusto y no me extraña que hoy esté abrumado por ello. Pobre hijo, qué será de usted si persiste en su triste estado. Lo mejor que podría hacer sería pedir perdón al Señor de sus faltas y volver al redil de la Sagrada Familia. Su vuelta le traerá la paz y el consuelo a sus Hermanos, a sus padres, a sus amigos y a todos los que le conocen; vencería al demonio, glorificaría a Dios y recobraría la paz interior, único bien que el hombre puede desear aquí abajo. Nuestra comunidad, créalo, tendrá para con usted las atenciones que el padre tuvo a la vuelta de su hijo pródigo, le recibirá con bondad; le doy esta seguridad. Haga pues, un esfuerzo para romper los lazos que le atan al mundo corruptor y venga sin tardanza; abro ya los brazos para darle el abrazo de paz y de reconciliación y prometerle, querido Hermano el mismo cariño que le he tenido en el pasado y que le conservo aún, prueba de él es que todavía no le he denunciado ante el Ministerio de la Guerra, como tendría que haberlo hecho; siempre creí que volvería a sus primeros sentimientos; pero si no acepta la invitación amorosa y paternal que hoy le hago, tendré que denunciarle como desertor de nuestro Instituto, que le eximía del servicio militar; entonces el gobierno sardo procederá con usted en consecuencia.
No podemos dispensarle de sus votos, no hay ninguna razón para ello. Si el Instituto le hubiera despedido o le rehusara el pan, podría entonces pedir que le dispensara de sus votos para que pudiera entrar en otra comunidad y ganar el sustento. Toda la culpa la tiene usted; a pesar de esto queremos olvidar todo, recibirle para siempre en el Instituto o tenerle en él hasta la expiración de sus votos temporales.
Créame, querido amigo, siga mis consejos y venga pronto, es la determinación más prudente y sabia, se evitará muchos disgustos y molestias; sus faltas no le serán vituperadas; seré el primero en oponerme; todo irá bien y encontrará la paz y la alegría.
Con esta esperanza le repito la seguridad de mi sincero afecto.

15: Al P. Montgaillard, Vicario General de Saint-Claude    13-08-1846 – N° 1215
Esta carta nos informa de un detalle que hay que colocar en la larga serie de actividades e iniciativas del Hno. Gabriel para situar a la Sagrada Familia en el centro de la espiritualidad y de la vida de los Hermanos: oraciones, dedicación de las capillas de Belmont y de Belley, reliquia de la Sagrada Familia llevada de Roma a Belley, estandarte de la Sagrada Familia, reflexiones en la Regla y en las Circulares, etc.
El gran sentido litúrgico del Hno. Gabriel lo llevó a crear la fiesta de la Sagrada Familia para su Congregación, cuando no existía todavía en el calendario romano. Para celebrarla un elemento indispensable era contar con todos los textos de la jornada litúrgica: misa y oficio de laudes, vísperas y completas. Por eso pidió al Vicario General de la diócesis de Saint-Claude, que conocía a través del P. Roland, la composición de algunos textos litúrgicos que luego integró en el libro MISA Y VÍSPERAS DE LA SAGRADA FAMILIA, SOLEMNIDAD DE LA SAGRADA FAMILIA.
El Hno. Gabriel pidió la aprobación de esta Misa a la Congregación para el Culto Divino de Roma, pero obtuvo solamente la de Mons. Devie. La celebración de la fiesta tenía lugar al final del retiro anual y en esa ocasión la población de Belley era invitada a participar en la solemne procesión que tenía lugar en el jardín de la Casa Madre y que culminaba en la Capilla con las Vísperas y la bendición del Santísimo Sacramento.

Sr. Vicario General:
Me tomo la libertad de dirigirle la presente para expresarle el gran deseo de nuestra comunidad por tener una misa particular de la Sagrada Familia bajo cuyo patrocinio está puesta. Hemos encontrado esta misa, pero falta la prosa y un himno para las vísperas del día en que solemnizaremos la fiesta de nuestros Santos Patronos, Jesús, María y José. Ninguno es tan capaz como usted, Sr. Vicario General, para componer esta prosa y este himno. Este es también el parecer de Mons. el Obispo de Belley. Confiado en su bondad y celo, le vengo a suplicar, Sr. Vicario General, que nos preste este servicio; así contribuirá a honrar a la Sagrada Familia y hará una obra agradable a nuestra comunidad que bendecirá su memoria y pedirá constantemente a la Sagrada Familia días felices y prolongados para usted que ha consagrado su vida a la gloria de Dios en la diócesis donde hace tanto bien.
Si tiene la bondad de hacernos este favor, quisiéramos tener la prosa y el himno, si es posible, en los primeros días del mes de septiembre, para hacerlos imprimir y tenerlos para el día de nuestra fiesta en ese mismo mes. Encontrará, junto con la presente, la música de la prosa y del himno, que quisiéramos cantar en dos partes te­niendo cada una, si es posible, diez o doce estrofas. Las dos piezas serían un panegí­rico de la Sagrada Familia y una petición de su protección sobre nuestra Sociedad y por todos los que a ella recurren para obtener la gracia de vivir y de morir santamente. Esto es lo que más o menos queremos que sea el contenido de estos dos cantos, por lo demás, no me inquieto a este respecto, pues sus profundos conocimientos y su sabidu­ría le permitirán encontrar el pensamiento de los himnos religiosos que nos atreve­mos a solicitar de su bondad.
Acepte, por anticipado, mi humilde agradecimiento y el homenaje de mi respeto con el que soy de usted, Sr. Vicario General, su humilde y atento servidor.

16: Al P. Meunier, Párroco de Le Poizat (Ain)         06-06-1847 – N° 1370
En esta carta al párroco de Le Poizat se aborda un tema particularmente delicado: el de los Hermanos colocados solos en una escuela parroquial. Por una parte el Hno. Gabriel deseaba llevar el “beneficio de la educación” incluso a los lugares más apartados y pobres, pero por otra existían varios peligros para la vida religiosa de esos Hermanos, que vivían normalmente en la casa parroquial. Así lo había advertido también otras Congregaciones de Hermanos, empezando por la de San Juan Bautista de la Salle. Además era una de las objeciones que habían hecho al Hno. Gabriel en Roma cuando se trató de la aprobación de la Regla de la Congregación.
Por eso, aunque los estatutos de 1853 dejaban abierta esa posibilidad, de hecho se produjo una progresiva disminución. Si en 1853 había 14 Hermanos colocados solos, en 1855 sólo quedaban seis y en 1858 estaban reducidos a dos. La decisión definitiva de no enviar en adelante más Hermanos “solos” y cerrar los puestos existentes fue tomada por el Consejo de la Casa Madre en 1855. El Capítulo General de 1858 la ratificó, marcando prácticamente el final de esa experiencia.

Apreciado Sr. Cura:
Sé que el Hno. Eliseo está con un excelente sacerdote y sin duda estará contento en Le Poizat, pero se aburre por estar lejos de otros Hermanos. Él me ha dado a entender que si lo dejo más tiempo solo, puede poner en peligro su vocación.
Efectivamente, el Rey Carlos Alberto, a quien fui a ver el mes pasado en Turín, me dijo que tuve una gran idea al preparar Hermanos aun para las pequeñas parroquias, pero que es peligroso que estén solos, sobre todo cuando son jóvenes. Es lo mismo que pienso yo desde hace tiempo y se lo participo rogándole que insista para que su municipio tome dos Hermanos. Ya me lo dio a entender, Sr. Cura. Su municipio es rico; puede hacerlo, todo irá mejor. Estamos a punto de resolvernos a no enviar más a un solo Hermano; para nuestra tranquilidad y para el bien de ellos y de los municipios. Por lo demás, sería más ventajoso para nuestra Congregación, pues hay muchos municipios que nos piden dos o tres Hermanos de los cuales un solo sería diplomado. De este modo colocaríamos más Hermanos y tendríamos más garantías para su conducta y perseverancia.
Espero siempre sus noticias y las del Hermano que no escribe muy a menudo; quiero que me informe de su comportamiento, de su clase y si consiguió nacionalizarse. Para no vivir más en la incertidumbre, dígame lo antes posible si podrá arreglar las cosas para que haya dos Hermanos en Le Poizat el año próximo.
Quisiera hacer una visita a Le Poizat, pero mis ocupaciones cada vez más numerosas no me lo permiten. Me encantaría que usted viniera para San Antelmo; su habitación está pronta en nuestra casa, no sólo para las fiestas, sino para todas las veces que quiera honrarnos con su visita.
Mi saludo al Hermano, comprometiéndole a escribirme una larga carta; acepte la sincera expresión de mi respeto, con el que soy de usted, Sr. Cura, el humilde y atento servidor.

17: Al Sr. Marqués de Costa de Beauregard 26-07-1848 – N° 1557
Esta carta se inscribe dentro del cambio de tendencia que se produjo en los Estados Sardos a partir de la revolución de 1848. El Estatuto de Carlos Alberto inaugura un régimen representativo y centralizado; a partir de él las leyes escolares sardas tienden a establecer el monopolio del Estado en la enseñanza, sustrayéndola a la influencia del clero. La Monarquía Constitucional ataca el monopolio de la Iglesia y trabaja para poner en su lugar una organización que tiende a hacer de la enseñanza un servicio público. La ley orgánica Buoncompagni (1848) revoca los privilegios eclesiásticos y los somete al derecho común. El artículo 58, pone término a la autoridad episcopal sobre la enseñanza tanto primaria como secundaria.
Este cambio de situación en Saboya provoca una sacudida en la situación tranquila y próspera de la treintena de escuelas que los Hermanos de la Sagrada Familia tenían en el Ducado. Desde esta fecha las escuelas de los Hermanos en Saboya tropiezan con problemas cada vez más complejos que impiden sensiblemente su desarrollo.
En ese contexto, el Hno. Gabriel escribe al Marqués Costa de Beauregard, diputado por Chambéry, para felicitarle por su elocuente discurso, pronunciado en Turín en la sesión del 17 de julio de 1848 en favor de las instituciones religiosas. Pero las ideas liberales siguen su camino y la legislación escolar ataca a dos privilegios que los Hermanos de la Sagrada Familia y los Hermanos de las Escuelas Cristianas tenían en Saboya: el privilegio de la carta de obediencia (que los eximía de todo examen) y la exención del servicio militar. A partir del año siguiente los Hermanos tendrán que acudir a la “Escuela de metodología”.

Sr. Marqués:
Acabo de leer en Le Courrier des Alpes el importante discurso que pronunció en Turín, en la Cámara de Diputados, en la sesión del 17 del corriente, en defensa de las Congregaciones religiosas; hoy más que nunca, en lucha contra el odio de ciertos espíritus extraviados por las pasiones y prejuicios, si sus opiniones llegan a triunfar, crearán el miedo en la Sociedad
Cuando leí sus amables palabras a favor de los Hermanos de la Sagrada Familia me emocioné hasta las lágrimas, pensando que nuestra Sociedad tiene en usted un poderoso protector y la nación un decidido defensor de las libertades religiosas. Todo responde a los principios cristianos que reconozco en usted y en sus antepasados; sí, Sr. Marqués, esto honra su celo por la causa y la defensa de un país que quiere y que rinde homenaje a sus méritos al elegirle Diputado.
Las Congregaciones religiosas, como la nuestra, harán votos y unirán diariamente sus oraciones al Todopoderoso para que derrame sus gracias sobre usted y su familia, como recompensa por la defensa de sus intereses y los de la religión que son los mismos; implorarán también las luces del Espíritu Santo para que le asista en los problemas fundamentales que tratará en la primera sesión legislativa.
Usted sabe, Sr. Marqués, que los Hermanos de la Sagrada Familia están destinados a hacer grandes servicios ejerciendo las modestas funciones de maestros de enseñanza primaria, en las ciudades y pequeños municipios rurales, obedeciendo a las leyes y a nuestras Reglas; también ejercen las funciones de cantores y sacristanes. Muchas cabezas de partido del Ducado de Saboya poseen escuelas dirigidas por ellos; en otras muchas localidades desean confiarles sus escuelas municipales; estas muestras de confianza y preferencia son evidencia de que no han alienado el espíritu de las poblaciones, ya que es notorio el bien que pueden hacer y los servicios que prestan a la juventud saboyana. Su Majestad Carlos Alberto ha comprendido todo esto al alabar el celo de que los Hermanos hacen gala, en cualquier lugar donde ejercen sus penosas y laudables funciones, por ello ha autorizado la Congregación en sus estados por Cartas testimoniales, el 31 de mayo de 1842; les ha permitido establecer una casa de noviciado en el Ducado y les ha eximido del servicio militar, por determinación soberana del 14 de noviembre de 1842, a los jóvenes que pertenecen a la Sociedad.
Desde que los Hermanos de la Sagrada Familia obtuvieron este privilegio, no han desmerecido, al contrario, tengo la gran satisfacción de ver que gozan de la estima general. Expulsarlos sería hacerles un daño considerable, como también a los municipios que los quieren y reclaman sinceramente; sería cometer una injuria al digno y augusto Soberano, que los quiso en sus Estados para cumplir su santa misión a la que se consagran, aunque no tenga nada de atrayente, según el mundo, ni de interés personal.
Los Hermanos de la Sagrada Familia no olvidarán nunca que deben a su protección su existencia legal en los Estados del augusto y querido Soberano, a quien estima, en quien confía y a quien le deben su exención del servicio militar. Quiera Dios que estos favores continúen; no se harán indignos de ellos ni de todos los que usted quiera brindarles.
A pesar de las revoluciones sufridas hasta el presente, gracias a Dios, ni nuestra Casa Madre de Belley ni ninguno de nuestros establecimientos de Francia ni de Saboya han sido molestados.
Ayer tuve noticias de la familia del Sr. de Seyssel; todos están bien pero, como nosotros, no están tranquilos hasta que la calma y el orden se restablezcan en la pobre Francia. Acepte el homenaje de mi profundo respeto y vivo agradecimiento con los que soy, Sr. Marqués, su humilde y atento servidor.

18: Al P. Vianney, Párroco de Ars (Ain)      07-02-1849 – N° 1652
La iniciativa de confiar la escuela de niños de Ars a los Hermanos de la Sagrada Familia fue tomada por el Santo Cura de Ars en 1847, al mismo tiempo que confiaba la escuela de niñas a las Hermanas de San José. Había dispuesto para ello de una cantidad de cerca de 20000 francos que había confiado con esa finalidad al obispado, pero éste no había dicho nada al Hno. Gabriel. Cuando a finales de 1848 el Hno. Gabriel hizo una visita al párroco de Ars, éste le recriminó su tardanza en enviar a los Hermanos y así se descubrió la maniobra del obispado. La mencionada cantidad beneficiaba tanto a los Hermanos de la Sagrada Familia, que podían disponer de inmediato de un capital consistente como al municipio de Ars, que podía mantener gratuitamente la escuela.
Esta carta confirma los términos del acuerdo de esa entrevista entre el Santo Cura y el Hno. Gabriel y promete el envío inmediato de los Hermanos de manera bastante inusual, ya que la distribución de los Hermanos en las comunidades se hacía en el retiro anual para que llegaran a sus puestos cada año a finales de octubre. El Hno. Gabriel tuvo que hacer varios cambios improvisados y el 10 de marzo se presentó en Ars con tres Hermanos para fundar la comunidad.
En la carta se menciona el regalo de un libro que el Hno. Gabriel presenta al Santo Cura. No puede tratarse sino del Camino de la Santificación, publicado algunos años antes. Ese detalle nos recuerda la aventura de otro libro publicado por el Hno. Gabriel y presentado al Santo Cura en la sacristía de Ars, con la emotiva escena que siguió.

Venerable Sr. Cura:
Mi veneración especial hacia usted me lleva a acoger con singular complacencia su pedido de Hermanos. Este pedido habla de su celo por la gloria de Dios y la felicidad de sus feligreses. No podría, Sr. Cura, colocar a los Hermanos bajo mejor dirección que la suya; por eso tendré el placer de mandarle dos cuando todo esté preparado.
Monseñor y el P. Raymond me han hablado del capital que permite asegurar perpetuamente dos Hermanos en Ars, uno como maestro y otro como sacristán.
Este capital será más o menos suficiente, con lo que el municipio y el servicio de la iglesia puedan dar. Le haré notar, Sr. Cura, que tiene que proveer de un sencillo ajuar y un pequeño mobiliario a los Hermanos como lo exige la Regla. Espero que la Divina Providencia, que le proporciona tantos recursos, venga en su ayuda para esta obra, y para que nada falte a la instalación de los Hermanos, que espero, hagan el bien en Ars, siguiendo los ejemplos de su santo pastor. Imploro de corazón las gracias y bendiciones del cielo sobre el establecimiento que va abrir y que traerá la dicha a la Sociedad de Hermanos de la Sagrada Familia; le ruego, estimado Sr. Cura, que la tome bajo su protección para recomendársela a Dios en sus santas oraciones, y que la ayuda en sus necesidades materiales, que son urgentes en este momento por causa de la revolución. Nos haría un gran favor si nos enviara algunos jóvenes con gusto por la vida religiosa en nuestra Sociedad, aprobada por el Soberano Pontífice y que Dios bendice.
Acepte el obsequio del pequeño opúsculo que el Señor me inspiró y que podría producir mucho bien en las familias, con esta esperanza lo hice; está aprobado por Mons. el Obispo; el P. Raymond tendrá la bondad de remitírselo.
Tengo necesidad de las gracias de Dios por mi posición de Superior para dirigir nuestra numerosa Sociedad; sírvase, Sr. Cura, hacerme partícipe de sus santas oraciones en las que tengo gran confianza y quiera aceptar el homenaje de mi profundo respeto con el que soy, Sr. Cura, su humilde y atento servidor.

19: Al Sr. Presidente de la República – Luis Napoleón, París          22-11-1851 – N° 2283
Luis-Napoleón Bonaparte nació en 1808 y era sobrino de Napoleón I. Cuando éste cayó Luis-Napoleón estuvo en prisión y vivió en el exilio; regresó a Francia en el momento de la Revolución de 1848. Fue elegido Presidente de la República por sufragio universal en 1850, pero el 2 de diciembre de 1851 dio un golpe de Estado autoproclamándose emperador con el nombre de Napoleón III. Gobernó primero de forma muy autoritaria y luego más liberal hasta la guerra franco-prusiana de 1870 y murió exiliado en Inglaterra en 1873.
Cuando el Hno. Gabriel se dirige a Luis Napoleón era, pues, todavía Presidente de la República. Entre las expresiones formales y felicitaciones de circunstancia el Hno. Gabriel informa que ha ejercido su derecho de voto. Resulta interesante confrontar esas expresiones con el elogio que el Hno. Federico (cap. XXVIII) hace del general Cavaignac, principal opositor de Luis-Napoleón en las elecciones de 1850. Pero el asunto principal de su carta es la presentación de la Congregación y la petición de legalización de la misma en Francia. Es interesante el párrafo dedicado a presentar la actividad de los Hermanos en las siete diócesis francesas en que están presentes.

Sr. Presidente:
Los Hermanos de la Sagrada Familia le son quizá desconocidos, sin embargo, humildemente se adhieren respetuosamente a las medidas que Su Excelencia ha adoptado para salvar a Francia del naufragio que la amenazaba. Príncipe ilustre, su feliz triunfo sobre la demagogia, sobre los enemigos del orden y sobre los hombres de partido, es señal de que la Providencia vela sobre Su Excelencia de un modo especial, y que le destina a ser el sabio piloto que conducirá a nuestra hermosa patria por el camino de la prosperidad y la gloria. Convencidos de ello, nos alegramos en el Señor, y hemos depositado en las urnas nuestro voto. Los que no hayan obrado así es que se desentienden de los intereses de Francia; tampoco sienten el agradecimiento que todo francés le debe por haber salvado a la patria de la anarquía, y por haber mantenido las riendas del Estado que seis millones de ciudadanos le han confiado. La votación que acaba de realizarse le asegurará todavía por muchos años la conducción del gobierno de Francia. Éstos son, Sr. Presidente, nuestros votos y nuestros ardientes deseos.
Príncipe, las corporaciones religiosas de Francia le son sumisas, porque les inspira confianza. Si se digna dirigir sus miradas protectoras sobre ellas, encontrará en esas corporaciones, y, sobre todo, en la de la Sagrada Familia, soldados fieles, defensores de la Patria y de su digno jefe. Lo harán, no con la espada, sino con la palabra y el buen ejemplo, y, sobre todo, con las armas de la oración, poderosas ante Aquel por el que reinan los reyes.
Permítanos, Sr. Presidente, que al mismo tiempo que le presentamos nuestras sinceras felicitaciones, le expongamos humildemente lo siguiente:
La Sociedad Hermanos de la Sagrada Familia se consagra a toda clase de buenas obras, sobre todo a la enseñanza primaria y a la dirección de las casas de Providencia o asilos de niños pobres o huérfanos. Sus miembros no solamente trabajan en las ciudades, sino también en los municipios rurales, donde no pueden ir los Hermanos de otras Congregaciones religiosas, y donde no podrían vivir los maestros casados. Esta Asociación está llamada a hacer un gran bien en Francia, y ayudará a los gobernantes a moralizar a la juventud. Hace ya más de 30 años que fundé esta Asociación en la diócesis de Belley, con ayuda y protección del Sr. Obispo de la diócesis. Muchos municipios valoran ya los servicios del Instituto, y los Hermanos de la Sagrada Familia tienen el aprecio de las poblaciones y su afecto. Se trata de consolidar obra tan recomendable por su fin, y solamente Su Excelencia puede conceder este insigne favor, reconociéndola legalmente por decreto para toda Francia. Ésta es, Sr. Presidente, la gracia que vengo a solicitar a su bondad, de acuerdo con los Obispos de Belley, Grenoble, Gap, Valence, Autun, Dijon y de Su Eminencia el Cardenal Arzobispo de Besançon.
Las cartas de los Obispos arriba nombrados, y mi petición al respecto, han sido dirigidas en el día de hoy al Sr. Ministro de Instrucción Pública; formarán parte del legajo depositado en el Ministerio de Instrucción Pública el 27 de mayo pasado, para obtener la legalización de los Hermanos de la Sagrada Familia. Dígnese, Sr. Presidente, acoger favorablemente mi insistente pedido. Será un servicio a Francia y a la Religión, y un nuevo motivo para elevar nuestras oraciones por su felicidad y por la prosperidad de nuestra querida Francia.
Soy, Sr. Presidente, con el más profundo respeto su humilde y atento servidor.

20: A Mons. Depéry, Obispo de Gap (Hautes-Alpes)          30-12-1851 – N° 2289
Mons. Depéry fue Vicario General de la diócesis de Belley de 1833 hasta su nombramiento como obispo de Gap. Su Consagración episcopal tuvo lugar en la Catedral de Belley por Mons. Devie el 01/09/1844. Desarrolló una intensa actividad en la diócesis, sobre todo en la reconstrucción de iglesias y conservación del patrimonio, y fue un amigo y protector de la naciente Congregación de los Hermanos de la Sagrada Familia. Podemos recordar que el Hno. Gabriel viajó a Roma en 1841 acompañando al Vicario General.
Mons. Depéry en cuanto llegó a sus diócesis de Gap (Hautes-Alpes) procuró contar con algunas comunidades de Hermanos y así fue realizado poco después en las localidades de Serres y Veynes.
Entre la abundante correspondencia entre el Hno. Gabriel y Mons. Depéry (unas cuarenta cartas de una y otra parte) la que vamos a leer se sitúa en los años en los que el Hno. Gabriel más insistió para obtener la aprobación de la Congregación en Francia: el apoyo de los obispos era indispensable para ello.

Monseñor:
Le presento mis augurios de feliz Año Nuevo y los de mi Comunidad. Dígnese aceptarlos, nacen del fondo del corazón y piden que sea el más feliz de los Obispos, y que su vida sea larga y dichosa. Bien merece todo esto, Monseñor, aunque nada más fuera por la inmensa bondad que testimonia de forma tan paternal a los Hermanos de la Sagrada Familia y a su pobre Superior.
Permítame que le diga, Monseñor, que en estos votos no he olvidado a ninguna de las personas que hay en su palacio episcopal, ni a sus servidores, ni a la solícita María.
Me siento feliz por haber encontrado en Su Excelencia un amigo sincero, un padre bondadoso, un protector sacrificado. Se lo agradezco mil veces con toda la efusión de mi corazón. De mi parte, ruego por Su Excelencia, y estoy dispuesto a dar mi vida por sus intereses; éstas son mis disposiciones, fruto de su bondad.
Supe con pena la desgracia del Sr. Chanal, prefecto de Bourg. No pude presentarle la carta que usted le había escrito a nuestro favor.
En cuanto a su súplica al Ministro de Instrucción Pública, la envié el 22 del corriente a París con las de los Sres. Obispos de Grenoble, Belley, Dijon, Autun y la del Sr. Cardenal de Besançon. Todas ellas son excelentes, y tenemos esperanza de éxito, pues dicen que el Presidente está bien dispuesto.
El Príncipe Luis Napoleón está contento con la votación a su favor; hay que reconocer que ha sacado a Francia de la anarquía y ha prestado un gran servicio. Rezaremos para que Dios le dé las gracias para gobernar nuestra querida Patria hasta que Él quiera.
Supe, Monseñor, con satisfacción, que nuestro establecimiento de Veynes funciona muy bien, y que se ha ganado la confianza de la población, pero iría mejor si se pudiese hacer desalojar a Prieur.
Cada día me llegan nuevos pedidos, veo que la cosecha es abundante, pero faltan obreros. Necesitamos hacer un reclutamiento de novicios. Quisiera que la Providencia enviase toda una colonia de jóvenes de sus Alpes; los recibiremos complacidos, y los pondríamos en seguida “al pan blanco”.
Nada nuevo en Belley; las elecciones se desarrollaron sin contratiempos, ha habido muchos síes. Su hermana está más o menos bien, a veces sufre, creo que le escribió ayer. Mons. Chalandon recorre las ciudades y pueblos de su diócesis para el jubileo, ahora está en Lagnieu. Mons. Devie ofició en Navidad, no asistió a la misa de medianoche, estaba cansado y con vómitos.
Dígnese, Monseñor, bendecirnos y acepte los votos y humilde homenaje con los cuales soy, Monseñor, de Su Excelencia, su humilde y obediente servidor.

21: Al Sr. Fortoul, Ministro de Instrucción Pública  04-05-1852 – Nº 2363
Hipólito Fortoul fue ministro de Educación desde 1851 hasta su muerte en 1856. Desde su ministerio impulsó la modernización de la educación: estudio de las lenguas vivas, introducción de la gimnasia, división en dos orientaciones, ciencias y letras, etc. Estuvo encargado de aplicar la famosa ley Falloux (1850) sobre la libertad de enseñanza. Personalmente era poco favorable a esta ley porque consideraba que la enseñanza estatal merecía más confianza que la privada y temía una excesiva expansión de ésta. Aun así, durante su ministerio varias congregaciones religiosas obtuvieron su reconocimiento legal y muchas continuaban desarrollándose vigorosamente.
El Hno. Gabriel pensaba que su Congregación, como lo expone en esta carta, reunía todas las condiciones para ser aprobada también. Lo que él ignoraba era que en el ministerio de Educación obraba un informe desfavorable sobre su persona como consecuencia del incidente del hotel de Levant (Lyon), que los funcionarios ponían cada vez en juego y que en último término hicieron infructuosas todas sus gestiones para obtener el reconocimiento legal.

Sr. Ministro:
Me tomo la respetuosa libertad de solicitarle que tenga la bondad de tener en consideración: 1º que la Asociación de los Hermanos de la Sagrada Familia, con sede en Belley, hace todo el bien que le es posible, con celo y sacrificio; 2º que ha manifestado siempre una total obediencia al Gobierno en diferentes peticiones, y le ha ofrecido con respetuoso compromiso sus servicios para ayudarle a moralizar a la juventud, y como retribución, pide ardientemente que se le dé la existencia legal, que le es absolutamente necesaria; ya que de otra manera vegetaría y no podría realizar con eficiencia todo el bien que está llamada a producir en Francia en la dirección de las escuelas primarias, que es su fin principal.
Me atrevo a recordarle, Sr. Ministro, que en el mes de febrero último me hizo el insigne honor de concederme dos audiencias, de las que conservaré siempre un grato recuerdo; aproveché esa hermosa oportunidad para rogarle con insistencia que tuviera a bien ocuparse de nuestro reconocimiento legal. Se dignó darme buenas esperanzas. Esto no me extrañó, dado que el Gobierno actual está animado de buenas intenciones; pero me dio a entender que en esa oportunidad le faltaba el tiempo necesario para poder ocuparse inmediatamente del asunto. Si usted ahora estuviera más desocupado, Sr. Ministro, le reiteraría mi pedido. Tenga la bondad de escucharlo y dirigir una mirada protectora sobre nuestra Sociedad. Ella bendecirá su nombre respetado, y multiplicará sus votos y oraciones por la conservación de su salud, por su felicidad y por la conservación de nuestro querido y digno Príncipe Presidente, que Dios se ha dignado sacar de sus más preciados tesoros para enriquecer a Francia: ésta es mi convicción.
Le recordaré, también, Sr. Ministro, que el 28 de mayo de 1851 deposité en las dependencias de su Ministerio los Estatutos de nuestra Asociación con una petición; sumada a otra que también allí dirigí el 22 de diciembre del mismo año, unas cartas testimoniales de seis Obispos que se unieron a mí para exponerle los servicios que nuestros Hermanos están llamados a prestar y rogarle al mismo tiempo que se sirva reconocer legalmente su Sociedad para toda Francia. Me atrevo a esperar que ellos no se hagan indignos de este gran favor.
Invoco con santa confianza las bendiciones de Dios sobre usted, Sr. Ministro, sobre Francia y su digno Jefe, y soy de usted, con el mayor de los respetos, Sr. Ministro, su humilde y atento servidor.

22: Al Sr. Buron, Párroco de Eclaron (Haute-Marne)          14-08-1852 – Nº 2415
El objeto inmediato de esta carta es la fundación de una comunidad en Eclaron (Haute-Marne). Como en muchas otras cartas a los párrocos que deseaban confiar la educación de los niños a los Hermanos, se trata de fijar las condiciones de fundación y de establecer las relaciones con la autoridad civil local.
Pero en este caso hay que tener en cuenta una perspectiva más amplia en dos sentidos. El Hno. Gabriel estaba en contacto desde hacía varios años con Mons. Parisis, obispo de Langres, diócesis a la que pertenece Eclaron. En Langres hubo también una comunidad de Hermanos al servicio de la Catedral durante muchos años. Mons. Parisis, además de un obispo muy activo en su diócesis, era diputado en el parlamento, y a ese título acudió el Hno. Gabriel en vistas a la aprobación del Instituto. Por otra parte el párroco P. Buron intervino en un proyecto de fusión de los Hermanos de la Sagrada Familia de Belley con los Hermanos de San José de Amiens.

Sr. Párroco:
Me siento honrado por haber tenido la dicha de conocerlo, pues encontré en usted al hombre de Dios y al verdadero Sacerdote con el que se puede hacer el bien y regenerar a la juventud, no solamente de Eclaron, sino de toda la Champagne. Sólo tengo un pesar, Sr. Párroco, y es el de estar demasiado alejado de usted; le diré sin adulación que para mí sería un beneficio grande verle con frecuencia, pues todo en usted me ha edificado singularmente y me ha alegrado al mismo tiempo, pues he pensado que nuestros Hermanos sólo ganarán estando bajo su sabia y paternal dirección. La obra que tenemos proyectada emprender en su comarca llegará a buen fin gracias a usted y bajo el patrocinio del venerable Obispo con el cual acaba de enriquecerse la diócesis de Langres. En cuanto a mí, siento cada día que no estoy a la altura de mi misión; me siento humillado pensando que Dios ha querido servirse de mí, como de un pobre instrumento, para llevar adelante la obra de la Sagrada Familia, que dentro de muy poco extenderá alguna de sus ramas en la parroquia que se siente dichosa de tenerle como Pastor.
Me alegra mucho saber que es una cuestión de pensionistas y de novicios para el nuevo establecimiento de Eclaron, es un buen síntoma. También estoy conmovido por las muestras de interés que Monseñor, su venerado Obispo, tiene para con nosotros; nada perderá con ello, pues haré rezar todos los días por él para que viva días felices en la diócesis que se honra de tenerlo como Obispo.
Tendré el placer, Sr. Párroco, de enviarle en los primeros días de octubre al Hno. Agustín con otros dos Hermanos más; en cuanto a nuestro Capellán, el P. Ausone, me resultará imposible enviárselo; su presencia es indispensable en la Casa Madre, como así también la del Hno. Claudio, que dedicará todo un año para realizar las pinturas en nuestra capilla. Los tres Hermanos de los que le hablé en primer término serán suficientes para comenzar. La familia del Salvador se componía al principio nada más que de tres personas, solamente más tarde ella aumentó con discípulos y apóstoles; las cosas se organizarán de esta manera para Eclaron. Aun así, si la escasez de sujetos no nos diese tanto trabajo, le prometería un Hermano más todavía. Tengamos paciencia; si la obra que hemos proyectado iniciar es obra del divino Maestro, los recursos no nos faltarán; de esto le puedo hablar con sabiduría, Sr. Párroco, pues he apreciado los efectos de la Providencia sobre nuestra Sociedad cuando la comencé; no tengo más que acciones de gracias hacia ella por todo lo que ha hecho por nosotros.
Dado que le faltan prospectos informativos, le envío hoy por correo una docena. De la misma manera, en el correr de la semana próxima, le enviaré mi circular con ocasión de nuestro retiro anual.
Termino, mi venerado señor Párroco, expresándole todo mi reconocimiento por sus demostraciones de aprecio que ha tenido a bien demostrarme; pero no soy más que un pobre religioso que tiene gran necesidad de las gracias de Dios y de la ayuda de sus oraciones para obtenerlas: sea bondadoso y no me niegue esa ayuda; sus oraciones valdrán más que los dos escudos de cinco francos que dejó debajo de un candelero en la habitación donde usted descansó. No hubiese querido que usted pagara así la pobre sopa al queso que le hizo nuestro Hermano cocinero. Si volvemos a tener el honor de hospedarle en nuestra Casa Madre, le vigilaremos más de cerca para que no encuentre nuevamente un escondite parecido, cosa que nunca aprobaré.
Dígnese aceptar la renovada expresión de los respetuosos sentimientos con los que tengo el honor de ser, Sr. Párroco, su humilde y atento servidor.

23: A la Srta. Catalina Lassagne, Ars (Ain)  04-11-1852 – Nº 2485
Catalina Lassagne y Benita Lardet eran las dos jóvenes a quienes el Santo Cura envió en 1823 a Fareins (localidad cercana de Ars) para que se formaran con las Hermanas de San José y luego asumieran la dirección del orfanato de niñas que proyectaba fundar. Desde 1824 hasta la llegada de las Hermanas de San José en 1847 Catalina fue directora de La Providencia. A partir de ese momento, se retiró en una habitación contigua a la casa parroquial y continuó su actividad de servicio al Santo Cura y a la parroquia de Ars. Hay que decir que prestaba también servicios a los Hermanos de la Sagrada Familia. Fue testigo excepcional y directo de la vida y santidad del párroco de Ars y, junto con el Hno. Atanasio, quien ha proporcionado las noticias más interesantes para escribir su historia.
Como deseaba que sus bienes patrimoniales fueran empleados en la educación de los niños de Ars, hizo un testamento en favor del Hno. Gabriel. El documento se conserva todavía en el Archivo de Belley. Esto motivó algunas cartas entre ambos y también más tarde con el Hno. Amadeo. Catalina Lassagne murió en 1883.
A propósito del nombramiento del Párroco de Ars como canónigo honorario de Belley, Catalina cuenta con todo detalle la escena en la que por sorpresa logró el obispo colocarle la muceta de canónigo a la entrada de la iglesia. Y añade que cuando Monseñor se fue, el Santo Cura vendió enseguida la muceta por cincuenta francos y escribió una carta de agradecimiento al obispo en la que entre otras cosas le decía: “Monseñor, me faltaban cincuenta francos para terminar la fundación de una misión y he pensado que a usted le agradaría contribuir a esa fundación”.

Señorita y muy querida Hermana en Nuestro Señor:
He recibido su testamento ológrafo, creo que servirá; pero sería preferible una donación en vida. Tenga la seguridad de que sus deseos serán respetados fielmente, me comprometo en conciencia ante Dios y ante los hombres.
Todos los documentos están ahora guardados en los archivos de nuestra Comunidad y ahí estarán cuidadosamente conservados para servirnos de ellos en el momento oportuno, a fin de cumplir su voluntad tan edificante y propicia para contribuir al bien de los jóvenes de la parroquia de Ars, a favor de quienes quiere disponer de sus bienes, para ayudar de este modo a su venerado y santo Párroco aumentando los intereses de la escuela gratuita que él ha fundado en Ars para estos jóvenes.
En cuanto a los papeles firmados de que me habla, sería bueno y me lo aconsejaron, guardarlos, porque ofrecen más garantías que el testamento hecho a mi favor; por lo demás, no le comprometen a nada, pues no se puede pedir, después de su muerte, más bienes que los que usted prometió. Esté tranquila al respecto; cuando vaya a Ars, le explicaré las cosas mejor de lo que puedo hacer por carta.
Continúe, Señorita y querida Hermana, brindándole sus cuidados filiales a su santo Párroco, a quien consideramos como nuestro Amigo y Padre común. Preséntele mi homenaje de profundo respeto y mis sinceras felicitaciones por su nombramiento como Canónigo de Belley, que bien lo merece. Con ese nombramiento, Mons. Chalandon ha reparado un olvido que tuvo Mons. Devie antes de morir, y hace feliz así a todo el mundo.
Téngame presente, querida Hermana Catalina, en sus santas oraciones, y crea en mis sentimientos de estima y respeto con los que estoy siempre a su disposición en Jesús, María y José.

El Superior General.

24: Al P. Colletta, Párroco de Oyonnax (Ain)          24-03-1853     Nº 2584
El Hno. Gabriel mantenía una buena relación de confianza y amistad con el párroco de Oyonnax, localidad cercana a Belleydoux, en la que vivían algunos de sus familiares. El P. Colletta intervino varias veces en relación con los parientes del Hno. Gabriel.
En esta carta se alude a varios otros temas de interés. Hay que destacar ante todo la noble actitud del Hno. Gabriel con respecto a los Hermanos de las Escuelas Cristianas a los que reconoce una mayor competencia: lo importante es que se haga el bien. Esto no le impide más adelante subrayar las mejores posibilidades que tiene una misión entendida con mayor flexibilidad y más integrada en las parroquias con actividades que, además de la educación, colaboran en la animación litúrgica, la catequesis etc. Toca así el punto clave de la especificidad de su carisma en el aspecto de la misión.
En relación con la misión está también el tema de la gran cantidad de peticiones de Hermanos. El Hno. Gabriel menciona varias veces en su correspondencia esa fuerte demanda porque en su opinión era una confirmación de la utilidad de su Congregación para la Iglesia y para el Estado, a pesar de todas las dificultades que encontraba para implantarla y hacerla reconocer.

Apreciado Sr. Párroco:
Deseo con todo mi corazón que pueda conseguir los recursos necesarios para tener los Hermanos que anhela desde hace mucho tiempo, que bien los merece y que no podrían estar colocados bajo mejor dirección que la suya, estimado Sr. Párroco; pero a pesar del placer que tendría en enviarle a nuestros Hermanos no me molestaría que se diera la preferencia a los buenos Hermanos de las Escuelas Cristianas, porque son más antiguos y tienen más experiencia que los nuestros. Con tal de que se haga el bien, es lo que siempre debemos desear. Por lo demás, el campo del Padre de Familia es bastante extenso como para dar trabajo a todos los obreros que llama a trabajar en él. Si llama a los Hermanos de la Doctrina, me alegraría sinceramente en el Señor.
Estoy tan abrumado por la cantidad de pedidos de Hermanos que ello absorbe todos mis momentos. Lo que hace que la mayoría nos prefiera sobre otras Congregaciones es que pueden distribuirse de a uno y pueden prestar el servicio de cantores y sacristanes al mismo tiempo que trabajan como maestros. Por otra parte, puede ser que nosotros nos adaptemos mejor a las necesidades de los Sres. Párrocos, que encuentran mayor disponibilidad en nuestros Hermanos que en los Hermanos de las Escuelas Cristianas, que conservan una gran independencia.
Le agradezco, Sr. Párroco, las felicitaciones que nos envía por nuestro Capellán. Este digno Sacerdote, efectivamente, no deja nada que desear. Se ha unido a nuestra Sociedad por votos perpetuos; vive como los simples Hermanos; predica admirablemente y siempre en conformidad con la vida religiosa. Nunca sale de casa, sino para pasear con los Hermanos y Novicios. Es religioso en todo el sentido de la palabra; ni siquiera recibe honorarios por las Misas que celebra: todo es para la Comunidad; nos ahorra mil doscientos francos que gastábamos anualmente en sus predecesores: esta sí es efectivamente una buena adquisición. Dios me debía esto para compensarme por todos los problemas que me causó su predecesor, el Padre Curial, del que no me he podido deshacer sino combatiendo sin descanso. No es un mal Sacerdote; no le deseo el mal, pero estoy muy contento de que se halle lejos. Le digo esto de manera muy personal, en confidencia, y sin la mínima intención de perjudicarlo.
Sr. Párroco, usted envidia mis folletos; si les da un sentido religioso, verá que se fundamentan en la Fe, en la oración y en la confianza en Dios; en esto me supera y sus escritos son muy superiores a los míos. ¡Oh!, es mejor tener que trabajar con Dios que con los hombres, cuya malicia y envidia algunas veces hacen tanto mal; pero buscando refugio en el corazón de Jesús, dejamos pasar las tempestades y salimos sanos y salvos del dichoso refugio del Señor.
Llegamos a las grandes fiestas de Pascua; se las deseo dichosas y felices, y espero que el confesionario, en el cual hace tanto bien y al que su caridad lo tiene constantemente atado, no perjudique en nada su valiosa salud durante este tiempo pascual.
Dígnese aceptar la expresión de mis sentimientos llenos de respeto y religiosa amistad con los que soy, Sr. Párroco, su humilde y atento servidor.

25: A Su Excelencia Mons. Cretin, Obispo de Saint-Paul, Estados Unidos de América     27-02-1854 – N° 2873
El Hno. Gabriel recibió el mismo año de 1854 dos peticiones para enviar Hermanos a las misiones: una de las Islas Seyschelles, antigua colonia francesa en el Océano Indico pero bajo dominio inglés por entonces, y la otra de los Estados Unidos de América. Era el momento de desarrollar el aspecto misionero de su Congregación.
Mons. Cretin, obispo de Saint-Paul (Minnesota) era originario de Montluel (Ain) y había sido consagrado obispo por Mons. Devie en 1851. En su respuesta a la petición del obispo, el Hno. Gabriel, además de determinar algunos aspectos concretos, expresa sus convicciones y deseos misioneros, como también la preferencia que da al envío de Hermanos en misión a un país lejano sobre las peticiones que recibía de Francia. Era muy consciente, sin embargo, de las dificultades que se podían presentar y del escaso número de Hermanos con los que podía contar para la realización de ese proyecto. El Fundador de los Hermanos de la Sagrada Familia se inscribe así en ese gran movimiento evangelizador y misionero de la Iglesia en el siglo XIX, a pesar de ciertas ambigüedades.
Como sabemos, el envío de cuatro Hermanos a Estados Unidos se produjo al final de ese mismo año y cómo esa primera experiencia misionera acabó fracasando.

Monseñor:
Deseando responder a sus votos, nuestro ilustre, venerado y querido Obispo, Monseñor Chalandon, me ha hecho llegar su pedido para tener algunos Hermanos de nuestra Congregación de la Sagrada Familia, cuyas riendas me ha confiado la Providencia.
Pienso, Monseñor, en el bien que se puede hacer en su vasta diócesis y en los Estados Unidos Y qué necesario es enviar a Su Excelencia obreros que compartan sus sudores, que son como perlas que embellecerán su corona en el cielo. Abrir a las almas a precio de sacrificio y aún con peligro de la vida el camino que conduce al cielo es, Monseñor, la tarea que su celo y gran caridad le han inspirado. Qué dichoso sería si alguno de nuestros Hermanos fueran a trabajar bajo su sabia dirección en el campo del Padre de Familia que le ha dado a usted en suerte y llevar el buen olor de Cristo más allá de los mares. Si mi edad y mis lazos indisolubles que me atan en la sede de nuestra Sociedad no fueran obstáculo, sería el primero en responder a su llamada pastoral, tan halagadora para la Congregación que Dios bendice. Desearía el título de catequista en tierra de misiones más que todos los otros.
Por supuesto, Monseñor, estoy deseoso de enviarle una colonia de catequistas y maestros, convencido de que con el auxilio de la gracia divina, y asistidos de sus consejos harán mucho bien. Le prometo, Monseñor, que serán tres, si tengo la dicha de encontrarlos con vocación y cualidades para el apostolado que usted desea.
Con pena pongo una restricción a mi promesa. Su Excelencia no se extrañará, pues hasta el presente, al tener muchos pedidos en Francia y en los Estados Sardos, no me he preocupado de las misiones de ultramar. Agregaré que las vocaciones para esto no se han manifestado entre los Hermanos hasta ahora, sin duda porque no se ha pensado en ello. Espero el mes de septiembre próximo en el retiro anual o dirigirles una circular para darles a conocer su pedido y ver los que sienten gusto y atracción por las misiones extrajeras. Si encuentro algunos, haré una selección y los prepararé lo antes posible. Desde ya estoy encantado de confiárselos a su Vicario General cuando venga a Belley en abril; aunque pienso que será difícil tener alguno preparado para esas fechas.
Tengo que advertirle, Monseñor, que nuestra Congregación es pobre en todo sentido y que tiene deudas, por consiguiente, nos será imposible, a pesar de la buena voluntad, entregar dinero y objetos a los tres Hermanos que espero poder enviarle, en este momento difícil en que nos hallamos, y la escasez de este año ha agravado las cosas; ésta es la causa por la que los Hermanos no podrán llevar sino sólo el hábito, algunas camisas, pañuelos, calcetines, los santos Evangelios, el Salterio, las Reglas, la Imitación de Cristo, el Catecismo y la vida de los Santos. Por otra parte, es así como los Hermanos de la Sagrada Familia van a los puestos que la obediencia les asigna. Los que los piden tienen que proveerlos, de acuerdo a lo que prescriben las Reglas del dinero necesario para los viajes, el ajuar, la vivienda y un salario anual suficiente para vivir. Para los que trabajan en Francia y Saboya el salario es de 600 frs. por cada uno.
Los tres religiosos que le enviaré, Monseñor, estarán siempre unidos al Instituto y seguirán la Regla. Su Excelencia los empleará, según las necesidades, para la mayor gloria de Dios y la salvación de las almas; pero Su Excelencia tendrá que sostenerlos en lo material, y pagará todos los gastos para ir a Saint-Paul o los que pudieran hacer si tuvieran que volver por alguna razón.
Tenemos, Monseñor, miles de parroquias que llaman a nuestros Hermanos persuadidas del bien que hacen, y se comprometen a cumplir todas las condiciones. Al concedérselos a Su Excelencia, privo a estas parroquias que los piden desde hace tiempo. Por otra parte, para mí será un gran sacrificio exponerme a no ver más aquí abajo a estos Hermanos de la Sagrada Familia que me son tan queridos. Con todo, Monseñor, estas consideraciones no me detienen, porque deseo de alguna manera cooperar al bien que Su Excelencia y sus dignos misioneros hacen con tanto celo y abnegación. Además, también tengo que poner mi cuota para la obra santa de la Propagación de la Fe, enviando Hermanos para hacer conocer, amar y servir a Dios a los infieles y ganarlos a Cristo e incorporarles a la santa religión, fuera de la cual no hay salvación.
Con profundo respeto soy, Monseñor, de su Excelencia, el más humilde y obediente servidor.

Hno. Gabriel.

26: Al P. Mermillod, Párroco de Belleydoux (Ain)  03-12-1854 – N° 3127
El P. Juan Pedro Mermillod fue párroco de Belleydoux durante cerca de 40 años. Era tío del célebre P. Gaspar Mermillod, que defendió al Hno. Gabriel cuando se publicó en Ginebra el panfleto: Les Jésuites de Belley y que luego fue arzobispo de Lausana y cardenal.
Después de salir de su pueblo natal el Hno. Gabriel contó siempre con el P. Mermillod como hombre de confianza para todas las cuestiones que se referían a Belleydoux. En la correspondencia entre ambos figuran muchos asuntos sobre la familia del Hno. Gabriel, todo lo referente a la fundación de la escuela de los Hermanos y a la vida de la comunidad, el proyecto de restauración de la Capilla de Santa Ana, etc.
En esta carta el Hno. Gabriel le confía sus proyectos de reconstrucción de la Capilla de Santa Ana que tenía desde hace muchos años y algunas de sus preocupaciones como Superior de la Congregación.

Sr. Cura:
Apruebo su proyecto de dedicar una capilla a Santa Ana, hubiera querido yo mismo ampliar y reconstruir por cuenta mía la antigua. Tuve mil veces el pensamiento y me pesó no poder llevarlo a cabo por falta de recursos y por mi voto de pobreza que me despoja de todo lo de este mundo. Contribuiré en todo lo que pueda, si el Consejo de la Congregación lo permite. Sólo soy Superior para tener las preocupaciones y problemas y gran responsabilidad ante Dios y los hombres; hace tiempo que trato de descargarme de esa responsabilidad; no sé cuándo Dios me concederá esta gracia; si me la concediese, sería dichoso teniendo una pequeña cabaña al lado de la capilla de Santa Ana y ser el sacristán del santuario, que ansío que se haga porque contribuirá a atraer las bendiciones del cielo sobre nuestra querida parroquia. Empiezo abriendo una suscripción de 200 frs. para la obra proyectada. Esta cantidad es la del salario de dos Hermanos de Belleydoux para el presente curso escolar. Además para el embellecimiento de la capilla daré dos hermosos cuadros de 4 a 5 pies de altura, uno de S. José y otro de S. Joaquín; estos dos cuadros valdrían más de 300 frs.; si puedo, le conseguiré uno de la Virgen, pero es necesario que sea de bronce para que pueda soportar las inclemencias de las estaciones. El más preciado don que puedo ofrecer a esta capilla, si llega a realizarse, es un relicario con las reliquias de Santa Ana, de la Virgen, S. José y de S. Joaquín. Este precioso objeto me fue dado en Roma por el Santo Padre Gregorio XVI autentificado. Así, los peregrinos tendrían la dicha de poder venerar estas reliquias. Tengo intención de volver a Roma; conseguiré seguramente algunos grandes privilegios para esta capilla y para los que la visiten.
Soy del parecer de hacer la fachada en piedra tallada, pero para enviarle el plano, hay que saber exactamente la longitud, anchura y altura, dónde quiere colocar el nicho y si se necesitaría dos ventanas de cada lado de la puerta. Sería deseable que la capilla tuviera 15 pies de ancho por 24 (o 30) de largo; esto es el mínimo, sería mejor hacerla más grande y hacer una bóveda.
Le agradezco sinceramente a usted y a mis compatriotas por su empeño en la reconstrucción de la capilla de Santa Ana y por sus sacrificios para realizar esta buena obra que les atraerá gracias para ellos y sus familias. Que Dios los bendiga, como también a su pastor.
Acepte, Sr. Cura, la expresión de mis sentimientos muy respetuosos y abnegados, y créame, en unión de oraciones, su muy humilde y atento servidor.

Hno. Gabriel.

27: Al P. Gourmand, Párroco de Neuville-les-Dames (Ain)            11-04-1855 – N° 3217
El P. Gourmand (1814 – 1872) fue capellán de los Hermanos de la Sagrada Familia de 1839 a 1848. En el Noviciado, además de las actividades de la capellanía, era profesor de varias asignaturas: religión, gramática, matemáticas, etc. Los Hermanos que fueron sus alumnos lo recuerdan como un buen profesor. Durante el traslado del Noviciado de Belmont a Belley compartió en todo momento las dificultades de la comunidad, siendo un buen ejemplo para todos.
En 1848 Mons. Devie lo nombró párroco de Neuville-les-Dames, pero permaneció siempre en contacto con los Hermanos, interesándose por el desarrollo de la Congregación y por quienes fueron sus discípulos. El Hno. Gabriel le escribió varias veces y cada año le enviaba la circular de convocación del retiro.
En esta carta el Hno. Gabriel comparte con el antiguo capellán, como lo había hecho en otras ocasiones, sus alegrías y sus sufrimientos. Además ofrece una descripción detallada de la situación de los Hermanos dedicados a la enseñanza tanto en Francia como en Saboya.

Sr. Cura:
Su amable carta del 8 del corriente me ha producido una gran alegría. Le agradezco, querido amigo su recuerdo de los Hermanos de la Sagrada Familia y de su pobre Superior. Los Hermanos que le conocieron cuando fue nuestro capellán, tampoco le han olvidado, siempre hablan de usted con particular afecto. En cuanto a mí, su nombre me es bien querido y dulce, estará siempre grabado en mi corazón con el de Mons. Devie, de feliz memoria, que tanto nos apreciaba a los dos.
Si no le escribo y no voy a visitarlo tan a menudo como lo desearía es porque no puedo a causa de mis ocupaciones por nuestra Sociedad, pero nadie, créame, le aprecia tanto como el pobre Superior de la Sagrada Familia.
Tendré el gusto de mandarle siempre mis pequeñas circulares. Llevan el sello de mi sencillez y de mi pobre saber. Le agradezco su lectura, también le agradezco Sr. Cura, su recuerdo en el “memento”, por nuestro Hno. José. No murió sin hacer alguna jugarreta, pero se preparó tan bien, que Dios habrá tenido misericordia y perdonado su falta de haber echado 100 frs. al pozo que cavó en Parcieux y que llaman el pozo del Hno. José. No le cuento esta historia, la conoce.
Es desconsolador ver la persecución que hacen a la Iglesia y a órdenes religiosas en los Estados Sardos. No sólo han excluido a nuestra Congregación, sino que el año último le quitaron el privilegio de exención de servicio militar, como también a los Hermanos de las Escuelas Cristianas. Ah! Señor, cuanto lamento el reinado del buen Rey Carlos Alberto. Ahora nos llegan pocos sujetos saboyanos, ya sea por la supresión de la dispensa del servicio militar, ya sea por la persecución a los religiosos; pero Dios que es bueno y admirable en todas las cosas, nos resarcirá enviándonos Hermanos franceses, nos llegaron 4 la semana pasada, todos buenos candidatos. A pesar de la persecución de que acabo de hablar, conservamos todos nuestros establecimientos de Saboya y aún hemos abierto dos nuevos en el año pasado, uno de ellos en Novalaise, país de la señora de Charcot, su amigo, con el que hablo de usted todas las veces que nos encontramos.
Tenemos ahora un cierto número de Hermanos bien instruidos, pero los buenos días han pasado para nosotros respecto de la enseñanza. Antes se enseñaba en Saboya con una simple carta de obediencia del Superior, ahora es necesario que cada Hermano haya rendido su examen y obtenidas las patentes que equivalen al diploma de capacidad francés; además no quieren en las escuelas sino los textos ordenados por la Universidad. Los Hermanos son vigilados por los Inspectores que valen bien poco. En Francia en otro tiempo se enseñaba a la edad de 18 años, se fuera o no francés, bastaba tener el diploma. Hoy, no basta tener el diploma, hay que ser francés, haber enseñado durante tres años como maestro adjunto o maestro suplente, esto a partir de los 21 años y que se tenga al menos 25. No se puede ser nombrado maestro municipal sin llenar estas condiciones; además no tiene que estar en la lista de admisión de maestros del departamento en que se quiere enseñar. Esto me ha creado muchos inconvenientes y me ha molestado tremendamente para la colocación de los Hermanos, porque éste que es francés y diplomado, no tiene 25 años, el otro porque no tiene tres años de práctica, etc. etc. Cómo lamento aquellos buenos tiempos, en todos los aspectos. Pero usted, Sr. Cura, no lamente las hermosas y sabias instrucciones que a menudo y con tanto celo hace a sus feligreses, tarde o temprano producirán sus frutos y recibirá un día la recompensa del cielo.
Con todo tengo que decirle que, a pesar de todas mis miserias y mis contratiempos, nunca me desanimé ni un sólo minuto, conservo mi actividad y no retrocederé nunca, con la gracia de Dios, ni ante los cañones que apuntan a Sebastopol. Cumplo lo mejor que puedo con la misión que Dios ha querido confiarme, cuento con su ayuda y espero no seré olvidado. Cada día veo que la Providencia me ayuda de todas las maneras y me da a conocer que nuestra Congregación es obra suya, esto me da coraje y despierta mi agradecimiento hacia el Señor.
Los pedidos de Hermanos nos llegan en gran cantidad y de todos los puntos de Francia, nos faltan sujetos para responder a ellos. Pienso la semana próxima ir a abrir un establecimiento en una ciudad de la diócesis de Gap, desde allí irá a la de Montpellier, donde también voy a abrir un magnífico establecimiento en la ciudad de Florensac. Serán 4 Hermanos, tendrán allí, sin exagerar, una casa, al menos tan bonita como el obispado de Belley, es un castillo de un conde, que al morir, lo cedió para los Hnos.., con una renta de 2000 francos por año. El establecimiento de Dortan parece estar bien asentado, pido al Señor que continúe siempre bien. He tenido el placer de contribuir con mi cuota a las misiones extranjeras, enviando Hermanos.
Tengo el consuelo de ver que reina el espíritu religioso en nuestra Casa Madre, esto me da esperanza en el futuro.
No olvide, Sr. Cura, que tiene un derecho particular a la casa de la Sagrada Familia que fundó conmigo en Belley, espero vendrá siempre a ella sin compromiso, Dios quiera que tenga pronto el placer de verlo aquí. Esperando, dígnese a aceptar la expresión de mi sentimiento de respeto y la seguridad de mi religiosa estima con la que soy, Sr. Cura, su muy humilde y abnegados servidor.

Hno. Gabriel.

28: Al Hno. Amadeo Depernex, Vicesuperior, Belley         05-05-1856 – N° 3544
A pesar de la intensa colaboración entre el Hno. Gabriel y el Vicesuperior Hno. Amadeo durante largos años, la correspondencia entra ambos no es muy abundante, porque con frecuencia se encontraban ambos en Belley. Solamente durante los viajes y en este caso con motivo de la permanencia del Hno. Gabriel en Tamié existe una correspondencia.
A través de esta carta podemos conocer la situación del monasterio de Tamié a la llegada de los Hermanos en 1856 y el despacho de los asuntos corrientes de la administración en referencia a los Hermanos y a las comunidades. Se puede también descubrir un aspecto interesante de la colaboración del Hno. Amadeo, su brazo derecho, en la redacción y corrección de los libros publicados por el Hno. Gabriel.

Querido Hno. Amadeo:
Le escribo desde Annecy donde vine con el Hno. Nicolás (Tardy) y Juan Pommier (Hno. Bernabé) para hacer compras. Suman 400 frs. tanto en comestibles como vajilla y útiles para nuestros carpinteros. El dinero se nos vuela sin que nos demos cuenta. Cuando es necesario reconstruir una casa como Tamié y vivir teniendo sólo las cuatro paredes, la pequeña bolsa se agota muy pronto; pero somos los hijos de la Providencia y confiamos en ella, que no nos fallará nunca, sobre todo si vivimos conforme a sus designios.
El día de nuestra llegada a Tamié tocamos las campanas y se lanzaron cohetes. El día de la Ascensión (1° de mayo) hubo mucha gente tanto en la misa como en vísperas; estuvimos emocionados al ver tanta gente; les dirigí después de misa y después de las vísperas una alocución a mi manera. Durante el Oficio reinó el mayor recogimiento. También se ha continuado con los cohetes casi toda la jornada. El hijo del Sr. Favre recibió un pequeño golpe en la nariz y en la cara cuando un cohete explotó, pero sin ninguna importancia. El buen vecindario de nuestras montañas parece contento de que estemos aquí.
Me gusta Tamié en todos los sentidos; pero estoy preocupado por la necesidades temporales y por el frío, que nos vino como en enero; tuvimos el viernes último 3 pulgadas de nieve, pero desapareció pronto; nevó también en Annecy; tenemos miedo a las heladas.
He enviado al Hno. Francisco (Dumollard); debe llegar hoy a Belley donde no va con gusto; le hubiera gustado quedarse en Tamié, dice, pero en el fondo hubiera deseado, aunque no lo dice, regresar a La Rochette. Este Hermano es un tanto flojo y lento en sus quehaceres; está siempre soñando y refunfuñando; no se sabe qué hacer para que esté contento; hay que motivarlo, si no el huerto de la Casa Madre vendrá a menos. Vigile para que se siembre en todo momento; de otra manera perderemos. El Hno. Francisco no pide nunca a nadie para ayudarle, aunque tenga necesidad; hay que tener cuidado de ayudarlo en todos los recreos, ya sea para el riego u otra cosa.
Todos nuestros Hermanos y nuestros excelentes novicios de Tamié parecen contentos y muestran mucho celo por el trabajo; el Hno. Jacinto, sobre todo, pone corazón y alma; Tamié le gusta y desea quedarse a vivir aquí.
Desearía enviarle al Hno. Alberto (Rey) para ayudar a nuestro excelente Maestro de Novicios; pero, además, le hará falta un compañero de viaje, tenemos necesidad de él para el canto; no hay otro, visto que el Hno. Nicolás (Tardy) toca la trompeta maravillando a nuestros montañeses.
Tenemos necesidad urgente de una vaca; pero nos costará 200 frs.; también de un caballo o de una mula; el anciano Párroco de Plancharine tiene un hermoso carro muy liviano para tres personas, con un pequeño y hermoso caballo que no pasa de 5 años. Es un animal para todo; tira del carro, se lo puede ensillar y puede llevar peso, según me asegura el Sr. Favre; bien quisiéramos comprarlo enseguida; tendríamos el carro, los arneses, la montura y el caballo por 600 frs., pero nos es imposible, nuestros recursos no lo permiten; contamos con el buen Hno. Rolando (Dumas) para esta adquisición; ruéguele de mi parte que haga este gran trabajo ya que lo ha prometido; él podría escribir enseguida para hacer llegar este dinero, y sería muy bueno que fuera él mismo a buscarlo, cosa que usted le permitirá, pues esperaríamos un poco más tarde a este buen Hermano en Tamié; tomaría a su cargo el caballo y el carro. Cuento con la generosidad de este buen Hermano; su ejemplo animará a los otros para ayudarle en sacrificarse por nuestra segunda casa en Tamié que es muy encantadora y que llama la atención de todos los visitantes.
Recibí los diarios que me ha enviado, pero nos llegan con cierto retraso; está bien que los lea, pero no se retrase en enviárnoslos. Están ansiosos de noticias.
Me tardan en llegar también las novedades, las del Noviciado, también las del buen Padre José del cual le ruego me dé detalles, haciéndole llegar mis respetos. Deseo, querido Amigo, que me tenga muy al corriente de las cartas que me dirigen al Noviciado y de aquellas a las cuales he autorizado a responder después de leídas.
Desearía que todos los aduaneros fuesen al Paraíso; pero los jefes no podrán entrar tan fácilmente, noto el robo que nos hacen por los vasos sagrados: ya van 600 frs. comprendido el ostensorio que tuvimos que enviar a Chambéry y después a Seyssel.
No se olvide de extender una letra de cambio a Morin para el 22 del corriente, como su hijo (Hno. Emilio) lo ha advertido, a menos que este hombre no haya pedido un plazo; en este caso habría que hacerle un nuevo escrito para decirle que queremos el pago urgente antes de fin de mes.
La tela y la cretona son muy caras aquí; hay que pedirla en casa de Guillez o en la de Chardeyron, para hacer al menos 80 camisas para Tamié, que después de hechas mandará lavar y usar una vez o dos a los novicios de Belley con el fin de que se puedan pasar más fácilmente en la aduana.
Según he oído, parece que nos enviarán pensionistas a Tamié; pero no es seguro todavía. En todo caso estamos obligados a hacer mesas y camas para ellos.
Tengo un gran deseo de hacer nuestro retiro en Tamié. Hay inconvenientes en esto. Los Hermanos de Saboya lo esperan, veremos hasta las vacaciones lo que podemos hacer.
El Hno. Claudio (Grobel) podría venir para hacernos algunos cuadros que serán indispensables; pero quisiera que viniera con dedicación y que trabajase en la pintura de manera religiosa, y obediente; prepárelo para esto; cuando venga a Tamié, se animará a trabajar bien.
Le envío la parte de la Oración de la Mañana; desearía que la mandase imprimir enseguida con las oraciones que siguen y que deben formar el Guía. Puede mandarlo imprimir en borrador, y cuando el impresor haga las hojas, las examinaré; pero examínelas usted también borrando, agregando u ordenando lo que crea conveniente. En cuanto a mí, me encuentro absorbido por los trabajos de Tamié; sin embargo, hay que cuidar que el Libro de Oraciones pueda ser distribuido a los Hermanos en las vacaciones; no tenemos mucho tiempo que perder. No lo olvide.
Termino haciendo votos particulares que dirijo a Dios por su salud, tan útil a nuestro Instituto, y para que Dios le dé las luces y gracias necesarias para hacer las cosas según mis intenciones, y sobre todo según las de Dios. Rezo también por todos nuestros Hermanos y Novicios de la Casa Madre, en particular por los queridos Hermanos Raymundo (Joly), Urbano (Pinget) y Luciano (Burnier), sus colaboradores.
Los abrazo a todos y los bendigo con amor. No dejen de rezar por su pobre Superior que los lleva en su corazón, y sobre todo a usted, mi querido Hermano, que es mi brazo derecho y la gran columna que debe sostener el edificio de la Sagrada Familia. Salud y profunda amistad.

Hno. Gabriel.

  1. D.- No se olvide de escribir enseguida a Chambéry, a la persona que el agente de Yenne ha encargado de reclamar a Perron, con el fin de obtener nuestro pago. Comuníquele nuestra sorpresa por la demora, y ruéguele que responda sin falta para decirle a qué altura están los asuntos, diciéndole que yo subiré a Verrès para conocer los motivos de la tardanza, en caso de no pagar.

29: A Mons. de Langalerie, Obispo de Belley          20-07-1858 – N° 4210
Es una de las cartas que mejor descubren algunos de los aspectos más íntimos del Hno. Gabriel y algunos rasgos de su personalidad en los últimos años de su vida. El conflicto con el obispo de Belley a propósito de la Regla fue una dura prueba que el Hno. Gabriel supo afrontar con humildad, fuerza y serenidad.
El principal punto en litigio era la cuestión del sacerdocio en el Instituto. Mons. de Langalerie no admitía esa posibilidad que, sin embargo, figuraba en los Estatutos aprobados por sus dos predecesores y por el arzobispo de Chambéry. Le parecía que un sacerdote no debe estar sometido a un Superior laico. El Hno. Gabriel escribía a Mons. Billiet: “Monseñor de Langalerie no quiere que admitamos sacerdotes. Monseñor de Belley puede tener sus razones pero nosotros las tenemos también y fuertes para recibir sacerdotes que nos son necesarios en nuestras casas de noviciado.
A pesar del conflicto, el Hno. Gabriel en esta carta como en otras dirigidas al Obispo de Belley trata de mantener o de restablecer unas relaciones bastante fragilizadas con algunos detalles muy personales y refiriéndose siempre a lo que él considera el bien del Instituto.

Monseñor:
Considerando que una Congregación religiosa no puede vivir sin Regla, sin que sean aprobadas por el Ordinario del lugar, me creo en el doble deber de someter a su aprobación la Regla que hemos cumplido hasta ahora y que está aprobada por sus dos venerados predecesores, para animarnos y consolidar nuestra Congregación y mantenerla en la diócesis.
No vengo de nuevo a solicitar esta aprobación, que Su Excelencia no ha querido dar. Me creo, sin embargo, en el deber de manifestarle que los Hermanos no tardarán en sentir los efectos de la prueba a que les ha sometido con esta negativa. Espero que sepan soportarla con resignación y no haga tambalear su vocación.
Lo digo con dolor, la mayor parte no tienen el espíritu religioso y son difíciles de dirigir. Un pobre Superior sólo tiene la Regla para recordar el deber, pero al ver que no está aprobada por el Obispo del lugar, no harán caso de ella, faltarán a ella sin escrúpulos. Usted mismo, Monseñor, no tendrá sobre ellos y sobre la Congregación el mismo ascendiente. Si continuamos viviendo bajo su jurisdicción ¿cómo marcharán las cosas? Es un Obispo según el corazón de Dios y dejo estas consideraciones al juicio de Su Excelencia.
En cuanto a mí, me dolió su rechazo inesperado, pero no me asusto, mi sacrificio está hecho. Dios que ha permitido la prueba, me concedió la gracia de soportarla y saber tomar partido en los acontecimientos desgraciados. Además, mi carrera está por terminar pronto. Si no me dejan terminarla en paz, me animará el pensamiento de Job de que la vida es un combate y que el discípulo no es más que el Maestro.
Últimamente tuve el honor de ver a Su Excelencia, le demostré mi sumisión filial y una abnegación que no se encontrará en todos los Superiores de congregación. Lo hice sinceramente por espíritu religioso y en vista del bien. Me felicitaré toda mi vida de ello. ¿Acaso lo habría considerado usted como fingimiento o engaño? Se habría equivocado. Sea como fuere, Su Excelencia, no aceptando mi acto de sumisión, me creo desligado de él. Me es imposible, Monseñor, hacer el bien allí donde no hay confianza mutua entre los Superiores eclesiásticos y yo.
El Canónigo Desseignez me entregó anteayer un escrito suyo sin firma, pero me dijo que eso era el sentir de Su Excelencia y que podía dar fe de ello. Considero el documento como un remedio, aunque insuficiente, que quiere aplicar a la llaga. Le agradezco sinceramente por ello, Monseñor, esto me ha consolado algo. Lamento que haya llegado tan tarde su benevolencia sobre nuestras Reglas, si no lo hubiera tenido, habría ido a buscar consuelo en otra parte y poner nuestros Hermanos y la Regla al seguro.
Aunque no encuentre simpatía en el Obispo de Belley y a un amigo, no dejaré de formular votos por su felicidad. Pido al Señor la pronta curación de su pierna.
No he podido entregarle personalmente esta carta como lo pensaba, pero tendré el honor de verlo mañana antes de salir para un viaje largo.
Con profundo respecto soy de su Excelencia el humilde y obediente hijo.

Hno. Gabriel.

  1. D. Acabo de recibir un ejemplar de nuestro Guía; le ruego, Monseñor, que lo acepte como homenaje respetuoso.

30: Al Sr. Simón Poncet-Montange, Propietario en Gobet, Belleydoux (Ain)        12-04-1864 – Nº 6377
Según el testimonio del Hno. Federico, Simón Poncet, de Belleydoux, era uno de los cinco Hermanos de San José que tomaron el hábito en Les Bouchoux con el Hno. Gabriel en 1824 tras una semana de retiro.
Los dos hijos a los que se refiere la carta fueron los Hermanos José Silvano, fundador en Uruguay, y León Benito, que murió en 1869. El Hno. Gabriel los propuso entrar en el Noviciado de Belley, junto con otros dos jóvenes de Belleydoux, con motivo de uno de sus viajes a su pueblo natal para la inauguración de la Capilla de Santa Ana.
En esta carta el Hno. Gabriel, ya mayor, se deja llevar por el recuerdo de sus montañas y por el ideal de su juventud: servir a Dios, compartido con otros jóvenes de su edad. Y dando un salto en la fe, ve como una prolongación de ese ideal de los comienzos por una parte en la vida eterna (servir a Dios para siempre con los elegidos en el cielo) y por otra en la continuación de quienes se comprometen en la vida religiosa o en el matrimonio.
Es difícil establecer la identidad del Claudio Mermet que figura en el Post scriptum porque hay varios personajes con los mismos nombres y apellidos, dos de los cuales fueron alcaldes de Belleydoux durante la vida del Hno. Gabriel. En todo caso ese nombre nos permite, una vez más, remontarnos a la juventud del Hno. Gabriel: un Claudio Mermet, al que el Hno. Gabriel escribió la primera carta de esta serie, junto con el párroco Santiago Charvet, lo nombró maestro de escuela y “clerc” en Belleydoux.

Estimado amigo Simón:
Recibí su carta con mucho placer y los 500 frs. enviados a cuenta de la pensión de sus dos hijos. Gabriel Poncet, mi ahijado, me los entregó de su parte. Lamenté no haberle visto, estaba ausente cuando vino, le hubiera encargado ser el portador de esta carta que no escribí antes porque estaba de viaje.
Sus dos hijos son muy juiciosos, tienen buena salud, su conducta es excelente. Hacen lo posible en el estudio y con el tiempo, espero serán buenos religiosos. Como la gente de nuestras montañas, son tímidos, incapaces de ridiculizar a la gente, ni defenderse, pero el tiempo corregirá todo. Lo esencial para ellos es amar y servir a Dios fielmente. Tenga la seguridad de que atraerán las bendiciones del cielo sobre su familia y pedirán por su salud.
La edad, querido Simón, no le permite viajar mucho, pero me encantaría que viniera con su hijo mayor. Me acuerdo de nuestra juventud, juntos queríamos servir a Dios.
Quisiera, ahora que nos acercamos a la eternidad, que el Señor nos concediera la gracia de servirle con los elegidos en el cielo. Pidamos este favor. Roguémosle por la curación de su digno venerado pastor y que le conserve aún muchos años en Belleydoux.
Sus hijos, querido Simón, me piden que le agradezca y salude cariñosamente a su hermano mayor y a su hermana. Salúdelos también de mi parte. Su hijo mayor es un joven encantador a quien aprecio por sus cualidades. Ruego para que encuentre una compañera según el corazón de Dios. Me hubiera gustado que fuera de los nuestros, pero el Señor quiere que sea el sostén de su ancianidad y de su familia.
Lo abrazo, me encomiendo a sus oraciones y le renuevo mi religiosa amistad.

P.D. Cuando tenga la oportunidad de ver al excelente Consejero municipal de Belleydoux, Claudio Mermet, que es también mi gran amigo, preséntele mi saludo afectuoso. Me gustaría que viniera a pasar aquí algunos días con nosotros.